Obras completas Leyendas y cartas.pdf - Ataun

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Las hojas secas El sol se había puesto: las nubes, que cruzaban hechas jirones sobre mi cabeza, iban a amontonarse unas sobre otras en el horizonte lejano. El viento frío de las tardes de otoño arremolinaba las hojas secas a mis pies. Yo estaba sentado al borde de un camino, por donde siempre vuelven menos de los que van. No sé en qué pensaba, si en efecto pensaba entonces en alguna cosa. Mi alma temblaba a punto de lanzarse al espacio, como el pájaro tiembla y agita ligeramente las alas antes de levantar el vuelo. Hay momentos en que, merced a una serie de abstracciones, el espíritu se sustrae a cuanto le rodea, y replegándose en sí mismo analiza y comprende todos los misteriosos fenómenos de la vida interna del hombre. Hay otros en que se desliga de la carne, pierde su personalidad y se confunde con los elementos de la Naturaleza, se relaciona con su modo de ser y traduce su incomprensible lenguaje.
Yo me hallaba en uno de estos últimos momentos, cuando solo y en medio de la escueta llanura oí hablar cerca de mí. Eran dos hojas secas las que hablaban, y éste, poco más o menos, su extraño diálogo: -¿De dónde vienes, hermana? -Vengo de rodar con el torbellino, envuelta en la nube de polvo y de las hojas secas nuestras compañeras, a lo largo de la interminable llanura. ¿Y tú? -Yo he se guido algún tiempo la corriente del río, hasta que el vendaval me arrancó de entre el légamo y los juncos de la orilla. -¿Y adónde vas? -No lo sé: ¿lo sabe acaso el viento que me empuja? -¡Ay! ¿Quién diría que habíamos de acabar amarillas y secas arrastrándonos por la tierra, nosotras que vivimos vestidas de color y de luz meciéndonos en el aire? -¿Te acuerdas de los hermosos días en que brotamos; de aquella apacible mañana en que, roto
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Obra reproducida sin responsabilida
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OBRAS COMPLETAS (LEYENDAS Y CARTAS)
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herir el corazón de todos con el l
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esto a encastillarse en la forma de
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Nos hemos extendido más de lo que
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cantidad inesperada, por lo magníf
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pudo escribir la introducción con
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servir al Estado en la Dirección d
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tir en el palacio de los señores m
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eunirse y a vivir con él, como en
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Herida sin cura aquel alma fuerte,
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hermano fue a visitarle, ocurrioles
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que era expresión de cualquier art
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cuarto poder, comedia. -Los hermano
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sos, mujeres ideales, guerreros, tu
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Sorprende a veces su semejanza con
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cas que sean, por muy imaginarias q
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Otra de las particularidades de Gus
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eligión que le animaba y el amor q
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todas las concepciones de su inteli
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las veces triunfos compatibles con
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apegados aún a la admiración de t
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Alemania donde todos los grandes po
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me mezco entre los árboles en la a
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ya al punto en que se pierde toda e
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Introducción Por los tenebrosos ri
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vivero, pugnan por dilatar su fant
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Si morir es dormir, quiero dormir e
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en fin, puede compararse a una larg
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Los gandharvas, o cantores celestes
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inmateriales e intangibles, pasione
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combinación habían de resultar la
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los, y al fin terminaron por no dej
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eció un mundo. Un mundo deforme, r
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que las manos de los chiquillos: en
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-No ha vuelto a parecer desde que c
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que los Paternóster. -Mirad, Mirad
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se Pérez proposiciones magníficas
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panderos, las sonajas y las zambomb
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cia; los caballeros cambiaban entre
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Sus deseos se habían cumplido; los
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unos cerca, otros lejos, éstos bri
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-Buenas noches, mi señora doña Ba
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Cuando llegue el momento de poner l
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de cristal; se elevaron las diáfan
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-Porque... -añadió el organista,
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desierto esta vez, y después de to
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había mirado.., digo mal, no me ha
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Los ojos verdes Hace mucho tiempo q
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Y la cabalgata se detuvo, y enmudec
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-Señores, vosotros lo habéis vist
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El montero, sin desplegar los labio
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mirada que se clavó en la mía; un
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exclamó con acento sombrío: -¡C
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-Fernando -dijo la hermosa entonces
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La ajorca de oro I Ella era hermosa
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azul, y sólo el monótono ruido de
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dormir; no pude... Pasó la noche,
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¡La catedral de Toledo! Figuraos u
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La fiesta religiosa había traído
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perdidas entre las sombras, oscilar
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mundo de reptiles y alimañas de gr
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himno a la Divinidad levanta la Cre
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Pulo percibe el rumor de sus pasos;
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Corramos un velo sobre los crímene
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Canto segundo I -¿De qué me sirve
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sale de palacio en traje de un simp
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El sol toca a la mitad de su viaje,
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e, suspendida de las ramas de una p
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-Ahora bien, pues conoces mi delito
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ataviada, sale por una de las puert
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Cuarenta lunas han nacido después
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al arrullo de una tórtola. Al agra
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delirio, que nos llaman al pasar y
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golfo y la luz comience a palidecer
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LA VUELTA DEL COMBATE I «El combat
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Canto cuarto I -Hijo mío -dice Sch
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ansiedad, de esos que ciñen la gar
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Un brahmín, al atravesar en tal no
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Pulo hunde una y cien veces su puñ
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XVII El temible reptil crece con un
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limpias aguas de su manantial, si l
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En aquel punto el sueño tiende las
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en él hasta los mortales, y sus vi
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Pulo se ha sentado sobre una de las
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agitar sus alas por tres veces, dic
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no puede exterminar o vencer; si al
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endereza como la víbora para morde
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Los defensores de Vichenú expiran
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Esos son los espíritus de los vali
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Un genio de mal guía sus pasos a t
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himnos del luto y el clamor de las
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altar en que está colocado el dios
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El rayo de luna Yo no sé si esto e
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Creía que entre las rojas ascuas d
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En la época a que nos referimos, l
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-¡Una mujer desconocida!... ¡En e
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Llegó a la cima, desde la que se d
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última esquina de un callejón des
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señor el rey, que herido en la gue
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da; azules deben de ser, azules son
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Manrique llegó al claustro, tendi
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-¿Queréis que os diga una cantiga
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que han abatido su vuelo para apaga
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sigo y cubrir mi cabeza con el fiel
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oquia llamaban lentamente a la orac
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Devanábase noche y día los sesos
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Renuncio a describir el efecto de e
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zas, cuando he aquí que algunos al
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una dosis de miedo más que regular
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la creencia general, los vasos sagr
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Con este objeto señalamos esta com
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en nuestras manos, como cuando los
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armas para aprehenderlo que de una
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del pueblo, que se abrían con difi
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-En el de los condes soberanos. Ni
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corporación y con toda la solemnid
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Una noche, por último, aguijoneado
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En tan angustiosa situación, los v
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de Mayo ramilletes de lirios, ni lo
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no pueden cogerse en las manos sin
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en un paredón grieteado, y un mira
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Una tarde sin embargo, al pasar fre
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hojas del agreste y abandonado jard
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Así dejé transcurrir en largos y
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sol, fingían todo un cielo de estr
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Si yo pudiera pegar aquí con oblea
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nuevo, añadiéndole otros rasgos a
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las ideas que de improviso me habí
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ensueños de la noche y de mis deli
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comenzado a caer en gotas menudas u
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-Una toma de hábito -me contestó
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pocos. La ceremonia había comenzad
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dose del fondo tenebroso del coro,
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suelo desplomada como un cadáver.
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de incienso, el órgano arrojó un
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perdida en la penumbra de un claust
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La noche del sarao, el alcázar de
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puño, y rostrillos de blancos enca
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En los torneos del Zocodover, en lo
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isa de vanidad satisfecha asomó a
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próxima a desmayarse, exclamó, pr
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enmarañado laberinto de calles osc
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curidad de la noche era tan profund
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nerse en guardia y previniendo con
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Pasados algunos minutos, durante lo
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cerraron con violencia, y todo volv
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La corza blanca I En un pequeño lu
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-¡Friolera! -añadió el montero e
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nario interés por conocer los deta
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ada la misa del domingo solía reun
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vez, habiéndome colocado en otro e
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tadas pupilas en la hija risueña d
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Garcés tenía poco más o menos la
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origen de Constanza, pues acompañ
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llo. Acto continuo dispusiéronle u
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-¿Y si al dispararle te saluda con
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zaba a remontarse con lentitud por
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agua, el penetrante aroma de las fl
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El pastor que aguarda el día consu
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encontraba. Una vez acomodado en su
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y flotantes hojas de una planta acu
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después de coronar su frente, se d
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suyo la vista, no vio ni oyó más
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La rosa de pasión Una tarde de ver
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Inútilmente los muchachos, para de
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escapaban de su boca esos suspiros
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piensa arrebatármela un perro cris
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calles, cuando el dueño de un barq
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tia había cubierto de un sudor gla
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estaba allí y parecía multiplicar
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hecho traición hasta el punto de r
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Verde, y la flor, que hoy se ha hec
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Pastores que seguís con lento paso
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Cuando sus servidores llegaron pres
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cumplirte lo que te he prometido; p
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Así corrió muchas horas, atraves
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El caballo relinchó con una fuerza
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Creed, pues, lo que he dicho, y cre
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su foco a los ígneos espíritus qu
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llegó a un punto donde creyó perc
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zado al vacío como la piedra cande
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lentamente una campana; frente al a
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La promesa I Margarita lloraba con
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Al llegar a este punto, Margarita l
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II Apenas rayaba en el cielo la pri
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oírse un rumor sordo, acompasado y
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lecho, os miro allí luchar con alg
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las cortinas, desapareciendo despu
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to distintas enseñas con escudos p
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en el sepulcro de Santiago; cédula
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El conde con la mesnada de su casti
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-¿De qué tierra eres? -De tierra
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El beso I Cuando una parte del ejé
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-En fin -exclamó el oficial despu
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sepulcrales llenas de timbres; escu
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apreciar los tesoros del arte que e
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largo y tendido sobre las novedades
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que los canónigos de Toledo han co
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dijiste nada? ¿No te explicó su p
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-Celoso -se apresuró a decir el ca
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otellas, que con el deseo de conoce
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El capitán, que hacía los honores
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objeto de la reunión, procedieron
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io, te admiro como un marido pacien
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-¡Oh!, sí, seguramente -dijo uno
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El Monte de las Ánimas La noche de
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es, el rey los hizo venir de lejana
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condes de Alcudiel despedía un viv
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El acento helado con que Beatriz pr
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de los cazadores. No habiendo aún
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mor que se debilitaba, que se perd
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Oía mil ruidos diversos; se pasaba
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lecho, desencajados los ojos, entre
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niente al estado de mi salud, ya ar
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Cuando, por último, la conversaci
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Durante su cautiverio logró ver a
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Algunas horas después comenzó el
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soldados moros, que una vez rendida
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El gnomo I Las muchachas del lugar
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oportuna como os lo puede dar el t
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que bajan rodando desde los altos p
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sólo se percibían a intervalos un
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Al llegar aquí el anciano se detuv
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despedirse del tío Gregorio, que l
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sólo por el vínculo de la sangre,
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el cariño se parecía a esa vaga y
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La noche siguiente a la tarde del e
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menzó a agitar las copas de los á
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Mi rumor adormece y despierta: desp
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mejor, Magdalena se iba instintivam
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Callaron el viento y el agua, y apa
Page 465 and 466: El miserere Hace algunos meses que
Page 467 and 468: Hace ya muchos años, en una noche
Page 469 and 470: formaban círculo alrededor del hog
Page 471 and 472: que, después de estrellarse de pe
Page 473 and 474: Y esto, diciendo, desapareció de l
Page 475 and 476: sentado sobre la mutilada estatua d
Page 477 and 478: voces lejanas y graves, que parecí
Page 479 and 480: de su espíritu. Sus nervios saltar
Page 481 and 482: -¿Oísteis al cabo el Miserere? -l
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Page 485 and 486: ejemplos de estas elevadas máximas
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Page 491 and 492: Los fustes de las columnas que sost
Page 493 and 494: estudiado en la Alhambra y en el al
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Page 499 and 500: Ya joven, se lanzó al mundo. Sin q
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Page 503 and 504: aquellos animales habían sido jóv
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Page 511 and 512: de nuevo al camino, ve las señales
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Page 515: -Y a usted, ¿qué le parece? -le p
Page 519 and 520: des a contarse los secretos de ese
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Page 523 and 524: vi, solo, enlutado y sombrío, cont
Page 525 and 526: Esta pronunciada afición degenera
Page 527 and 528: de un pasadizo cubierto, que a mane
Page 529 and 530: las molduras. Una por una admiré l
Page 531 and 532: se levantaba una figura de mujer es
Page 533 and 534: confusa claridad de las estrellas,
Page 535 and 536: de la falda, podía asegurarse, y a
Page 537 and 538: plo? No podía ser. Yo había visto
Page 539 and 540: episa, nunca veía claro, nunca me
Page 541 and 542: montes que lo cierran como un valla
Page 543 and 544: Madrid. Sobre aquella tabla, cubier
Page 545 and 546: monstruosa partió arrastrándose p
Page 547 and 548: de touriste; nada más curioso que
Page 549 and 550: cosas diferentes y todas a cual de
Page 551 and 552: conciencia de su posición. El aya
Page 553 and 554: experiencia me ha enseñado un poco
Page 555 and 556: la mesa y el servicio estaban limpi
Page 557 and 558: al que acompañaba una ama o dueña
Page 559 and 560: el vino; el mayoral, dejando el cui
Page 561 and 562: ñar, cubre de hojas verdes, transp
Page 563 and 564: do en una mula como en los buenos t
Page 565 and 566: Moncayo, que levantaba sus aéreas
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ca, hasta que, por último, vencido
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de la correspondencia que me trae l
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lancos que van y vienen silenciosos
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sin hacer más caso de las poética
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nuar leyendo. Aún se ven por una p
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cubos de muralla, altos, negros e i
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das por el batiente oscuro del luci
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cuenta mi especial posición para t
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de hoja de lata que gira en lo alto
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fosas profundas que parecen aguarda
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inodoras que llaman de los muertos,
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Con el destino que darían a mi cue
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tranquila del poeta que irradia con
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a la mañana, las gotas del rocío
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nombre resonase unido, y como perso
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dar entre los huecos del arco, vivi
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manto de raíces, y, por último, u
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Carta cuarta Queridos amigos: El ti
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mercio de la inteligencia, estrecha
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cuanto con ellas le relaciona con a
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invade nuestro país, van desaparec
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mo dejamos a nuestras mujeres o a n
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les, hoy que en su gran mayoría es
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pensionados aprenden relativo a otr
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original y que desconfío de poder
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tos accidentes ni aun merced a la c
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comedia se agitarán en un escenari
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detallada de un objeto cualquiera.
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tiene su asiento, y que su ocupaci
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zos tejados de las casas que se agr
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que constituye la gracia, con esa l
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donde recibe por su trabajo materia
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Carta sexta Queridos amigos: Hará
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como Dios me daba a entender, por e
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endiablada raza de hechiceras os he
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destacaba oscura e imponente sobre
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donadme, tened compasión de mí! -
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lantan mudos y con lentitud, como u
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tan hipocritona hasta aquel punto,
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vez allí, la bruja permaneció un
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siones extrañas, no puedo menos de
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de ellas, aunque sea al oído y en
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-¡Toma, toma! Mataron a una; pero
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Carta séptima Queridos amigos: Pro
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-Tomad esa moneda para que compréi
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te, y concluida esta operación, co
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Los pastores, de cada vez más asom
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Acompañando estas palabras, dichas
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de tomo y lomo, no satisfecho con h
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primera operación, volvió a la in
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impulsadas de una fuerza oculta e i
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yunques, en donde los gnomos trabaj
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pero después ha salido el Sol, la
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-Pero ¿no es fábula lo del castil
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Carta octava Queridos amigos: En un
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tos del reino venían a reunirse ci
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que en Dorotea predominaba exclusiv
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En este estado las cosas, una tarde
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procurando dulcificar todo lo posib
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costa puedes conseguirlo. Tú eres
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a a sus amigos a tales horas y entr
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Dorotea, aunque temblando, hizo pun
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das de chispas de mil colores, se l
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pana de la iglesia dejaba oír el t
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nos de recordar, oyendo el continuo
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yo las escribo para usted, para ust
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quiera que de los pueblecillos que
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gados en la furia de su carrera tra
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Sevilla; uno de esos colosales lien
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A esta sazón, aquellos de sus serv
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iosa escultura, objeto de ardiente
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da, señala el humilde lugar en que
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mano, me infundió más hondo respe
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Obras completas Leyendas y cartas.pdf - Ataun

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