Copyrish.t by Ramon Magrans 1981

cacique que ella mate. . .ni me mete miede. . .per ven­
tura ella es mi mujer para que me prehiba que yo estS
con la pebrecita de Rosalia.' A lo menos ella no anda
con dagas no tiene dientes de pantera para merder a la
gente. He de ir a verla, quiera Jupira le que quiera,
quiera o no. Si quiere ver, vea; si ne quiere, que ne
me ande espiando.
155
Haciendo estas reflexienes, Carlito entraba en casa
de Rosalia muy henchido y duefio de si mismo. Jupira le
vio; sin mas demera metio en su seno la daga plateada y
con les ejes en llama y castafieando les dientes ceme el
javali enfurecido, salio y corrio hacia la casa de Geno­
veva. Era esta un pequefio ranche, cuyo frente constaba
unicamente con una sala con una puerta y una ventanilla.
En esta sala, sentados en un banco se hallaban Carlite y
Rosalia, en cuanto su madre, descuidada, lavaba la ropa
en la fuente del patio. Jupira llegS sutilmente y aguan-
tando la respiracion para no ser descubierta, se avisto
a la ventana y miro para adentre. Enlazades en un deli-
cioso abraze, los des amantes se besaban en un bese sin
fin, y era tal su ectasis que no se dieren cuenta de la
llegada de Jupira. Esta mal dio con los ojos aquel es-
pectaculo interesante, llevo subitamente la mane al
243
corazon, como si lo sintiese atravesado por una pufialada.