H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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composición. Finalmente, los coloquios de John y Moscada se ven interrumpidos por la llegada del propio Metmoth, cuyos ojos, antaño tan penetrantes, demuestran ahora la decrepitud que va apoderándose de su persona. Se aproxima el fin de su pacto con el demonio y después de un siglo y medio de andanzas por el mundo, regresa al hogar para su última cita con el destino. Advierte a los dos hombres que no penetren en su habitación durante la noche, no importa las ruidos que pudieran escuchar, y que aguardará su fin en soledad. John y Moncada escuchan unos aullidos espantosos, pero no intervienen hasta que la calma se restablece al apuntar el amanecer. Se encuentran con la habitación vacía. Unas pisadas que han dejado restos de arcilla conducen desde la puerta hasta un acantilado que se levanta junto al mar, y al borde del precipicio hay indicios de un cuerpo arrastrado. La bufanda del Errabundo es visible en una roca a cierta distancia del borde del acantilado, pero nunca más se verá ni se oirá hablar de Melmoth. Nadie dejará de advertir la diferencia que existe entre estos terrores sugestivos, artísticamente ejecutados y - usando las palabras del profesor Saintsbury - “el racionalismo genial, pero más bien árido de Ann Radcliffe y las extravagancias a menudo pueriles y el estilo a veces desmañado de Lewis”. El estilo de Maturin merece ser elogiado muy especialmente, ya que su vigorosa rectitud y vitalidad lo distingue de los pomposos artificios de sus contemporáneos en el género. En su historia de la novela gótica, la profesora Edith Birkhead observa con justeza que “con todos sus defectos, Maturin ha sido el más grande a la par que el último de los góticos”. Melmoth fue muy leído y llevado a la escena, pero el hecho de haberse publicado en las postrimerías de la moda, le privó de la tumultuosa popularidad de Udolfo y El Monje. 24

5. EL LEGADO DE LA NOVELA GÓTlCA Mientras tanto otras manos no habían permanecido indolentes, y por encima de la temible plétora de mediocridades como Horrid Mysteries del marqués Von Grosse (1796), Children of the Abbey de la señora Rocha (1798), Zofloya or the Moor de la señora Dacre (1806) y los esfuerzos juveniles del poeta Shelley, Zastrozzi (1810) y St. Irvine (1811), surgieron muchas obras memorables tanto en inglés como en alemán. Entre ellas sobresale la Historia del Califa Vathek, del opulento y excéntrico William Beckford, una obra de mérito clásico y sumamente distinta a la de los otros escritores al estar basada en los cuentos orientales más que en la novela gótica a la manera de Walpole. La obra fue escrita originalmente en francés, pero publicada en traducción inglesa antes de la edición del manuscrito original. Los relatos orientales, puestos de moda en la literatura europea a comienzos del siglo XVIII a través de la versión francesa de las inagotables Mil y una Noches por Galland, se habían convertido en un modelo y se utilizaron tanto en forma alegórica, como en divertimento. El fino y malicioso humor de la mente oriental para entretejer lo misterioso, cautivó a toda una generación hasta el extremo de que los nombres de resonancia exótica se extendieron a través de la literatura popular, lo mismo que habría de suceder con los apellidos españoles e italianos. Beckford, aficionado a la novela oriental, supo captar la atmósfera con extraordinaria facilidad y en su novela refleja admirablemente la arrogante suntuosidad, el astuto desengaño, la socarrona crueldad, la cortés perfidia y el horror insidiosamente espectral del espíritu sarraceno. Los toques de lo ridículo rara vez desvirtúan la fuerza de sus temas siniestros, y la historia fluye en medio de una pompa fantasmagórica en donde nos parece escuchar la risa del festín de los esqueletos bajo las cúpulas adornadas de arabescos. 25

<strong>com</strong>posición.<br />

Finalm<strong>en</strong>te, los coloquios de John y Moscada se v<strong>en</strong> interrumpidos<br />

por la llegada del propio Metmoth, cuyos ojos, antaño tan p<strong>en</strong>etrantes,<br />

demuestran ahora la decrepitud que va apoderándose de su persona.<br />

Se aproxima el fin de su pacto con el demonio y después de un siglo<br />

y medio de andanzas por el mundo, regresa al hogar para su última cita con<br />

el destino. Advierte a los dos hombres que no p<strong>en</strong>etr<strong>en</strong> <strong>en</strong> su habitación<br />

durante la noche, no importa las ruidos que pudieran escuchar, y que<br />

aguardará su fin <strong>en</strong> soledad. John y Moncada escuchan unos aullidos<br />

espantosos, pero no intervi<strong>en</strong><strong>en</strong> hasta que la calma se restablece al apuntar<br />

el amanecer. Se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran con la habitación vacía. Unas pisadas que han<br />

dejado restos de arcilla conduc<strong>en</strong> desde la puerta hasta un acantilado que se<br />

levanta junto al mar, y al borde del precipicio hay indicios de un cuerpo<br />

arrastrado. La bufanda del Errabundo es visible <strong>en</strong> una roca a cierta<br />

distancia del borde del acantilado, pero nunca más se verá ni se oirá hablar<br />

de Melmoth.<br />

Nadie dejará de advertir la difer<strong>en</strong>cia que existe <strong>en</strong>tre estos terrores<br />

sugestivos, artísticam<strong>en</strong>te ejecutados y - usando las palabras del profesor<br />

Saintsbury - “el racionalismo g<strong>en</strong>ial, pero más bi<strong>en</strong> árido de Ann Radcliffe<br />

y las extravagancias a m<strong>en</strong>udo pueriles y el estilo a veces desmañado de<br />

Lewis”.<br />

El estilo de Maturin merece ser elogiado muy especialm<strong>en</strong>te, ya que<br />

su vigorosa rectitud y vitalidad lo distingue de los pomposos artificios de<br />

sus contemporáneos <strong>en</strong> el género. En su historia de la novela gótica, la<br />

profesora Edith Birkhead observa con justeza que “con todos sus defectos,<br />

Maturin ha sido el más grande a la par que el último de los góticos”.<br />

Melmoth fue muy leído y llevado a la esc<strong>en</strong>a, pero el hecho de haberse<br />

publicado <strong>en</strong> las postrimerías de la moda, le privó de la tumultuosa<br />

popularidad de Udolfo y El Monje.<br />

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