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CAPITULO IX En la noche de ese mismo dia, Quirino fue a buscar a Carlito y le convido a una pesqueria en canca por el Rio Verde en la mafiana del dia siguiente, que era un domingo. Carlito, a quien le gustaba mucho ese gSnero de diversion, al otro dia, bien temprano, ya estaba presto a la espera del compafiero, con sus anzuelos pre- parados y algunos comestibles para pasar el dia en el bosque y en el agua. Salieren juntos; la mafiana estaba magnifica; los pajaritos hacian eir per les huertos el mas festive clametee; el campaneo de la capilla repli- caba alegremente, derramande ecos sonores por aquellas apacibles alamedas. El Rio Verde, coleando a traves de las praderas, parecia una cobra reluciente de escamas de esmeraldas, estirandose a la luz del sol hermeso de las seledades. Por las diversas veredas de la celina se veian diverses grupes de familias campesinas con sus vestides domigueros, de garridos colores, encaminandose para el 251 seminario para eir las misas y las platicas de los San tos padres, que asi llamaba la gente del sertao a les padres de la congregacion. 162
Carlite sentia el corazon saltarle en el pecho, lleno de vida, animaciSn y alegria. Habia acabado de 163 asistir a la misa matinal, donde se quedara extasiado al contemplsir y cambiar miradas expresivas con la tierna y hermosa Rosalia, y solo ese recuerdo era come un perfume, que lo embebecia en las emeciones mas gratas. No estaba asi Quirino, que con el espiritu turbado p©r l©s s©mbrl©s y siniestr©s pensamient©s, parecia un rSprcb© que trae en la frente el sell© de la condena eterna, y de balde se esforzaba en ecultar la angus- tiesa agitacion de su alma. Encaminabanse rio arriba hacia un lugar bonito llamado Olaria, donde el rio, des puSs de atravesar en presurosa carrera las mesetas mas risuefias, reflejande a flcr de campo todo el esplender de aquel cielo deslumbrante, ceme para descansar de sus corridas per las campifias, viene a estirarse serene en un extenso y profundo remanso, a la sembra de dos alas de frondoses y exuberantes capoes. Llegados a la ribera del rie, les des Pescadores desprendieron una pequefia canoa que alll estaba amarra- da ccn una liana a un trenco en la orilla. Quirino 252 tome una piedra grande y pesada en la playa y la colccS dentre de la canca. iPara quS esa piedra? pregunto Carlito.
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Carlite sentia el corazon saltarle en el pecho,<br />
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No estaba asi Quirino, que con el espiritu turbado<br />
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rSprcb© que trae en la frente el sell© de la condena<br />
eterna, y de balde se esforzaba en ecultar la angus-<br />
tiesa agitacion de su alma. Encaminabanse rio arriba<br />
hacia un lugar bonito llamado Olaria, donde el rio, des<br />
puSs de atravesar en presurosa carrera las mesetas mas<br />
risuefias, reflejande a flcr de campo todo el esplender<br />
de aquel cielo deslumbrante, ceme para descansar de sus<br />
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Llegados a la ribera del rie, les des Pescadores<br />
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iPara quS esa piedra? pregunto Carlito.