Discurso de todos los diablos, o infierno emendado - Ataun
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<strong>los</strong> que vienen a la cal<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Pero Gotero y<br />
muchos <strong>los</strong> que hay en ella. Unos se tiñen como<br />
<strong>los</strong> viejos, a quien allá llamamos <strong>los</strong> tiñosos <strong>de</strong><br />
la edad; otros se cuecen, otros se guisan, otros<br />
se fríen.<br />
En esto dio tres o cuatro borbotones la<br />
cal<strong>de</strong>ra, que casi se salía, y el buen Pero Gotero<br />
agarró por cucharón un esquife y empezó a<br />
espumar. Daba saltos en medio un bulto<br />
gran<strong>de</strong>.<br />
—¿Quién es aquél el ojo? —preguntó la<br />
Dueña—, que me ha llenado<br />
—Aquél —dijo el buen Gotero— es el Punto<br />
crudo, que ha mil sig<strong>los</strong> que gastó con él lumbre<br />
y carbón, y nunca se ha empezado a calentar.<br />
—¡Válate la mala ventura por Punto crudo<br />
—dijo el Soplón—, y qué duro eres y qué<br />
maldito! ¡Qué <strong>de</strong> veces te he topado yendo a<br />
pedir dineros, y me respondían: «Vuesa merced<br />
me perdone, que ha llegado a punto crudo. » Si<br />
yo <strong>los</strong> <strong>de</strong>bía, y venían a cobrar, y suplicaba me<br />
aguardasen, respondía el acreedor: «Señor, el