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corazón de tinta - bibliotecaelroble

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Meggie miró con disimulo a Farid. Aunque simulaba no prestarles<br />

atención mientras empaquetaba <strong>de</strong> nuevo en la bolsa los objetos <strong>de</strong><br />

Dedo Polvoriento, la niña estaba segura <strong>de</strong> que oía cada palabra que<br />

pronunciaban. Dos veces captó su mirada sombría, y a la segunda, él<br />

se volvió tan bruscamente que estuvo a punto <strong>de</strong> caérsele una <strong>de</strong> las<br />

botellas <strong>de</strong> Dedo Polvoriento.<br />

--Eh, eh, cuidadito con eso, ¿vale?<br />

--Supongo que no existe ninguna otra razón para que continúes<br />

aquí -dijo Mo cuando Dedo Polvoriento se volvió hacia él.<br />

--¿Qué quieres <strong>de</strong>cir? -Dedo Polvoriento esquivó su mirada-. Ah,<br />

eso. Crees que podría regresar otra vez, por el libro. Me sobrevaloras.<br />

Soy un cobar<strong>de</strong>.<br />

--Tonterías -replicó Mo, malhumorado-. Elinor regresa a casa hoy<br />

-le informó.<br />

--Me alegro por ella. -Dedo Polvoriento observó con gesto<br />

inexpresivo el rostro <strong>de</strong> su interlocutor-. ¿Y tú? ¿No la acompañas?<br />

Mo contempló las casas circundantes y meneó la cabeza.<br />

--Antes quiero visitar a alguien.<br />

--¿Aquí? ¿A quién? -Dedo Polvoriento se puso una camisa <strong>de</strong><br />

manga corta, una prenda gran<strong>de</strong>, floreada, que <strong>de</strong>sentonaba un poco<br />

con su rostro surcado <strong>de</strong> cicatrices.<br />

--A alguien que tal vez posea un ejemplar. Ya sabes...<br />

El rostro <strong>de</strong> Dedo Polvoriento permaneció hierático, pero sus<br />

<strong>de</strong>dos lo <strong>de</strong>lataron. De repente le costaba introducir los botones <strong>de</strong> su<br />

camisa en los ojales.<br />

--¡No pue<strong>de</strong> ser! -exclamó con voz ronca-. Seguro que a<br />

Capricornio no se le pasó por alto ninguno.<br />

Mo se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

--Quizás. A pesar <strong>de</strong> todo, lo intentaré. El hombre al que me<br />

refiero no es un librero corriente o <strong>de</strong> viejo. Seguro que Capricornio ni<br />

siquiera conoce su existencia.<br />

Dedo Polvoriento acechó a su alre<strong>de</strong>dor. Alguien cerró los<br />

postigos <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las casas cercanas, y al otro lado <strong>de</strong> la plaza unos<br />

niños jugaban entre las sillas <strong>de</strong> un restaurante hasta que el camarero<br />

los expulsó. Olía a comida caliente y a los juegos <strong>de</strong> Dedo Polvoriento<br />

con el fuego, y entre los edificios no se divisaba a ningún hombre<br />

vestido <strong>de</strong> negro, excepto el camarero que colocaba las sillas con cara<br />

<strong>de</strong> aburrimiento.<br />

--¿Y quién es ese misterioso <strong>de</strong>sconocido? -Dedo Polvoriento<br />

bajó la voz hasta que se convirtió en un susurro.

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