H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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Así, por fin, la Tierra estuvo muerta. El último superviviente, digno de lástima, había perecido. Los incontables miles de millones, los lentos eones, los imperios y civilizaciones de la humanidad se resumían en aquella pobre forma retorcida... ¡y cuán titánico sinsentido fue todo! Ahora, en efecto, había llegado un final y clímax para todos los esfuerzos de la humanidad... ¡cuán monstruoso e increíble clímax a ojos de aquellos pobres necios complacientes de los días prósperos! Nunca más conocería el planeta el atronador hollar de millones de humanos... ni el reptar de los lagartos o el zumbido de insectos, ya que-ellos también se habían ido. Había llegado el reino de las ramas sin savia y de los interminables campos de marchita hierba. La Tierra, como su fría e imperturbable luna, se había sumido en el silencio y la oscuridad para siempre. Las estrellas ronroneaban; el mismo plan descuidado continuaría por desconocidas infinidades. Este final trivial para un episodio insignificante no importaba a las distantes nebulosas o a los soles naciendo, floreciendo y muriendo. La estirpe del hombre, demasiado minúscula y efímera para tener una función o propósito reales, era tal conclusión le habían como si nunca hubiera existido. A tal conclusión le habian llevado los eones de su ridícula y tramposa evolución. Pero cuando los mortíferos rayos del sol naciente se derramaron por el valle, una luz alcanzó el fatigado rostro de una quebrada figura que yacía en el fango. 184

HONGOS DE YUGGOTH Poemas de horror cósmico H. P. Lovecraft VIENTOS ESTELARES Es la hora de la penumbra crepuscular, Casi siempre en otoño, cuando el viento estelar se precipita Por las calles altas de la colina, que aunque desiertas Muestran ya luces tempranas en cómodas habitaciones. Las hojas secas danzan con giros extraños y fantásticos, Y el humo de las chimeneas se arremolina con gracia etérea Siguiendo las geometrías del espacio exterior, Mientras Fomalhaut se asoma por las brumas del Sur. Ésta es la hora en que los poetas lunáticos saben Qué hongos brotan en Yugoth, y qué perfumes Y matices de flores, desconocidos en nuestros pobres Jardines terrestres, llenan los continentes de Nithon. ¡Pero por cada sueño que nos traen estos vientos Nos arrebatan una docena de los nuestros! SIRENAS PORTUARIAS Por encima de viejos tejados y agujas desconchadas Las sirenas del puerto cantan durante toda la noche; Gargantas venidas de puertos extraños, de blancas playas lejanas 185

Así, por fin, la Tierra estuvo muerta. El último supervivi<strong>en</strong>te, digno<br />

de lástima, había perecido. Los incontables miles de millones, los l<strong>en</strong>tos<br />

eones, los imperios y civilizaciones de la humanidad se resumían <strong>en</strong><br />

aquella pobre forma retorcida... ¡y cuán titánico sins<strong>en</strong>tido fue todo! Ahora,<br />

<strong>en</strong> efecto, había llegado un final y clímax para todos los esfuerzos de la<br />

humanidad... ¡cuán monstruoso e increíble clímax a ojos de aquellos pobres<br />

necios <strong>com</strong>placi<strong>en</strong>tes de los días prósperos! Nunca más conocería el<br />

planeta el atronador hollar de millones de humanos... ni el reptar de los<br />

lagartos o el zumbido de insectos, ya que-ellos también se habían ido.<br />

Había llegado el reino de las ramas sin savia y de los interminables campos<br />

de marchita hierba. La Tierra, <strong>com</strong>o su fría e imperturbable luna, se había<br />

sumido <strong>en</strong> el sil<strong>en</strong>cio y la oscuridad para siempre.<br />

Las estrellas ronroneaban; el mismo plan descuidado continuaría<br />

por desconocidas infinidades. Este final trivial para un episodio<br />

insignificante no importaba a las distantes nebulosas o a los soles naci<strong>en</strong>do,<br />

floreci<strong>en</strong>do y muri<strong>en</strong>do. La estirpe del hombre, demasiado minúscula y<br />

efímera para t<strong>en</strong>er una función o propósito reales, era tal conclusión le<br />

habían <strong>com</strong>o si nunca hubiera existido. A tal conclusión le habian llevado<br />

los eones de su ridícula y tramposa evolución.<br />

Pero cuando los mortíferos rayos del sol naci<strong>en</strong>te se derramaron por<br />

el valle, una luz alcanzó el fatigado rostro de una quebrada figura que yacía<br />

<strong>en</strong> el fango.<br />

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