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ECCLESIA IN AMERICA

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ausencia de los principios morales que deben regir la vida de todo hombre. Sin una<br />

referencia moral se cae en un afán ilimitado de riqueza y de poder, que ofusca toda visión<br />

evangélica de la realidad social.<br />

No pocas veces, esto provoca que algunas instancias públicas se despreocupen de la<br />

situación social. Cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido<br />

como “neoliberalismo”; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista<br />

del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en<br />

detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha<br />

convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar<br />

en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los<br />

pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras<br />

frecuentemente injustas. (207)<br />

La mejor respuesta, desde el Evangelio, a esta dramática situación es la promoción de la<br />

solidaridad y de la paz, que hagan efectivamente realidad la justicia. Para esto se ha de<br />

alentar y ayudar a aquellos que son ejemplo de honradez en la administración del erario<br />

público y de la justicia. Igualmente se ha de apoyar el proceso de democratización que está<br />

en marcha en América, (208) ya que en un sistema democrático son mayores las<br />

posibilidades de control que permiten evitar los abusos.<br />

“El Estado de Derecho es la condición necesaria para establecer una verdadera<br />

democracia”. (209) Para que ésta se pueda desarrollar, se precisa la educación cívica así<br />

como la promoción del orden público y de la paz en la convivencia civil. En efecto, “no<br />

hay una democracia verdadera y estable sin justicia social. Para esto es necesario que la<br />

Iglesia preste mayor atención a la formación de la conciencia, prepare dirigentes sociales<br />

para la vida publica en todos los niveles, promueva la educación ética, la observancia de la<br />

ley y de los derechos humanos y emplee un mayor esfuerzo en la formación ética de la<br />

clase política”. (210)<br />

El fundamento último de los derechos humanos<br />

57. Conviene recordar que el fundamento sobre el que se basan todos los derechos<br />

humanos es la dignidad de la persona. En efecto, “la mayor obra divina, el hombre, es<br />

imagen y semejanza de Dios. Jesús asumió nuestra naturaleza menos el pecado; promovió<br />

y defendió la dignidad de toda persona humana sin excepción alguna; murió por la libertad<br />

de todos. El Evangelio nos muestra cómo Jesucristo subrayó la centralidad de la persona<br />

humana en el orden natural (Cf. Lc 12, 22-29), en el orden social y en el orden religioso,<br />

incluso respecto a la Ley (Cf. Mc 2, 27); defendiendo el hombre y también la mujer (Cf. Jn<br />

8, 11) y los niños (Cf. Mt 19, 13-15), que en su tiempo y en su cultura ocupaban un lugar<br />

secundario en la sociedad. De la dignidad del hombre en cuanto hijo de Dios nacen los<br />

derechos humanos y las obligaciones”. (211) Por esta razón, “todo atropello a la dignidad<br />

del hombre es atropello al mismo Dios, de quien es imagen”. (212) Esta dignidad es común<br />

a todos los hombres sin excepción, ya que todos han sido creados a imagen de Dios (Cf.<br />

Gn 1, 26). La respuesta de Jesús a la pregunta “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10, 29) exige de<br />

cada uno una actitud de respeto por la dignidad del otro y de cuidado solícito hacia él,<br />

aunque se trate de un extranjero o un enemigo (Cf. Lc 10, 30-37). En toda América la

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