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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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su cuerpo bestial <strong>com</strong>o las patas anteriores de una rana, y terminaban <strong>en</strong><br />

algo que, de no ser por las membranas que unían los dedos <strong>en</strong>tre sí,<br />

hubieran podido ser unas manos humanas.<br />

La esc<strong>en</strong>a no duró más que unos breves instantes.<br />

Entonces, con un gruñido <strong>en</strong>furecido - «Eh-ya-ya-ya-yaa-haah-<br />

ngh’aaa-h’yuh-h’yuh»-, el gigantesco monstruo se levantó y se abalanzó<br />

sobre Abner.<br />

Su reacción fue instantánea, nacida de una terrible y explosiva<br />

revelación. Lanzó la lámpara ll<strong>en</strong>a de petróleo hacia el monstruo que se<br />

echaba sobre él.<br />

El fuego <strong>en</strong>volvió a la bestia. Se detuvo y empezó a tocarse<br />

desesperadam<strong>en</strong>te el cuerpo ardi<strong>en</strong>do, sin percatarse de las llamas que<br />

surgían de la cama, detrás de ella, y <strong>en</strong> el suelo de la habitación. Al mismo<br />

tiempo, el timbre de su voz varió, y de profundo gruñido se transformó <strong>en</strong><br />

un escalofriante gemido: «¡Mama-mama-ma-aa-ma-aa-ma-aah!»»<br />

Abner cerró la puerta y salió corri<strong>en</strong>do.<br />

Bajó las escaleras, tropezando, cruzó apresuradam<strong>en</strong>te las<br />

habitaciones de abajo; con el corazón lati<strong>en</strong>do locam<strong>en</strong>te, salió de la casa.<br />

Medio cegado por el miedo, se metió <strong>en</strong> el coche, dio al contacto, y se alejó<br />

de ese maldito lugar del que ya salía humo, mi<strong>en</strong>tras las llamas se<br />

ext<strong>en</strong>dían por la armazón de madera de la casa y empezaban a reflejar su<br />

rojizo color <strong>en</strong> el cielo.<br />

A través de Dunwich, por el pu<strong>en</strong>te cubierto, conducía <strong>com</strong>o un<br />

poseso. Mant<strong>en</strong>ía los ojos <strong>en</strong>trecerrados, <strong>com</strong>o para borrar para siempre la<br />

esc<strong>en</strong>a que había pres<strong>en</strong>ciado, mi<strong>en</strong>tras las oscuras montañas parecían<br />

querer atraparlo y el coro de las ranas y de las chotacabras se burlaba de él.<br />

Pero nada podía borrar esta definitiva y fulgurante revelación que se<br />

había grabado <strong>en</strong> su m<strong>en</strong>te. Ahora sabía que la clave la había t<strong>en</strong>ido todo el<br />

tiempo, pese a que no lograra reconocerla, <strong>en</strong> sus propios recuerdos y <strong>en</strong> las<br />

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