40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital
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914 Notas complementarias<br />
y su sepultura dice en Serrno 155,14-15: «Nos queda la tristeza por nuestro<br />
cuerpo, pues nadie hay que odie su propia carne. Vemos con cuánto<br />
esmero se da sepultura a los muertos... Ya decías para consolarte: "quisiera<br />
que también mi cuerpo gozase de vida; pero, dado que ello no es<br />
posible, que la tenga al menos mi espíritu, mi alma". Espera, no te angusties.<br />
Pues sí el espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos<br />
habita en vosotros, quien le resucitó a él, dará también vida a vuestros<br />
cuerpos mortales (Rom 8,11). ¿Por qué teméis...? Se cumplirá lo escrito...<br />
serás librado del cuerpo de esta muerte... porque no morirás jamás».<br />
[29] Utilidad de los sufragios y el culto de los difuntos, cf. p.439,<br />
nota 2. En cuanto a la suerte de los difuntos en la otra vida hay que<br />
tener muy en cuenta que no se ha definido aún ni el juicio particular<br />
después de la muerte ni el purgatorio (Concilio de Florencia 1439; Trento<br />
1563); pero los símbolos de la fe apoyados en la Escritura dejan bien<br />
claro: la esperanza de la resurrección y el juicio final con la felicidad o<br />
condenación eternas, sin exponer aún con claridad la situación de los<br />
difuntos entre la muerte y la resurrección; pero sí aparece en la Liturgia,<br />
con las imágenes y expresiones de la Biblia usadas por la tradición, como<br />
seno de Abrahán (Le 16,22), el Paraíso que Jesús promete al buen ladrón<br />
(Le 23,41) o el tercer cielo de San Pablo (2 Cor 12,2-4), la Jesusalén<br />
celeste (Apoc 22,14.19), expresiones que recuerda el Edén de donde fue<br />
arrojado el hombre (Gen 2,8), y con el jardín y el árbol de la vida. ¿Son<br />
realidades diferentes o son grados diversos de una misma realidad feliz,<br />
Paraíso, Jerusalén celeste, cielo supremo? Parece que expresan la misma<br />
felicidad, aunque aún no sea completa e integral hasta que se realice en<br />
cada hombre la unidad psicosomática de la persona por la resurrección.<br />
Los términos litúrgicos refrigerio, paz, descanso eterno, luz perpetua<br />
designan ya todos los bienes y el estado que tienen los que se salvan.<br />
En cuanto al culto a los muertos, lo que el gran error e incredulidad<br />
inventó, al descuidar la religión y el culto verdaderos, que fue fabricarse<br />
ídolos, «lo suprimió el camino de la verdad; lo que instituyó el descuido,<br />
el alejamiento del culto y religión divinas, lo suprimió la conversión al<br />
único y santo y verdadero Dios». Y esto ha sucedido no sólo en Egipto,<br />
como lo proclamó el egipcio Hermes Trismegistos, sino en toda la tierra,<br />
cuando se edifica en el mundo la casa para el Señor, la Ciudad de Dios,<br />
que es la santa Iglesia. Y resulta curioso que esos ritos sagrados se ofrezcan<br />
a casi todos los muertos como si se ofreciesen en honor de las divinidades,<br />
de modo que esas divinidades no son más que hombres muertos,<br />
porque «como no podían hacer las almas, evocando las almas de los<br />
demonios o de los ángeles, se las apropiaron a las imágenes santas y a los<br />
divinos misterios, para que por su medio tuvieran los ídolos el poder de<br />
obrar el bien y el mal». Y habla de Esculapio, de Mercurio o Hermes<br />
mayor porque fue su abuelo, de Isis y de Osiris, todos hechos por los<br />
hombres de ambas naturalezas, dice, de alma y cuerpo, pero que en lugar<br />
del alma está el demonio, y en lugar del cuerpo está la imagen, «de donde<br />
los egipcios a esas imágenes llaman animales santos», y adoraron a las<br />
almas de aquellos muertos que fueron divinizados durante su vida, personificando<br />
a los demonios, de suerte que aquella tierra estaba saturada de<br />
muertos a los que honraban como a dioses. Pero fueron vencidos y arrojados<br />
por los milagros obrados en las «memorias» de los santos mártires,<br />
donde únicamente es adorado y reconocido el Dios verdadero. Cf. De<br />
Civitate Dei 8,23-27; A, J. FESTUGIÉRE, La révélation de Hermes Trismegis-<br />
Notas complementarias 915<br />
tos, 2 vols. (Paris 1944 y 1949); A. D. NOCK, Corpus hermeticum 2 (París<br />
1945).<br />
Con relación al cristianismo, San Agustín recoge la tradición y costumbres<br />
del lugar donde está, como con ocasión de la muerte y sepelio de su<br />
madre, Mónica, en Ostia, con la serenidad y esperanza cristianas de sus<br />
palabras: «Enterrad este cuerpo en cualquier parte, no os preocupe más<br />
su cuidado; solamente os ruego que dondequiera que os hallareis, os<br />
acordéis de mí ante el altar del Señor», texto que recoge el Catecismo de<br />
la Iglesia <strong>Católica</strong> (1992) en el n.1370. Porque decía: «Nada hay lejos de<br />
Dios, ni hay que temer que ignore al fin del mundo el lugar donde estoy<br />
para resucitarme» (Confessiones 9,11,27-28; 12,29-32); o en la muerte de<br />
un amanuense suyo en Hipona: «Al entrar en agonía se persignó en la<br />
frente... Murió, y se le hicieron unas exequias muy solemnes y dignas de<br />
tan gran alma, porque durante tres días lo lloraron con himnos, ofreciendo<br />
al tercero el sacrificio de la redención sobre su sepulcro» (Epístola<br />
158,2). Cómo aprovechan los sufragios a los difuntos lo expone en Enchiridion<br />
110,29: a los muy buenos como acción de gracias, porque no los<br />
necesitan; a los muy malos no les son de provecho alguno, porque están<br />
condenados, pero son de alguna consolación para los vivos; y para los no<br />
muy malos tienen por objeto aplacar la justicia divina; y a quienes aprovechan,<br />
lo hacen o para la remisión plena o, por lo menos, para que la<br />
condenación les sea más tolerable (ibid.). Por tanto, las pompas, la suntuosidad<br />
significan un cierto consuelo para los vivos, nunca una ayuda<br />
para los muertos. En cambio, las oraciones, limosnas, sufragios pueden<br />
serles útiles, pero sólo para quienes vivieron antes de su muerte de forma<br />
tal que puedan aprovecharles después de ella. Para los que emigraron sin<br />
la fe que actúa por la caridad y sin los sacramentos de la fe ya no les<br />
puede aprovechar, pero sí les puede ayudar a quienes hacen las obras<br />
buenas por ellos, porque solamente en esta vida existe la posibilidad de<br />
obrar de manera que esas obras les sean útiles luego (Sermo 172,2). El<br />
Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, promulgado por el papa Juan Pablo II el<br />
11 de octubre de 1992, recoge y actualiza toda la tradición, y fomenta<br />
«esta comunión de los fieles con los difuntos» en los n.958, 1052, 1354,<br />
1371, 1479, 2300, ayudando a los moribundos con todas las atenciones<br />
necesarias para vivir sus últimos momentos en la dignidad y la paz, por<br />
las oraciones de sus parientes, por la recepción a tiempo de los sacramentos<br />
que preparan para el encuentro con el Dios vivo (n.2299): «se puede<br />
decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto Viático,<br />
constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, los sacramentos que<br />
preparan para entrar en la Patria, o los sacramentos que cierran la peregrinación»<br />
(n.1525). «Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con<br />
respeto y caridad en la fe y la esperanza de la resurrección. Enterrar a los<br />
muertos es una obra de misericordia corporal (cf. Tob 1,16-18), que<br />
honra a los hijos de Dios, templos del Espíritu Santo» (n.2300) por el<br />
sentido cristiano de la muerte (n.1681-1690).<br />
[30] Relaciones de amistad entre San Agustín y San Paulino de Ñola,<br />
cf. p.475, nota 22. San Paulino de Ñola, llamado Moropio Poncio PAU<br />
LINO, nació hacia el año 355 en Aquitania, de familia aristócrata con grandes<br />
posesiones en la Aquitania, la Campania y en España. Formado por<br />
Ausonio, ejerció la carrera jurídica, y en el año 378 y 381 fue cónsul y<br />
gobernador de la Campania. Cuando asistía en Ñola a la fiesta de San Félix<br />
quedó muy impresionado por los milagros que obraba el santo mártir y,