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Copyrish.t by Ramon Magrans 1981

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CAPITULO VIII<br />

Jupira, en su colera, era bella y sublime, mas<br />

bella y sublime para inspirar a un artista, y no para<br />

despertar el ardor y amimar el corazon del amante, que<br />

comienza a enfriarse. Su palidez era como la del mar-<br />

mol sucio; les ejes fusilaban reverberantes color de<br />

sangre; su boca espumaba y los labios y las narices le<br />

temblaban convulsivos. Reinaba en todo su ser un aire<br />

imperioso, feroz, que daba miedo.<br />

A la indiferencia y el enfado que Carlito comen­<br />

zaba a sentir por Jupira, venia ahora a juntarse tam­<br />

biSn el miedo para tornarlo mas retraide y esquive.<br />

Todavia ese mismo miedo causaba que el la buscase mas<br />

veces de le que deseaba, mas con teda la precaucion y<br />

reserva, temiende mas alguna explosion de sus celos fu­<br />

riesos y que tratase en adelante de ecultar le mas pe-<br />

sible sus entrevistas con Rosalia.<br />

Quirino hablase retirado a la hacienda de su<br />

padre, triste, abrumado, pero tedavia ne del todo des-<br />

animade. La repulsa de Jupira tedavia le avivaba mas<br />

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la llama que lo devoraba. Aquella boca hechicera de la<br />

cabocla, que premetia un paraise de voluptuesidades, les<br />

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