ECCLESIA IN AMERICA
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(230) Además de la defensa de la vida, se ha de intensificar, a través de múltiples<br />
instituciones pastorales, una activa promoción de las adopciones y una constante asistencia<br />
a las mujeres con problemas por su embarazo, tanto antes como después del nacimiento<br />
del hijo. Se ha de dedicar además una especial atención pastoral a las mujeres que han<br />
padecido o procurado activamente el aborto. (231)<br />
Doy gracias a Dios y manifiesto mi vivo aprecio a los hermanos y hermanas en la fe que en<br />
América, unidos a otros cristianos y a innumerables personas de buena voluntad, están<br />
comprometidos a defender con los medios legales la vida y a proteger al no nacido, al<br />
enfermo incurable y a los discapacitados. Su acción es aún más laudable si se consideran la<br />
indiferencia de muchos, las insidias eugenésicas y los atentados contra la vida y la dignidad<br />
humana, que diariamente se cometen por todas partes. (232)<br />
Esta misma solicitud se ha de tener con los ancianos, a veces descuidados y abandonados.<br />
Ellos deben ser respetados como personas. Es importante poner en práctica para ellos<br />
iniciativas de acogida y asistencia que promuevan sus derechos y aseguren, en la medida<br />
de lo posible, su bienestar físico y espiritual. Los ancianos deben ser protegidos de las<br />
situaciones y presiones que podrían empujarlos al suicidio; en particular han de ser<br />
sostenidos contra la tentación del suicidio asistido y de la eutanasia.<br />
Junto con los Pastores del pueblo de Dios en América, dirijo un llamado a “los católicos<br />
que trabajan en el campo médico-sanitario y a quienes ejercen cargos públicos, así como a<br />
los que se dedican a la enseñanza, para que hagan todo lo posible por defender las vidas<br />
que corren más peligro, actuando con una conciencia rectamente formada según la<br />
doctrina católica. Los Obispos y los presbíteros tienen, en este sentido, la especial<br />
responsabilidad de dar testimonio incansable en favor del Evangelio de la vida y de<br />
exhortar a los fieles para que actúen en consecuencia”. (233) Al mismo tiempo, es preciso<br />
que la Iglesia en América ilumine con oportunas intervenciones la toma de decisiones de<br />
los cuerpos legislativos, animando a los ciudadanos, tanto a los católicos como a los demás<br />
hombres de buena voluntad, a crear organizaciones para promover buenos proyectos de<br />
ley y así se impidan aquellos otros que amenazan a la familia y la vida, que son dos<br />
realidades inseparables. En nuestros días hay que tener especialmente presente todo lo que<br />
se refiere a la investigación embrionaria, para que de ningún modo se vulnere la dignidad<br />
humana.<br />
Los pueblos indígenas y los americanos de origen africano<br />
64. Si la Iglesia en América, fiel al Evangelio de Cristo, desea recorre el camino de la<br />
solidaridad, debe dedicar una especial atención a aquellas etnias que todavía hoy son<br />
objeto de discriminaciones injustas. En efecto, hay que erradicar todo intento de<br />
marginación contra las poblaciones indígenas. Ello implica, en primer lugar, que se deben<br />
respetar sus tierras y los pactos contraídos con ellos; igualmente, hay que atender a sus<br />
legítimas necesidades sociales, sanitarias y culturales. Habrá que recordar la necesidad de<br />
reconciliación entre los pueblos indígenas y las sociedades en las que viven.<br />
Quiero recordar ahora que los americanos de origen africano siguen sufriendo también, en<br />
algunas partes, prejuicios étnicos, que son un obstáculo importante para su encuentro con