Obras completas Leyendas y cartas.pdf - Ataun
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espetuosamente y las mujeres llegaban a pedirle su bendición, considerándose dichosa la que podía alcanzar como reliquia y amuleto contra los maleficios un jirón de su raída sotana. Así vivía en paz y satisfecho con su suerte el bueno de mosén Gil; mas como no hay felicidad completa en el mundo, y el diablo anda de continuo buscando ocasión de hacer mal a sus enemigos, éste, sin duda, dispuso que por muerte de una hermana menor, viuda y pobre, viniese a parar a casa del caritativo cura una sobrina que él recibió con los brazos abiertos, y a la cual consideró desde aquel punto como apoyo providencial deparado por la bondad divina para consuelo de su vejez. Dorotea, que así se llamaba la heroína de esta verídica historia, contaba escasamente dieciocho abriles; parecía educada en un santo temor de Dios, un poco encogida en sus modales, melosa en el hablar y humilde en presencia de extraños, como todas las sobrinas de los curas que yo he conocido hasta ahora; pero tanto como la que más, o más que ninguna, preciada del atractivo de sus ojos negros y traidores, y amiga de emperejilarse y componerse. Esta afición a los trapos, según nosotros los hombres solemos decir, tan general en las muchachas de todas las clases y de todos los siglos, y
que en Dorotea predominaba exclusivamente sobre las demás aficiones, era causa continua de domésticos disturbios entre la sobrina y el tío, que contando con muy pocos recursos en su pobre curato de aldea, y siempre en la mayor estrechez a causa de su largueza para con los infelices, según él decía con una ingenuidad admirable, andaba desde que recibió las primeras órdenes procurando hacerse un manteo nuevo, y aún no había encontrado ocasión oportuna. De vez en cuando las discusiones a que daban lugar las peticiones de la sobrina solían agriarse, y ésta le echaba en cara las muchas necesidades a que estaban sujetos, y la desnudez en que ambos se veían por dar a los pobres no sólo lo superfluo, sino hasta lo necesario. Mosén Gil entonces, echando mano de los más deslumbradores argumentos de su cristiana oratoria, después de repetir que cuanto a los pobres se da a Dios se presta, acostumbraba a decirle que ño se apurase por una saya de más o de menos para los cuatro días que se han de estar en este valle de lágrimas y miserias, pues mientras más sufrimientos sobrellevase con resignación y más desnuda anduviese por amor hacia el prójimo, más pronto iría, no ya a la hoguera que se enciende los domingos en la plaza del lugar, y emperejilada con una mezquina saya de
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las demás aficiones, era causa continua de domésticos<br />
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con muy pocos recursos en su pobre curato de<br />
aldea, y siempre en la mayor estrechez a causa de<br />
su largueza para con los infelices, según él decía<br />
con una ingenuidad admirable, andaba desde que<br />
recibió las primeras órdenes procurando hacerse un<br />
manteo nuevo, y aún no había encontrado ocasión<br />
oportuna. De vez en cuando las discusiones a que<br />
daban lugar las peticiones de la sobrina solían<br />
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a que estaban sujetos, y la desnudez en<br />
que ambos se veían por dar a los pobres no sólo lo<br />
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argumentos de su cristiana oratoria, después de<br />
repetir que cuanto a los pobres se da a Dios se<br />
presta, acostumbraba a decirle que ño se apurase<br />
por una saya de más o de menos para los cuatro<br />
días que se han de estar en este valle de lágrimas y<br />
miserias, pues mientras más sufrimientos sobrellevase<br />
con resignación y más desnuda anduviese por<br />
amor hacia el prójimo, más pronto iría, no ya a la<br />
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