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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to las anotaciones <strong>en</strong> apari<strong>en</strong>cia inconexas que había estado<br />

ley<strong>en</strong>do. Todas las supersticiones de su familia le vinieron a la m<strong>en</strong>te.<br />

Recordó especialm<strong>en</strong>te aquellas <strong>en</strong> las que las ranas, las chotacabras y los<br />

búhos presagiaban la muerte. Por asociación de ideas, las ranas trajeron la<br />

imag<strong>en</strong> de la grotesca caricatura de un miembro del clan Marsh de<br />

Innsmouth, según la describía una de las cartas que Luther Whateley había<br />

conservado durante años.<br />

Con asombro, Abner se dio cu<strong>en</strong>ta de que un p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to tan<br />

casual le sumía <strong>en</strong> la perplejidad. El croar de las ranas y de los sapos se<br />

volvía cada vez más insist<strong>en</strong>te. Pero, <strong>com</strong>o los batracios siempre habían<br />

abundado <strong>en</strong> Dunwich, no había forma de saber cuánto tiempo llevaban<br />

croando <strong>en</strong> torno a la vieja casa de los Whateley. Abner no p<strong>en</strong>só ni un solo<br />

instante que su llegada tuviera algo que ver con aquello. Lo achacaba a la<br />

proximidad del Miskatonic. A su juicio, la vieja zona pantanosa que<br />

lindaba con Dunwich <strong>en</strong> la otra orilla del río explicaba la pres<strong>en</strong>cia de<br />

tantas ranas.<br />

La exasperación y la preocupación que le causaban las ranas se<br />

desvanecieron. Estaba cansado. Se levantó y puso el libro de Luther<br />

Whateley d<strong>en</strong>tro de una de sus maletas, con la int<strong>en</strong>ción de llevárselo<br />

cuando se marchase y no deshacerse de él hasta arrancarle alguna<br />

deducción. En alguna parte t<strong>en</strong>ía que existir una clave. Si era cierto que<br />

habían ocurrido espeluznantes acontecimi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> aquella zona, t<strong>en</strong>ía que<br />

existir algo más <strong>com</strong>pleto que las anotaciones lacónicas de Luther<br />

Whateley. No se conseguiría nada con preguntar a la g<strong>en</strong>te de Dunwich;<br />

Abner sabía que mant<strong>en</strong>drían un sil<strong>en</strong>cio absoluto ante un forastero <strong>com</strong>o<br />

él, a pesar de su par<strong>en</strong>tesco con muchos de los vecinos.<br />

Entonces p<strong>en</strong>só <strong>en</strong> los montones de periódicos, aún colocados fuera<br />

para ser quemados, y a pesar de su cansancio, empezó a repasar los<br />

montones del Aylesbury Transcript. Allí, de cuando <strong>en</strong> cuando, <strong>en</strong>contraba<br />

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