H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
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Se deslizó con rapidez hasta el suelo, mirándome con odio, con ojos que se enturbiaban con rapidez. Su carne cambió de blanco a negro, y luego a amarillo. Vi con horror que su cuerpo parecía desmoronarse y que sus ropajes caían en el vacío. La botella que tenía en la mano estaba calentándose. La miré, espantado. Resplandecía con débil fosforescencia. Lleno de miedo, la dejé en la mesa, pero no podía apartar los ojos de ella. Hubo un ominoso momento de silencio mientras se volvía cada vez más brillante, y luego llegó hasta mis oídos, con claridad, el sonido de tierra removida. Boqueando, me acerqué a mirar a la ventana. La luna estaba ahora alta en el cielo y, gracias a su luz, pude ver que la cruz nueva situada sobre la tumba de Vanderhoof había caído del todo. De nuevo me llegó el rechinar de la grava y ya no pude controlarme por más tiempo, por lo que me lancé tambaleante por las escaleras y escapé por las puertas. Fui corriendo por el suelo desigual, cayendo de vez en cuando, lleno de abyecto terror. Cuando llegué al pie del montículo y de la entrada de ese tenebroso túnel bajo los sauces, escuché un horrible rugido a mis espaldas. Me giré y miré hacia la iglesia. Su muro reflejaba la luz de la luna y, silueteada contra el mismo, había una sombra gigante, negra y espantosa que salía de la tumba de mi tío y avanzaba torpemente hacia la iglesia. Conté lo que había sucedido a un grupo de ciudadanos, en el almacén de Haines, a la mañana siguiente. Me percaté de que se miraban unos a otros con leves sonrisas mientras yo hablaba, pero cuando los invité a acompañarme al lugar, dieron diversas excusas para rehusar. Aunque parecía existir un límite a su credulidad, tampoco querían correr riesgos. Les dije que iría entonces solo, aunque debo confesar que tal cosa no me agradaba nada. Al salir del almacén, un anciano de barba larga y blanca se me acercó presuroso y me tomó del brazo. 112
- Yo te acompañaré, chico – dijo -. Me parece que una vez escuché a mi abuelo contar algo sobre lo que le ocurrió al viejo reverendo Slott. Era un tipo raro, por lo que oí, pero Vanderhoof era aún peor. La tumba del reverendo Vanderhoof estaba abierta y vacía cuando llegamos. Por supuesto que pudo ser obra de ladrones de tumbas, en eso convinimos ambos, pero... La botella que había dejado sobre la mesa del campanario ya no estaba, aunque sí los restos de la otra, rota, en el suelo. Y, sobre el montón de ropas caídas y cenizas amarillas que una vez fueran Abel Foster, había ciertas pisadas inmensas. Tras echar un vistazo a algunos de los libros y papeles desparramados por la estancia del campanario, los trasladamos abajo y los quemamos, ya que eran cosas sucias e impías. Con una azada que encontramos en el sótano de la iglesia, rellenamos la tumba de Johannes Vanderhoof y, por último, arrojamos la cruz caída a las llamas. Las viejas dicen que ahora, cuando la luna es llena, se ve pasear por el cementerio a una figura gigantesca y desconcertada que sostiene una botella y se dirige hacia algún destino olvidado. LA HOYA DE LAS BRUJAS H. P. Lovecraft & August Derleth El Distrito Escolar Número Siete lindaba con una región salvaje situada al oeste de Arkham. Se alzaba en el centro de una pequeña alameda de robles, algunos olmos y uno o dos arces. La carretera conducía por un lado a Arkham y por el otro se perdía en los oscuros bosques de poniente. Cuando tomé posesión de mi nuevo cargo de maestro, a primeros de 113
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- Yo te a<strong>com</strong>pañaré, chico – dijo -. Me parece que una vez escuché<br />
a mi abuelo contar algo sobre lo que le ocurrió al viejo rever<strong>en</strong>do Slott. Era<br />
un tipo raro, por lo que oí, pero Vanderhoof era aún peor.<br />
La tumba del rever<strong>en</strong>do Vanderhoof estaba abierta y vacía cuando<br />
llegamos. Por supuesto que pudo ser obra de ladrones de tumbas, <strong>en</strong> eso<br />
convinimos ambos, pero... La botella que había dejado sobre la mesa del<br />
campanario ya no estaba, aunque sí los restos de la otra, rota, <strong>en</strong> el suelo.<br />
Y, sobre el montón de ropas caídas y c<strong>en</strong>izas amarillas que una vez fueran<br />
Abel Foster, había ciertas pisadas inm<strong>en</strong>sas.<br />
Tras echar un vistazo a algunos de los libros y papeles<br />
desparramados por la estancia del campanario, los trasladamos abajo y los<br />
quemamos, ya que eran cosas sucias e impías. Con una azada que<br />
<strong>en</strong>contramos <strong>en</strong> el sótano de la iglesia, rell<strong>en</strong>amos la tumba de Johannes<br />
Vanderhoof y, por último, arrojamos la cruz caída a las llamas.<br />
Las viejas dic<strong>en</strong> que ahora, cuando la luna es ll<strong>en</strong>a, se ve pasear por<br />
el cem<strong>en</strong>terio a una figura gigantesca y desconcertada que sosti<strong>en</strong>e una<br />
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LA HOYA DE LAS BRUJAS<br />
H. P. <strong>Lovecraft</strong> & August Derleth<br />
El Distrito Escolar Número Siete lindaba con una región salvaje<br />
situada al oeste de Arkham. Se alzaba <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de una pequeña alameda<br />
de robles, algunos olmos y uno o dos arces. La carretera conducía por un<br />
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