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corazón de tinta - bibliotecaelroble

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<strong>de</strong> san juan. Al fin y al cabo ninguna otra planta tenía tanta fama <strong>de</strong><br />

mantener alejado el mal... prescindiendo, claro está, <strong>de</strong>l que anidaba<br />

en el <strong>corazón</strong> <strong>de</strong> Basta.<br />

Era una casa <strong>de</strong> piedra gris, como casi todas las <strong>de</strong>l pueblo, con<br />

los postigos <strong>de</strong> las ventanas pintados <strong>de</strong> negro, que Basta mantenía<br />

casi siempre cerrados y en los que había trazado signos que en su<br />

opinión mantenían alejada la <strong>de</strong>sgracia, igual que las flores amarillas<br />

<strong>de</strong> la hierba <strong>de</strong> san juan. A veces Dedo Polvoriento creía que el<br />

constante miedo <strong>de</strong> Basta al mal <strong>de</strong> ojo y a las <strong>de</strong>sgracias repentinas<br />

se <strong>de</strong>bía a que temía su propio carácter tenebroso y <strong>de</strong>ducía <strong>de</strong> ello<br />

que el resto <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> la misma condición.<br />

Dedo Polvoriento podía consi<strong>de</strong>rarse afortunado por haber<br />

conseguido llegar hasta la casa <strong>de</strong> Basta. En cuanto salió a<br />

trompicones <strong>de</strong> la iglesia, cayó en medio <strong>de</strong> una pandilla <strong>de</strong> secuaces<br />

<strong>de</strong> Capricornio. Como es natural lo reconocieron en el acto. De eso se<br />

había encargado Basta para siempre jamás. Dedo Polvoriento<br />

aprovechó su <strong>de</strong>sconcierto para <strong>de</strong>saparecer por una <strong>de</strong> las<br />

callejuelas. Por fortuna Dedo Polvoriento conocía todos los rincones<br />

<strong>de</strong>l pueblo maldito. Primero intentó abrirse paso hasta el aparcamiento<br />

para alcanzar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí las colinas, pero <strong>de</strong> pronto recordó la casa<br />

vacía <strong>de</strong> Basta. Pasó a duras penas por los agujeros <strong>de</strong> los muros,<br />

atravesó sótanos arrastrándose y se agachó tras las barandillas <strong>de</strong><br />

balcones nunca utilizados. Cuando se trataba <strong>de</strong> ocultarse, ni siquiera<br />

Gwin le aventajaba, y ahora le vino como anillo al <strong>de</strong>do esa extraña<br />

curiosidad suya que le había impulsado siempre a investigar los<br />

rincones recoletos y olvidados <strong>de</strong> cualquier lugar.<br />

Llegó a la casa <strong>de</strong> Basta sin aliento. Ésta era seguramente la<br />

única persona <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Capricornio que cerraba con llave la<br />

puerta, pero la cerradura no supuso el menor obstáculo. Dedo<br />

Polvoriento se escondió en el <strong>de</strong>sván hasta que se apaciguaron los<br />

latidos <strong>de</strong> su <strong>corazón</strong>, aunque allí el entarimado <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra estaba tan<br />

podrido que temía que se rompiera a cada paso. En la cocina halló<br />

suficiente comida; el hambre le roía ya como un gusano las pare<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l estómago. Ni él ni Resa habían probado bocado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que los<br />

habían metido en las re<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> modo que llenarse la barriga con las<br />

provisiones <strong>de</strong> Basta constituyó un doble placer.<br />

Cuando se hubo saciado, abrió una rendija en una <strong>de</strong> las<br />

contraventanas para oír si se aproximaban pasos, pero el único sonido<br />

que llegó a sus oídos fue un tintineo débil y casi inaudible. Reparó<br />

entonces en el hada que Meggie había traído con su lectura a ese

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