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corazón de tinta - bibliotecaelroble

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El zumbido regular <strong>de</strong>l motor, que la había arrullado hasta<br />

dormirla, había enmu<strong>de</strong>cido, y el asiento <strong>de</strong>l conductor estaba vacío.<br />

Meggie necesitó cierto tiempo para recordar por qué no estaba en su<br />

cama. En el parabrisas aparecían pegadas diminutas moscas muertas,<br />

y el autobús se había <strong>de</strong>tenido ante una puerta <strong>de</strong> hierro. Su aspecto<br />

inspiraba temor con todas aquellas puntas <strong>de</strong> brillo mate, una puerta<br />

<strong>de</strong> lanzas que sólo esperaba a que alguien intentase saltarla y se<br />

quedase colgando <strong>de</strong> ella agitándose. Su visión le recordó uno <strong>de</strong> sus<br />

cuentos favoritos, el <strong>de</strong>l gigante egoísta que no quería tener niños en<br />

su jardín. Justo así se había imaginado siempre su puerta.<br />

Mo estaba en la carretera acompañado por Dedo Polvoriento.<br />

Meggie bajó y corrió hacia ellos. La carretera lindaba a la <strong>de</strong>recha con<br />

una la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>nsamente arbolada que caía, empinada, hasta la orilla<br />

<strong>de</strong> un enorme lago. Al otro lado, las colinas surgían <strong>de</strong>l agua como<br />

montañas que se hubieran ahogado. El agua era casi negra. La noche<br />

ya se extendía por el cielo y se reflejaba, oscura, en las olas. En las<br />

casas emplazadas junto a la orilla se encendían ya las primeras luces,<br />

como luciérnagas o estrellas caídas.<br />

--Es bonito, ¿verdad? -Mo pasó el brazo por los hombros <strong>de</strong> su<br />

hija-. A ti te gustan las historias <strong>de</strong> bandidos. ¿Ves las ruinas <strong>de</strong> ese<br />

castillo? En él moró un día una cuadrilla <strong>de</strong> ladrones tristemente<br />

célebre. Tengo que preguntarle a Elinor. Ella lo sabe todo sobre ese<br />

lago.<br />

Meggie se limitó a asentir y apoyó la cabeza en el hombro <strong>de</strong> su<br />

padre. Se sentía muerta <strong>de</strong> cansancio, pero el semblante <strong>de</strong> Mo, por<br />

primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su partida, ya no estaba ensombrecido por la<br />

preocupación.<br />

--Bueno, ¿pero dón<strong>de</strong> vive? -preguntó la niña reprimiendo un<br />

bostezo-. No será <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esa puerta <strong>de</strong> pinchos, ¿eh?<br />

--Pues sí. Ésa es la entrada <strong>de</strong> su finca. No resulta muy<br />

acogedora, ¿verdad? -Mo se rió y cruzó la carretera con su hija-.<br />

Elinor se siente muy orgullosa <strong>de</strong> esa puerta. La mandó construir<br />

expresamente <strong>de</strong> acuerdo con la ilustración <strong>de</strong> un libro.<br />

--¿La ilustración <strong>de</strong>l jardín <strong>de</strong>l gigante egoísta? -murmuró Meggie<br />

mientras atisbaba por entre los barrotes <strong>de</strong> hierro artísticamente<br />

entrelazados.<br />

--¿El gigante egoísta? -Mo soltó la risa-. No, creo que era otro<br />

cuento. A pesar <strong>de</strong> que le pegaría mucho a Elinor.<br />

La puerta limitaba a ambos lados con altos setos cuyas ramas<br />

espinosas impedían atisbar lo que había tras ellos. Pero tampoco por

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