El milagro de Purun Bhagat Rudyard Kipling - Ataun
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cuerpo envejecido; pero él siguió andando con<br />
firme paso, apoyándose en el barasing. No era<br />
ya un santón, sino Sír <strong>Purun</strong> Dass, K. C. I. E.,<br />
primer ministro <strong>de</strong> un estado que nada tenía <strong>de</strong><br />
pequeño, hombre acostumbrado a mandar y<br />
que iba entonces a salvar no pocas vidas. Por el<br />
fangoso y rápido sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>scendieron juntos<br />
el <strong>Bhagat</strong> y sus hermanos hasta que las patas<br />
<strong>de</strong>l ciervo tropezaron contra el muro <strong>de</strong> una<br />
era, y dio aquél un bufido, porque su olfato le<br />
advertía que por allí estaba el Hombre. Hallábanse<br />
ya al extremo <strong>de</strong> la única y tortuosa calle<br />
<strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a, y el <strong>Bhagat</strong> golpeó con su muleta<br />
las cerradas ventanas <strong>de</strong> la casa don<strong>de</strong> vivía el<br />
herrero, mientras la tea que le servía <strong>de</strong> antorcha<br />
llameaba al abrigo <strong>de</strong>l alero <strong>de</strong> aquélla.<br />
-¡Levantaos y a la calle! -gritó <strong>Purun</strong> <strong>Bhagat</strong>,<br />
y él mismo no reconoció su propia voz, porque<br />
años hacía que no hablaba en voz alta a ningún<br />
hombre-. ¡La montaña se hun<strong>de</strong>! ¡La montaña<br />
se hun<strong>de</strong>! ¡Levantaos y echaos fuera todos los<br />
que estéis en. las casas!