Obras completas Leyendas y cartas.pdf - Ataun
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tiempo, y después volvieron a hablar, y hablaron así: EL AGUA.- Después de filtrarme gota a gota a través del filón de oro de una mina inagotable; después de correr por un lecho de plata y saltar como sobre guijarros entre un sin número de zafiros y amatistas, arrastrando en vez de arenas diamantes y rubíes, me he unido en misterioso consorcio a un genio. Rica con su poder y con las ocultas virtudes de las piedras preciosas y los metales, de cuyos átomos vengo saturada, puedo ofrecerte cuanto ambicionas. Yo tengo la fuerza de un conjuro, el poder de un talismán y la virtud de las siete piedras y los siete colores. EL VIENTO.- Yo vengo de vagar por la llanura, y, como la abeja que vuelve a la colmena con su botín de perfumadas mieles, traigo suspiros de mujer, plegarias de niños, palabras de casto amor y aromas de nardos y azucenas silvestres. Yo no he recogido a mi paso más que perfumes y ecos de armonías; mis tesoros son inmateriales, pero ellos dan la paz del alma y la vaga felicidad de sueños venturosos. Mientras su hermana, atraída como por un encanto, se inclinaba al borde de la fuente para oír
mejor, Magdalena se iba instintivamente separando de los riscos entre los cuales brotaba el manantial. Ambas tenían sus ojos fijos, la una en el fondo de las aguas, la otra en el fondo del cielo. Y exclamaba Magdalena mirando brillar los luceros en la altura: -Esos son los nimbos de luz de los ángeles invisibles que nos custodian. En tanto decía Marta, viendo temblar en la linfa de la fuente el reflejo de las estrellas: -Esas son las partículas de oro que arrastra el agua en su misterioso curso. El manantial y el viento, que por segunda vez habían enmudecido un instante, tornaron a hablar; y dijeron: EL AGUA.- Remonta mi corriente, desnúdate del temor como de una vestidura grosera, y osa traspasar los umbrales de lo desconocido. Yo he adivinado que tu espíritu es de la esencia de los espíritus superiores. La envidia te habrá arrojado tal vez del cielo para revolcarte en el lodo de la miseria. Yo veo, sin embargo, en tu frente sombría un sello de altivez que te hace digna de nosotros, espíritus fuertes y libres... Ven, yo te voy a enseñar palabras mágicas de tal virtud, que al pronunciarlas se
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así:<br />
EL AGUA.- Después de filtrarme gota a gota<br />
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después de correr por un lecho de plata y saltar<br />
como sobre guijarros entre un sin número de zafiros<br />
y amatistas, arrastrando en vez de arenas diamantes<br />
y rubíes, me he unido en misterioso consorcio a<br />
un genio. Rica con su poder y con las ocultas virtudes<br />
de las piedras preciosas y los metales, de cuyos<br />
átomos vengo saturada, puedo ofrecerte cuanto<br />
ambicionas. Yo tengo la fuerza de un conjuro, el<br />
poder de un talismán y la virtud de las siete piedras<br />
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EL VIENTO.- Yo vengo de vagar por la llanura,<br />
y, como la abeja que vuelve a la colmena con<br />
su botín de perfumadas mieles, traigo suspiros de<br />
mujer, plegarias de niños, palabras de casto amor y<br />
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Mientras su hermana, atraída como por un<br />
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