H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

gutenscape.com
from gutenscape.com More from this publisher
19.06.2013 Views

silencio era tan completo como antes. Tanteando por el borde de la puerta, di con los goznes, saqué los pasadores e hice que la puerta se venciera hacia mí. Una luz tenue llegaba de un empinado tramo de peldaños. Había un abrumador olor a güisqui. Ahora pude oír a alguien que se movía en la habitación de la torre, situada arriba. Cuando aventuré un bajo «hola», creí recibir un graznido en respuesta y, con cautela, ascendí por las escaleras. Mi primera visión de ese lugar impío fue, de hecho, bastante impactante. Por toda la pequeña habitación había libros y manuscritos, viejos y polvorientos... objetos extraños de una edad casi increíble. En las baldas de estantes que llegaban hasta el techo había cosas horribles en jarras y botellas de cristal... serpientes, lagartos y murciélagos. El polvo, el moho y las telarañas lo cubrían todo. En el centro, detrás de una mesa sobre la que había una vela encendida, una botella de güisqui casi vacía y un vaso, se encontraba una figura inmóvil de rostro flaco, demacrado y consumido, con ojos salvajes que miraban al vacío. Reconocí a Abel Foster, el viejo sacristán, al instante. No se movió ni habló mientras yo me acercaba lenta y temerosamente. - ¿Señor Foster? - pregunté, temblando de miedo incontrolable cuando escuché los ecos de mi voz resonando en aquel cuarto. No recibí respuesta, y la figura detrás de la mesa no se movió. Me pregunté si no estaría bebido hasta la insensibilidad, y fui hasta la mesa para sacudirlo. Pero al simple toque de mi brazo en su hombro, el extraño anciano dio un bote en su silla, como si hubiera recibido un susto de muerte. Sus ojos, que hasta entonces habían estado mirando al vacío, se clavaron en mí. Agitando los brazos como mayales, retrocedió. – ¡No! – gritaba –. ¡No me toques! ¡Atrás! ¡Atrás! Vi que estaba borracho, así como atenazado por algún tipo de terror indescriptible. Usando un tono calmado, le dije quién era y a lo que había ido. Pareció entender difusamente y se desplomó en su silla, para quedarse 108

sentado flácido e inmóvil. – Creí que era él – murmuró –. Pensé que era él que había vuelto. Está tratando de hacerlo... tratando de salir desde que lo metí ahí dentro – su voz se alzó de nuevo hasta convertirse en un grito, y se agazapó en la silla –. ¡Quizá ya haya logrado salir! ¡Quizá está fuera! Miré a mi alrededor, casi esperando que alguna forma espectral subiese por las escaleras. – ¿Quién puede estar fuera? – pregunté. – ¡Vanderhoof! – aulló –. ¡La cruz de su tumba se cae por las noches! Cada mañana la tierra aparece removida y resulta más difícil mantenerla dentro. Va a escaparse y no puedo hacer nada para evitarlo. Obligándolo a volver a la silla, me senen una caja cercana. Temblaba presa de un terror mortal, y la saliva le goteaba por las comisuras de la boca. De vez en cuando, yo mismo sentía esa sensación de horror que Haines me había descrito al hablar del viejo sacristán. La verdad es que había algo inquietante en aquel tipo. La cabeza se le había ahora vencido sobre el pecho, y parecía más calmado, mientras musitaba para sí mismo. Me levanté despacio y abrí una ventana para que los vapores del güisqui y el hedor mohoso de la muerte se despejaran. La luz de una difusa luna, que acababa de salir, hacía los objetos de fuera levemente visibles. Podía ver la tumba del reverendo Vanderhoof desde mi lugar en el campanario, y parpadeé al mirar. ¡Esa cruz estaba ladeada! Recordaba que estaba en posición vertical hacía una hora. El miedo me asaltó de nuevo. Me giré con rapidez. Foster estaba sentado en su silla, observándome. Su mirada era más cuerda que hacía un rato. – Así que usted es el sobrino de Vanderhoof – murmuró con voz nasal –. Bueno, entonces tiene derecho a saberlo todo. Volverá dentro de no mucho a buscarme... no tardará más que lo que le cueste salir de la tumba. Así que se lo voy a contar todo. 109

s<strong>en</strong>tado flácido e inmóvil.<br />

– Creí que era él – murmuró –. P<strong>en</strong>sé que era él que había vuelto.<br />

Está tratando de hacerlo... tratando de salir desde que lo metí ahí d<strong>en</strong>tro –<br />

su voz se alzó de nuevo hasta convertirse <strong>en</strong> un grito, y se agazapó <strong>en</strong> la<br />

silla –. ¡Quizá ya haya logrado salir! ¡Quizá está fuera!<br />

Miré a mi alrededor, casi esperando que alguna forma espectral<br />

subiese por las escaleras.<br />

– ¿Quién puede estar fuera? – pregunté.<br />

– ¡Vanderhoof! – aulló –. ¡La cruz de su tumba se cae por las<br />

noches! Cada mañana la tierra aparece removida y resulta más difícil<br />

mant<strong>en</strong>erla d<strong>en</strong>tro. Va a escaparse y no puedo hacer nada para evitarlo.<br />

Obligándolo a volver a la silla, me s<strong>en</strong>té <strong>en</strong> una caja cercana.<br />

Temblaba presa de un terror mortal, y la saliva le goteaba por las <strong>com</strong>isuras<br />

de la boca. De vez <strong>en</strong> cuando, yo mismo s<strong>en</strong>tía esa s<strong>en</strong>sación de horror que<br />

Haines me había descrito al hablar del viejo sacristán. La verdad es que<br />

había algo inquietante <strong>en</strong> aquel tipo. La cabeza se le había ahora v<strong>en</strong>cido<br />

sobre el pecho, y parecía más calmado, mi<strong>en</strong>tras musitaba para sí mismo.<br />

Me levanté despacio y abrí una v<strong>en</strong>tana para que los vapores del<br />

güisqui y el hedor mohoso de la muerte se despejaran. La luz de una difusa<br />

luna, que acababa de salir, hacía los objetos de fuera levem<strong>en</strong>te visibles.<br />

Podía ver la tumba del rever<strong>en</strong>do Vanderhoof desde mi lugar <strong>en</strong> el<br />

campanario, y parpadeé al mirar. ¡Esa cruz estaba ladeada! Recordaba que<br />

estaba <strong>en</strong> posición vertical hacía una hora. El miedo me asaltó de nuevo.<br />

Me giré con rapidez. Foster estaba s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> su silla, observándome. Su<br />

mirada era más cuerda que hacía un rato.<br />

– Así que usted es el sobrino de Vanderhoof – murmuró con voz<br />

nasal –. Bu<strong>en</strong>o, <strong>en</strong>tonces ti<strong>en</strong>e derecho a saberlo todo. Volverá d<strong>en</strong>tro de no<br />

mucho a buscarme... no tardará más que lo que le cueste salir de la tumba.<br />

Así que se lo voy a contar todo.<br />

109

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!