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corazón de tinta - bibliotecaelroble

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--¡De nada te servirá ese objeto! -La mano <strong>de</strong> Dedo Polvoriento<br />

seguía posada sobre el sarcófago-. ¡Pobre Basta! ¿No sientes ya un<br />

cierto calor? ¿No comienzan a temblar tus miembros?<br />

Basta le lanzó un navajazo, pero Dedo Polvoriento esquivó la hoja<br />

con agilidad.<br />

--¡Entrégame la nota que le pasaste a escondidas! -vociferó<br />

Basta, pero Dedo Polvoriento se guardó el papel en el bolsillo <strong>de</strong>l<br />

pantalón.<br />

Meggie permaneció inmóvil como una estatua. Por el rabillo <strong>de</strong>l<br />

ojo vio a su madre introducir la mano en el bolsillo <strong>de</strong> su vestido. Al<br />

sacarla, empuñaba una piedra gris, apenas mayor que un huevo <strong>de</strong><br />

pájaro.<br />

Dedo Polvoriento acarició con las manos la tapa <strong>de</strong>l sarcófago y<br />

las alargó hacia Basta.<br />

--¿Quieres que te roce con ellas? -preguntó-. ¿Qué pasa si uno<br />

toca el sarcófago don<strong>de</strong> yace un asesinado? Dímelo. Tú eres un<br />

experto en ese tipo <strong>de</strong> cuestiones -dio otro paso hacia un lado, como<br />

el bailarín que ro<strong>de</strong>a a su oponente.<br />

--Si intentas tocarme, te rebanaré tus asquerosos <strong>de</strong>dos -gritó<br />

Basta, el rostro enrojecido <strong>de</strong> furia-. Uno por uno, y tu lengua, también.<br />

Le lanzó otra cuchillada. La hoja reluciente rasgó el aire, pero<br />

Dedo Polvoriento la esquivó. Saltaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Basta cada vez<br />

más <strong>de</strong>prisa, agachándose, retrocediendo y avanzando, pero <strong>de</strong><br />

repente se metió en un callejón sin salida con su baile temerario. Tras<br />

él sólo estaba el muro <strong>de</strong>snudo, a su <strong>de</strong>recha, la reja... y Basta lo<br />

acometió.<br />

En ese momento, la madre <strong>de</strong> Meggie alzó la mano. La piedra<br />

acertó a Basta en la cabeza. Se volvió <strong>de</strong>sconcertado, la miró<br />

intentando recordar quién era y se apretó la mano contra la cabeza<br />

ensangrentada. Meggie no supo cómo lo logró Dedo Polvoriento, pero<br />

<strong>de</strong> pronto empuñaba la navaja <strong>de</strong> Basta. Este miraba esa hoja tan<br />

familiar estupefacto, como si no acertara a compren<strong>de</strong>r su <strong>de</strong>slealtad<br />

al dirigirse contra su pecho.<br />

--Vaya, ¿qué se siente, eh? -Dedo Polvoriento acercó <strong>de</strong>spacio la<br />

punta <strong>de</strong> la navaja a la barriga <strong>de</strong> Basta-. ¿Notas lo blanda que es tu<br />

carne? El cuerpo es frágil y no pue<strong>de</strong>s procurarte uno nuevo. ¿Qué<br />

hacíais con los gatos y las ardillas? A Nariz Chata le encantaba<br />

contarlo...<br />

--Yo no cazo ardillas.<br />

La voz <strong>de</strong> Basta sonaba ronca. Intentaba no mirar la hoja, distante

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