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comenzando con la traducción de algunos relatos orientales bajo el reinado de Ana y continuando con la poesía, en expresiones que cobraban nuevos matices de extrañeza, de maravilla y estremecimiento. Despertaba la era romántica, con su exaltación de la naturaleza, la irradiación de los esplendores del pasado, de los paisajes extraños, las gestas temerarias y los prodigios increíbles. Y finalmente, tras la tímida aparición de algunas escenas fantásticas en las novelas de la época, como por ejemplo Adventures of Ferdinand, Count Fathom de Tobías Smollett, el instinto de lo maravilloso cristalizó en el surgimiento de una nueva moda literaria: novela “Gótica”, plena de horror y fantasía, cuya progenie habría de ser numerosa y, en muchos casos, resplandeciente de mérito artístico. No deja de ser francamente asombroso, cuando se medita en ello, que la literatura fantástica como forma literaria establecida y reconocida, tardara tanto en nacer y afincarse definitivamente. Los sentimientos que forman su esencia son tan viejos como el hombre, pero es un hecho que los típicos relatos sobrenaturales son, para la literatura, un vástago del siglo XVIII. 3. EL COMIENZO DE LA NOVELA GÓTICA Los paisajes brumosos y espectrales del Ossian de James Macpherson, las visiones caóticas de William Blake, el grotesco brujeril del Tam 0'Shanter de Robert Burns, el siniestro diabolismo de Christabel y El viejo marinero de Coleridge, el encanto misterioso del Kilmeny de James Hong, y los vislumbres de horror cósmico que figuran en Lamia y otros poemas de John Keats, ilustran la importancia de lo sobrenatural en la literatura romántica británica. Nuestros primos germanos se mostraron igualmente sensibles a esta corriente, y las famosas baladas Leonora y El cazador salvaje de Gottfried Bürger - ambas imitadas en inglés por Walter Scottconstituyen sólo un 12

ejemplo de la riqueza de las fuentes legendarias alemanas. El poeta Thomas Moore adaptó en base a dichas fuentes la leyenda de la estatua espectral (utilizada luego por Prosper Merimée en su Venus d'Ille) y que resuena de un modo tan estremecedor en su balada The Ring (El anillo); mientras que la obra maestra de Goethe, Fausto, transpone el reino de las baladas para convertirse en la clásica tragedia de las edades y puede contemplarse como la culminación del impulso poético germano. Sin embargo, fue el cosmopolita y elegante inglés Horace Walpole quien le dio forma definitiva a la literatura macabra y se convirtió en su autentico fundador. Amante de los romances y los misterios medievales, Walpole, que residía en un pintoresco castillo de estilo gótico en Strawberry Hill, publicó en l764 El castillo de Otranto, una novela de argumento sobrenatural que, con toda su mediocridad y falta de convicción, estaba destinada a ejercer una influencia, casi sin precedentes en la literatura fantástica. Publicada en un principio como si fuera una adaptación del italiano de la obra de un mítico Onofrio Muralto, Walpole reconoció más tarde su autoría, agradablemente sorprendido de su inmediata y amplia popularidad, popularidad que se extendió a varias ediciones, a su puesta en escena coma obra dramática y a toda una serie de imitaciones tanto en Inglaterra como en Alemania. La historia, aburrida, artificial y melodramática, se debilita por un estilo “elegante” y prosaico cuya donosidad cortés no permite crear, en ningún momento, una auténtica atmósfera sobrenatural. El argumento nos habla de Manfredo, un príncipe usurpador y sin escrúpulos dispuesto a fundar una dinastía. Tras la muerte misteriosa de su único hijo, Conrad, cuando el joven estaba a punto de casarse, Manfredo 16 intenta repudiar a su esposa Hipólita para casarse con la mujer destinada a su desventurado hijo, el cual, dicho sea de paso, ha sido aplastado por la caída inexplicable de un gigantesco yelmo en el patio del castillo Isabel, la joven viuda, 13

ejemplo de la riqueza de las fu<strong>en</strong>tes leg<strong>en</strong>darias alemanas. El poeta Thomas<br />

Moore adaptó <strong>en</strong> base a dichas fu<strong>en</strong>tes la ley<strong>en</strong>da de la estatua espectral<br />

(utilizada luego por Prosper Merimée <strong>en</strong> su V<strong>en</strong>us d'Ille) y que resu<strong>en</strong>a de<br />

un modo tan estremecedor <strong>en</strong> su balada The Ring (El anillo); mi<strong>en</strong>tras que<br />

la obra maestra de Goethe, Fausto, transpone el reino de las baladas para<br />

convertirse <strong>en</strong> la clásica tragedia de las edades y puede contemplarse <strong>com</strong>o<br />

la culminación del impulso poético germano.<br />

Sin embargo, fue el cosmopolita y elegante inglés Horace Walpole<br />

qui<strong>en</strong> le dio forma definitiva a la literatura macabra y se convirtió <strong>en</strong> su<br />

aut<strong>en</strong>tico fundador. Amante de los romances y los misterios medievales,<br />

Walpole, que residía <strong>en</strong> un pintoresco castillo de estilo gótico <strong>en</strong><br />

Strawberry Hill, publicó <strong>en</strong> l764 El castillo de Otranto, una novela de<br />

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estaba destinada a ejercer una influ<strong>en</strong>cia, casi sin preced<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la<br />

literatura fantástica. Publicada <strong>en</strong> un principio <strong>com</strong>o si fuera una<br />

adaptación del italiano de la obra de un mítico Onofrio Muralto, Walpole<br />

reconoció más tarde su autoría, agradablem<strong>en</strong>te sorpr<strong>en</strong>dido de su<br />

inmediata y amplia popularidad, popularidad que se ext<strong>en</strong>dió a varias<br />

ediciones, a su puesta <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a <strong>com</strong>a obra dramática y a toda una serie de<br />

imitaciones tanto <strong>en</strong> Inglaterra <strong>com</strong>o <strong>en</strong> Alemania.<br />

La historia, aburrida, artificial y melodramática, se debilita por un<br />

estilo “elegante” y prosaico cuya donosidad cortés no permite crear, <strong>en</strong><br />

ningún mom<strong>en</strong>to, una auténtica atmósfera sobr<strong>en</strong>atural. El argum<strong>en</strong>to nos<br />

habla de Manfredo, un príncipe usurpador y sin escrúpulos dispuesto a<br />

fundar una dinastía. Tras la muerte misteriosa de su único hijo, Conrad,<br />

cuando el jov<strong>en</strong> estaba a punto de casarse, Manfredo 16 int<strong>en</strong>ta repudiar a<br />

su esposa Hipólita para casarse con la mujer destinada a su desv<strong>en</strong>turado<br />

hijo, el cual, dicho sea de paso, ha sido aplastado por la caída inexplicable<br />

de un gigantesco yelmo <strong>en</strong> el patio del castillo Isabel, la jov<strong>en</strong> viuda,<br />

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