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corazón de tinta - bibliotecaelroble

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--¡Empieza <strong>de</strong> una vez, pequeña bruja! -dijo con voz siseante.<br />

Y Meggie obe<strong>de</strong>ció.<br />

Apartó a toda prisa el marcapáginas. Tenía que apresurarse, tenía<br />

que leer antes <strong>de</strong> que Mo cometiera cualquier tontería. Porque él<br />

ignoraba lo que Fenoglio y ella se proponían.<br />

--¡Voy a empezar y no quiero que nadie me interrumpa! -gritó-.<br />

¡Nadie! ¿Entendido?<br />

«Por favor -pensaba-, por favor, no hagas nada...»<br />

Algunos <strong>de</strong> los hombres se echaron a reír, pero Capricornio se<br />

reclinó en su asiento y cruzó los brazos, expectante.<br />

--Recordad lo que acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir la pequeña -exclamó-. Aquel<br />

que la moleste será entregado a la Sombra como regalo <strong>de</strong><br />

bienvenida.<br />

Meggie introdujo dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su manga. Allí estaban las<br />

frases escritas por Fenoglio. Miró a la Urraca.<br />

--¡Ella me molesta! -dijo en voz alta-. No puedo leer si la tengo a<br />

mis espaldas.<br />

Capricornio, impaciente, hizo una señal a la Urraca. Mortola torció<br />

el gesto, como si le hubiera or<strong>de</strong>nado comer jabón, pero retrocedió<br />

dos o tres pasos con cierta vacilación, juzgando que era suficiente.<br />

Meggie alzó la mano y se apartó el pelo <strong>de</strong> la frente.<br />

La señal para Fenoglio.<br />

Éste comenzó en el acto su representación.<br />

--¡No, no, no! ¡Ella no leerá! -gritó dando un paso hacia<br />

Capricornio antes <strong>de</strong> que Cockerell lograra impedírselo-. ¡No puedo<br />

permitirlo! ¡Esa historia es invención mía y no la he escrito para que<br />

alguien la profane provocando la muerte y la <strong>de</strong>strucción!<br />

Cockerell intentó taparle la boca con la mano, pero Fenoglio le<br />

mordió los <strong>de</strong>dos y lo esquivó con una agilidad <strong>de</strong> la que Meggie<br />

nunca lo hubiera creído capaz.<br />

--¡Yo te he inventado! -bramaba, mientras Cockerell lo perseguía<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l sillón <strong>de</strong> Capricornio-. Y lo lamento, bestia infame con<br />

olor a azufre.<br />

Acto seguido echó a correr hacia la plaza. Cockerell le dio alcance<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la jaula <strong>de</strong> los prisioneros. Al escuchar las burlas que se<br />

<strong>de</strong>sataron en los bancos, retorció a Fenoglio el brazo a la espalda con<br />

tanta fuerza que el anciano profirió un gemido <strong>de</strong> dolor. Sin embargo,<br />

cuando Cockerell lo arrastró hasta Capricornio, Fenoglio parecía<br />

satisfecho, muy satisfecho, pues sabía que con su gesto había<br />

concedido a Meggie el tiempo necesario. Lo habían ensayado muchas

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