40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital
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906 Notas complementarias<br />
y otras molestias que causa, así espirituales como sensitivas, de las cuales<br />
no es en mano del alma poderse librar hasta que el Señor envía su ángel,<br />
como se dice en el Salmo (33,8), en derredor de los que le temen, y los<br />
libra, y hace paz y tranquilidad, así en la parte sensitiva como en la<br />
espiritual del alma... (Cántico espiritual, Anotación de la canción espiritual,<br />
canción 16,1-2, 977-978)... a veces también de parte del demonio, el<br />
cual al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo<br />
él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma, procura poner<br />
horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien, y a veces como<br />
amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo<br />
interior del alma, por estar ella muy recogida y unida a Dios, a lo menos<br />
por de fuera en la parte sensitiva pone distracción y variedad y aprietos<br />
y dolores, y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar...»<br />
(ibid., canción 20-21,7-11, 996-998). Y poco antes había señalado: «Pero<br />
los maliciosos demonios de su parte hacen aquí molestia al alma de dos<br />
maneras. Porque ellos incitan y levantan estos apetitos con vehemencia, y<br />
con ellos y otras imaginaciones, etc., hacen guerra a este reino pacífico y<br />
florido del alma. Y lo segundo, y que peor es, que cuando de esta manera<br />
no pueden, embisten en ella con tormentos y ruidos corporales para hacerla<br />
divertir. Y lo que es más malo, que la combaten con temores y<br />
horrores espirituales, a veces de terrible tormento; lo cual a este tiempo,<br />
si se les da licencia, pueden ellos muy bien hacer...» (ibid., canción 16,<br />
declaración 5, 979).<br />
[23] La superstición y la astrología, cf. p.350, nota 27. Después de<br />
tantos siglos de aberración y prácticas idolátricas, el paganismo había<br />
penetrado en todas las instituciones, actividades y manifestaciones, tanto<br />
públicas como privadas, de la vida humana, social y privada. Los demonios<br />
habían cazado al hombre en todas sus capacidades para robarle al<br />
Dios verdadero el culto y la adoración debida, y que maliciosamente<br />
desviaban hacía ellos con la fanfarria bien montada de la idolatría, con<br />
fiestas llamativas y desenfrenadas en todos los órdenes. Esto, como era<br />
promovido y costeado públicamente, pronto pudo ser suprimido y purificado<br />
al ser declarado oficial el cristianismo, aunque dejase siempre el poso<br />
del atavismo y de la añoranza.<br />
No sucede lo mismo con la sutileza de otras prácticas, que se esconden<br />
furtivamente en la intimidad de cada uno, y que regulan las acciones<br />
personales con el falso prestigio de las tradiciones, llamadas supersticiosas.<br />
A cada paso y para todo volvían los viejos recuerdos con frases, gestos,<br />
acciones, invocando a los ídolos, y conjurando al destino o rigiéndose por<br />
los calendarios de los días fastos y nefastos, y consultando a los horóscopos<br />
y a los estrelleros. Y es que, más aún que ahora, la vida eterna no la<br />
veían tan segura, y el por si acaso alimentaba aún su indiferencia e incluso<br />
practicaban a solas la idolatría (In Ps. 73,25; Sermo 62,7,10); y entonces<br />
se acudía a los adivinos y magos con la teoría de los dos amigos (De catech.<br />
rud. 7,11; 25,48; 27,55; In lo. tr. 6,17; In Ps. 33,2,8,18, etc.): «Cuando<br />
todo va bien —decían los paganos—, se acude a los cristianos; pero<br />
apenas pasa algo, la gente corre a que le echen la buenaventura» (In Ps.<br />
91,7). Por eso Agustín insiste tanto en el texto evangélico: No podéis servir<br />
a dos señores (Mt 6,24; Le 16,13; cf. In Ps. 40,3): A Dios por la vida<br />
eterna, y al diablo por la temporal. Los viejos conjuros paganos, las suertes,<br />
los amuletos como recetas para todo, y toda clase de remedios estaban<br />
a disposición porque los demonios, dice San Agustín, son la mona de<br />
Notas complementarias 907<br />
Dios, verdaderos mangones y buhoneros que engañan con baratijas brillantes<br />
(In Ps. 127,11).<br />
Luego estaba el miedo a los signos, las influencias, con reglas fijas para<br />
evitar encuentros ominosos (De doctrina christ. 2,20,30-31), y que los más<br />
sensatos lo convertían en humor, como hizo Catón, quien, al oír a un<br />
amigo tembloroso porque los ratones le habían roído el calzado, le respondió:<br />
«Peor prodigio hubiera sido que el calzado royera a los ratones».<br />
[24] Cómo los paganos pudieron llegar a conocer al Dios verdadero, cf.<br />
p.350, nota 28. Los paganos pudieron tener conocimiento suficiente del<br />
Dios verdadero. San Pablo lo da a entender cuando dice que, habiéndolo<br />
reconocido por las cosas visibles, no lo adoraron como Dios (Rom 1,21).<br />
Por otra parte, su relación con los judíos era continua, y conocían su<br />
proselitismo, así como también el nombre de Yahweh, cuya contracción<br />
Yao está en el vocabulario corriente de sus fórmulas mágicas. Pero es que<br />
además, según los Apologistas y los Santos Padres, Dios permitió que<br />
profetisas o adivinas del paganismo, consagradas al culto idolátrico, anunciaran<br />
al Dios verdadero, y la verdadera religión, que es el Dios del<br />
judaismo y del cristianismo. Estas profetisas, llamadas sibilas, del latín<br />
Sibylla o Sibulla por ser la contracción y composición de las dos palabras<br />
griegas Siós o Ceós, que significa «Dios», y bolla o boule, que significa<br />
«consejo», y también de sófos, que significa «sabio», para recordar el<br />
oráculo divino y dar a entender que los oráculos que esas profetisas hacían<br />
eran iluminación de Dios. Marco Varrón las llama «consejo de Dios», y<br />
luego San Jerónimo lo cita en Contra lovinianum. En consecuencia, las<br />
sibilas profetizaban verdades, en parte cumplidas, como son los misterios<br />
e historia del Salvador, y en parte para cumplirse, como son aquellas<br />
verdades que se refieren al Juicio final y a los últimos acontecimientos.<br />
Clemente Alejandrino recoge también el dicho siguiente atribuido a San<br />
Pablo: «Leed los libros griegos, y conoced en ellos a las sibilas, las cuales<br />
confiesan a Dios». Homero recogió los Oráculos de la Sibila Deifica;<br />
Virgilio, los de la Sibila Cumea... Luego, entre los cristianos son muchos<br />
los que tratan de las sibilas y de sus Oráculos sibilinos, desde San Justino,<br />
Lactancio, San Agustín, San Jerónimo, Suetonio, Baronio, Santo Tomás,<br />
entre otros; también San Juan de la Cruz dice: «Aunque verdad es que<br />
Nuestro Señor acerca de muchas cosas infunde hábitos a muchas almas.,.<br />
Todas las cuales noticias son hábitos infusos, que gratis los da Dios a<br />
quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente: naturalmente, así<br />
como a Balaán y a otros profetas idólatras, y a muchas sibilas a quien dio<br />
espíritu de profecía; sobrenaturalmente, como a los santos Profetas y<br />
Apóstoles y a otros Santos» (Subida del Monte Carmelo 25,11 [BAC n.15,<br />
Madrid 1946], 660-661). Cf. MARIANO COSTA, Las sibilas, oráculos divinos<br />
entre los gentiles (Barcelona 1846); AEGIDIUS FORCELLINI, Lexicón totius<br />
Latinitatís (Bononiae 1965), Sibylla-Sibyllini.<br />
San Agustín dice claramente que «los sabios gentiles que reciben el<br />
nombre de filósofos, los más excelentes entre ellos, investigaron la naturaleza<br />
y por las obras conocieron al Creador... La belleza del mundo los<br />
invitaba a buscar al artífice de las cosas; nunca pudieron persuadirse de<br />
que el cíelo y la tierra existieran sin haberlo hecho nadie. De ellos habla<br />
el Apóstol (Rom 1,16-25) con estas palabras: La ira de Dios se revela<br />
desde el cielo sobre toda impiedad. ¿Qué significa sobre toda impiedad? No<br />
sólo sobre los judíos que recibieron la ley y ofendieron al autor de la<br />
misma; la ira de Dios se revela también desde el cielo sobre toda la