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corazón de tinta - bibliotecaelroble

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cicatrices.<br />

--Por otra parte -dijo <strong>de</strong>spacio-, has sido siempre un perro<br />

tunante. Y para pedir una botella <strong>de</strong> vino hay <strong>de</strong>masiadas letras. ¿Qué<br />

opinas tú, tesoro? -volvió a mostrar la nota a Meggie-. ¿Quieres<br />

leérmela o se la enseño a la Urraca?<br />

Meggie la agarró <strong>de</strong>prisa y la ocultó a su espalda mientras Basta<br />

seguía mirándose sus <strong>de</strong>dos vacíos.<br />

--¡Dámela ahora mismo, bestezuela! -silabeó-. Venga esa nota o<br />

te corto los <strong>de</strong>dos.<br />

Meggie retrocedió hasta que su espalda chocó contra la reja.<br />

--¡No! -balbució, aferrándose con una mano a la reja mientras con<br />

la otra introducía la nota.<br />

Dedo Polvoriento comprendió en el acto. La niña notó cómo le<br />

arrebataba el papel.<br />

Basta la abofeteó con tanta fuerza, que su cabeza se estrelló<br />

contra la reja. Una mano acarició su cabeza y cuando, atontada,<br />

escudriñó a su alre<strong>de</strong>dor, vio el semblante <strong>de</strong> su madre. «Enseguida<br />

se dará cuenta -pensó-, pronto lo sabrá todo...» Pero Basta sólo tenía<br />

ojos para Dedo Polvoriento que, tras la reja, agitaba <strong>de</strong> un lado a otro<br />

la nota como si fuera un gusano <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pico <strong>de</strong> un pájaro<br />

hambriento.<br />

--Bueno, ¿qué? -inquirió Dedo Polvoriento retrocediendo-. ¿Te<br />

atreves a entrar aquí conmigo o prefieres seguir pegando a la pobre<br />

niña?<br />

Basta se había quedado paralizado, como un niño al que alguien<br />

ha soltado una bofetada súbita e inesperada. De pronto agarró el<br />

brazo <strong>de</strong> Meggie y la atrajo hacia él <strong>de</strong> un tirón. La niña sintió algo frío<br />

en su cuello. No necesitaba verlo para saber qué era.<br />

Su madre chilló y tiró <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Dedo Polvoriento, pero éste<br />

se limitó a blandir la nota con insistencia.<br />

--¡Lo sabía! -exclamó-. Eres un cobar<strong>de</strong>, Basta. Prefieres poner tu<br />

navaja en la garganta <strong>de</strong> una niña antes que atreverte a entrar aquí.<br />

Claro que si ahora estuviera a tu lado Nariz Chata, con sus anchas<br />

espaldas y sus gruesos puños... Pero no está. ¡Ven <strong>de</strong> una vez, tú<br />

tienes la navaja! Yo sólo mis manos y sabes <strong>de</strong> sobra lo que me<br />

disgusta profanarlas con luchas.<br />

Meggie notó cómo Basta aflojaba la presión. La hoja ya no tocaba<br />

su piel. Tragó saliva y se palpó el cuello. Esperaba sentir sangre<br />

caliente, pero no la encontró. Basta la apartó con tal violencia que<br />

tropezó y cayó al suelo húmedo y frío. Acto seguido, Basta hundió la

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