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ECCLESIA IN AMERICA

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La crisis actual del sacramento de la Penitencia, de la cual no está exenta la Iglesia en<br />

América, y sobre la que he expresado mi preocupación desde los comienzos mismos de mi<br />

pontificado,(93) podrá superarse por la acción pastoral continuada y paciente.<br />

A este respecto, los Padres sinodales piden justamente “que los sacerdotes dediquen el<br />

tiempo debido a la celebración del sacramento de la Penitencia, y que inviten insistente y<br />

vigorosamente a los fieles para que lo reciban, sin que los pastores descuiden su propia<br />

confesión frecuente”.(94) Los Obispos y los sacerdotes experimentan personalmente el<br />

misterioso encuentro con Cristo que perdona en el sacramento de la Penitencia, y son<br />

testigos privilegiados de su amor misericordioso.<br />

La Iglesia católica, que abarca a hombres y mujeres “de toda nación, razas, pueblos y<br />

lenguas” (Ap 7, 9), está llamada a ser, “en un mundo señalado por las divisiones<br />

ideológicas, étnicas, económicas y culturales”, el “signo vivo de la unidad de la familia<br />

humana”.(95) América, tanto en la compleja realidad de cada nación y la variedad de sus<br />

grupos étnicos, como en los rasgos que caracterizan todo el Continente, presenta muchas<br />

diversidades que no se han de ignorar y a las que se debe prestar atención. Gracias a un<br />

eficaz trabajo de integración entre todos los miembros del pueblo de Dios en cada país y<br />

entre los miembros de las Iglesias particulares de las diversas naciones, las diferencias de<br />

hoy podrán ser fuente de mutuo enriquecimiento. Como afirman justamente los Padres<br />

sinodales, “es de gran importancia que la Iglesia en toda América sea signo vivo de una<br />

comunión reconciliada y un llamado permanente a la solidaridad, un testimonio siempre<br />

presente en nuestros diversos sistemas políticos, económicos y sociales”.(96) Ésta es una<br />

aportación significativa que los creyentes pueden ofrecer a la unidad del Continente<br />

americano.<br />

La Iglesia, sacramento de comunión<br />

CAPÍTULO IV<br />

CAM<strong>IN</strong>O PARA LA COMUNIÓN<br />

“Como tú, Padre, en mí y yo en ti,<br />

que ellos también sean uno en nosotros” (Jn 17, 21)<br />

33. “Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesario proclamar con gozo y fe firme<br />

que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en la distinción, el cual llama a<br />

todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria. Es necesario<br />

proclamar que esta comunión es el proyecto magnífico de Dios [Padre]; que Jesucristo, que<br />

se ha hecho hombre, es el punto central de la misma comunión, y que el Espíritu Santo<br />

trabaja constantemente para crear la comunión y restaurarla cuando se hubiera roto. Es<br />

necesario proclamar que la Iglesia es signo e instrumento de la comunión querida por Dios,<br />

iniciada en el tiempo y dirigida a su perfección en la plenitud del Reino”.(97) La Iglesia es<br />

signo de comunión porque sus miembros, como sarmientos, participan de la misma vida de<br />

Cristo, la verdadera vid (Cf. Jn 15, 5). En efecto, por la comunión con Cristo, Cabeza del<br />

Cuerpo místico, entramos en comunión viva con todos los creyentes.

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