Obras completas Leyendas y cartas.pdf - Ataun
Obras completas Leyendas y cartas.pdf - Ataun Obras completas Leyendas y cartas.pdf - Ataun
pintar; y que sólo pueden concebir los que lo han sentido... Aún estaba clavado en aquel lugar con los ojos extraviados, tembloroso y fuera de mí, cuando la nueva religiosa se incorporó del suelo. La abadesa le vistió el hábito, las monjas tomaron en sus manos velas encendidas, y formando dos largas hileras, la condujeron como en procesión hacia el fondo del coro. Allí, entre las sombras, vi brillar un rayo de luz: era la puerta claustral que se había abierto. Al poner el pie bajo su dintel, la religiosa se volvió por la vez última hacia el altar. El resplandor de todas las luces la iluminó de pronto, y pude verle el rostro. Al mirarlo, tuve que ahogar un grito. Yo conocía a aquella mujer; no la había visto nunca, pero la conocía de haberla contemplado en sueños; era uno de esos seres que adivina el alma o los recuerda acaso de otro mundo mejor, del que, al descender a éste, algunos no pierden del todo la memoria. Di dos pasos adelante; quise llamarla, quise gritar, no sé, me acometió como un vértigo, pero en aquel instante la puerta claustral se cerró... para siempre. Se agitaron las campanillas, los sacerdotes alzaron un ¡Hosanna!, subieron por el aire nubes
de incienso, el órgano arrojó un torrente de atronadora armonía por cien bocas de metal, y las campanas de la torre comenzaron a repicar; volteando con una furia espantosa. Aquella alegría loca y ruidosa me erizaba los cabellos. Volví los ojos a mi alrededor buscando a los padres, a la familia, huérfanos de aquella mujer. No encontré a nadie. -Tal vez era sola en el mundo -dije; y no pude contener una lágrima. -¡Dios te dé en el claustro la felicidad que no te ha dado en el mundo! -exclamó al mismo tiempo una vieja que estaba a mi lado, y sollozaba y gemía agarrada a la reja. -¿La conoce usted? -le pregunté. -¿Pobrecita! Sí, la conocía. Y la he visto nacer y se ha criado en mis brazos. -¿Y por qué profesa? -Porque se vio sola en el mundo. Su padre y su madre murieron, en el mismo día, del cólera, hace poco más de un año. Al verla huérfana y desvalida, el señor Deán le dio el dote para que profesase; y ya veis... ¿que había de hacer?
- Page 219 and 220: una dosis de miedo más que regular
- Page 221 and 222: la creencia general, los vasos sagr
- Page 223 and 224: Con este objeto señalamos esta com
- Page 225 and 226: en nuestras manos, como cuando los
- Page 227 and 228: armas para aprehenderlo que de una
- Page 229 and 230: del pueblo, que se abrían con difi
- Page 231 and 232: -En el de los condes soberanos. Ni
- Page 233 and 234: corporación y con toda la solemnid
- Page 235 and 236: Una noche, por último, aguijoneado
- Page 237 and 238: En tan angustiosa situación, los v
- Page 239 and 240: de Mayo ramilletes de lirios, ni lo
- Page 241 and 242: no pueden cogerse en las manos sin
- Page 243 and 244: en un paredón grieteado, y un mira
- Page 245 and 246: Una tarde sin embargo, al pasar fre
- Page 247 and 248: hojas del agreste y abandonado jard
- Page 249 and 250: Así dejé transcurrir en largos y
- Page 251 and 252: sol, fingían todo un cielo de estr
- Page 253 and 254: Si yo pudiera pegar aquí con oblea
- Page 255 and 256: nuevo, añadiéndole otros rasgos a
- Page 257 and 258: las ideas que de improviso me habí
- Page 259 and 260: ensueños de la noche y de mis deli
- Page 261 and 262: comenzado a caer en gotas menudas u
- Page 263 and 264: -Una toma de hábito -me contestó
- Page 265 and 266: pocos. La ceremonia había comenzad
- Page 267 and 268: dose del fondo tenebroso del coro,
- Page 269: suelo desplomada como un cadáver.
- Page 273 and 274: perdida en la penumbra de un claust
- Page 275 and 276: La noche del sarao, el alcázar de
- Page 277 and 278: puño, y rostrillos de blancos enca
- Page 279 and 280: En los torneos del Zocodover, en lo
- Page 281 and 282: isa de vanidad satisfecha asomó a
- Page 283 and 284: próxima a desmayarse, exclamó, pr
- Page 285 and 286: enmarañado laberinto de calles osc
- Page 287 and 288: curidad de la noche era tan profund
- Page 289 and 290: nerse en guardia y previniendo con
- Page 291 and 292: Pasados algunos minutos, durante lo
- Page 293 and 294: cerraron con violencia, y todo volv
- Page 295 and 296: La corza blanca I En un pequeño lu
- Page 297 and 298: -¡Friolera! -añadió el montero e
- Page 299 and 300: nario interés por conocer los deta
- Page 301 and 302: ada la misa del domingo solía reun
- Page 303 and 304: vez, habiéndome colocado en otro e
- Page 305 and 306: tadas pupilas en la hija risueña d
- Page 307 and 308: Garcés tenía poco más o menos la
- Page 309 and 310: origen de Constanza, pues acompañ
- Page 311 and 312: llo. Acto continuo dispusiéronle u
- Page 313 and 314: -¿Y si al dispararle te saluda con
- Page 315 and 316: zaba a remontarse con lentitud por
- Page 317 and 318: agua, el penetrante aroma de las fl
- Page 319 and 320: El pastor que aguarda el día consu
pintar; y que sólo pueden concebir los que lo han<br />
sentido...<br />
Aún estaba clavado en aquel lugar con los<br />
ojos extraviados, tembloroso y fuera de mí, cuando<br />
la nueva religiosa se incorporó del suelo. La abadesa<br />
le vistió el hábito, las monjas tomaron en sus<br />
manos velas encendidas, y formando dos largas<br />
hileras, la condujeron como en procesión hacia el<br />
fondo del coro.<br />
Allí, entre las sombras, vi brillar un rayo de<br />
luz: era la puerta claustral que se había abierto. Al<br />
poner el pie bajo su dintel, la religiosa se volvió por<br />
la vez última hacia el altar. El resplandor de todas<br />
las luces la iluminó de pronto, y pude verle el rostro.<br />
Al mirarlo, tuve que ahogar un grito. Yo conocía a<br />
aquella mujer; no la había visto nunca, pero la conocía<br />
de haberla contemplado en sueños; era uno<br />
de esos seres que adivina el alma o los recuerda<br />
acaso de otro mundo mejor, del que, al descender a<br />
éste, algunos no pierden del todo la memoria.<br />
Di dos pasos adelante; quise llamarla, quise<br />
gritar, no sé, me acometió como un vértigo, pero en<br />
aquel instante la puerta claustral se cerró... para<br />
siempre. Se agitaron las campanillas, los sacerdotes<br />
alzaron un ¡Hosanna!, subieron por el aire nubes