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40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital

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898 Notas complementarias<br />

que entenderlo como si el hombre espiritual, constituido ya bajo la gracia,<br />

no pudiera decir eso de sí mismo, y lo que sigue hasta el pasaje donde está<br />

escrito: ¡desgraciado de mí!, pobre hombre, ¿quién me librará de este cuerpo<br />

de muerte? (Rom 7,24), que he aprendido más tarde, como dije anteriormente<br />

(Retract. 23,2) a propósito del hombre bajo la ley y no bajo la<br />

gracia. También exponiendo lo del Apóstol: El cuerpo ciertamente está<br />

muerto por el pecado (Rom 8,10), he dicho que él llama muerto al cuerpo,<br />

mientras es tal que molesta al alma con la necesidad de las cosas temporales;<br />

pero más tarde (cf. De peccat. merit. 1,7,7; De Trinit. 3,3; Enarrat.<br />

in Ps. 85,17) me pareció mucho mejor que llamó muerto al cuerpo por eso<br />

de que tiene la necesidad de morir, que no tuvo antes del pecado». San<br />

Agustín recuerda la autoridad de sus grandes maestros San Cipriano (De<br />

Domin. orat. 16), San Ambrosio (De poenit. 1,3), y trata de este pasaje del<br />

Apóstol (Rom 7,14) en: De gratia Chnsti 43; Contra duas epist. Pelag. 1,17-<br />

25; Contra lulian. 2,3; 6,23,70; Op. imperf. contra lulian. 1,99; Sermo 44;<br />

De Civ. Deí 22,20ss.<br />

[17] El templo de Serapis en Alejandría, cf. p.332, nota 2. Los historiadores<br />

Rufino (Historia ecclesiastica 2,22-30), Sócrates (Hist. eccl.<br />

5,16), Sozomeno (Hist. eccl. 7,15), Teodoreto de Ciro (Hist. eccl. 5,22)<br />

recogen el hecho de la desaparición del templo de Serapis con su ídolo,<br />

que venía siendo el centro más célebre de culto a esa divinidad en todo<br />

el mundo griego. Sin embargo, este templo y el culto a su ídolo Serapis<br />

tiene un origen legendario, introducido por los Ptolomeos, que querían<br />

aproximar y unificar en lo posible las dos culturas, griega y egipcia, promoviendo<br />

a la vez un sincretismo religioso que identificara a los dos<br />

pueblos en un solo imperio, como la divinidad de Serapis unía a los dioses<br />

Osiris y Apis. Ese origen legendario lo cuenta Tácito en Annales o Historias<br />

4,83-84, y Plutarco en Moralia 362: A Ptolomeo Soter se le reveló<br />

que debía traer la estatua de Zeus-Hades de la colonia griega del Ponto<br />

para entronizarla en la ciudad de Alejandría, tercera en importancia con<br />

Roma y Atenas; y una vez traída, fue considerada como la reencarnación<br />

de Osiris y Apis, llamándola Serapis, como la suprema divinidad múltiple<br />

que era a la vez Zeus, Hades, Osiris, Apis, Dionisos, Helios Asclepios,<br />

Horus, Júpiter, y por lo tanto el más poderoso y milagroso de todos los<br />

dioses, edificando el templo a Serapis para rendirle un culto espléndido<br />

con todos los servicios y dependencias, incluso biblioteca, que en su<br />

momento recogerá lo que pudo salvarse, y la tradición de la famosa biblioteca<br />

de Alejandría cuando se quemó. Todo aquel complejo religioso-cultural<br />

que se formó fue llamado el Serapeón, que se hizo célebre en la<br />

antigüedad. Por eso, cuando fue destruido, al aplicar la ley del 16 de junio<br />

del año 391 del emperador Teodosio el Grande, prohibiendo el culto<br />

pagano en Egipto, causó gran impresión en todo el imperio, y fue recogido<br />

por los escritores de su tiempo, como por San Jerónimo el año 392 en su<br />

obra De viris illustribus 134. Pero lo que más se destacó entonces y se<br />

comentaba era que aquella destrucción hubiera sido ya profetizada mucho<br />

antes por los oráculos y adivinaciones de sibilas o adivinos idólatras, y que<br />

ese vaticinio se cumplió. Todo esto era recordado y se comentaba entre<br />

los cristianos. Precisamente la explicación de este hecho es la causa del<br />

escrito de San Agustín, que alude a la profecía como a una tradición<br />

pagana propagada no se sabe por quién. Con todo, en Vigiliae Christianae<br />

3,1949,56 viene una nota de A. D. Nock sobre el escritor Eunapío, que<br />

en Vita Aedesii habla de un devoto llamado Antonino que vivía en la<br />

Notas complementarias 899<br />

ribera del Nilo al servicio de los dioses, el cual había anunciado con<br />

tiempo que el culto pagano iba a desaparecer, y que el gran santuario de<br />

Serapis sería destruido, profecía que se cumplió con la destrucción del<br />

Serapeón, según lo había predicho el oráculo.<br />

[18] La idolatría, cf. p.332, nota 3. San Agustín deja claro que la<br />

idolatría es una corrupción del único culto al verdadero Dios o monoteísmo,<br />

porque la humanidad por error se apartó de la verdad del Dios único,<br />

infinito en todas sus perfecciones, y comenzó a repartirlas entre las fuerzas<br />

ocultas de la naturaleza: sol, luna, cuerpos celestes, aire, fuego, tierra,<br />

agua, cayendo en un naturalismo panteístico, y en el antropomorfismo con<br />

la deificación de las fuerzas y seres de la naturaleza y del hombre, que le<br />

lleva al politeísmo y a la idolatría en sus distintas manifestaciones, como<br />

animismo, evolucionismo, manismo, fetichismo, totemismo y magia, como<br />

depravación más o menos formal del acto latréutico debido sólo al único<br />

Dios. Incluso San Agustín, el año 390, había advertido seriamente a Máximo,<br />

gramático de Madaura, que el monoteísmo abstracto lleva progresivamente<br />

al politeísmo y a la idolatría, y le amonesta sobre «las fábulas sacrilegas<br />

del paganismo» y las ridiculeces de los adoradores de simulacros,<br />

recomendándole que el mismo Virgilio y Cicerón demuestran que esos llamados<br />

dioses del Olimpo no eran más que hombres, y que sus fiestas, cultos<br />

y ritos, poseídos por los númenes, eran torpezas y mentiras (Epist. 16<br />

y 17). Una explicación simple la había dado el evemerismo del siglo IV<br />

antes de Cristo, que o divinizaba a los hombres como héroes divinos o<br />

humanizaba a los dioses como personificación de las virtudes y los vicios, y<br />

de cualquier modo lleva al politeísmo y a la idolatría con los mitos de los<br />

dioses fundadores de los reinos, de las villas, en todas las religiones paganas,<br />

y en este caso muy especialmente en el mundo greco-latino.<br />

La Biblia habla también continuamente de la idolatría en el pueblo de<br />

Dios, desde los ancestros de Abrahán (Gen 12,1; los 24,2; Idt 5,6-9;<br />

Ier 16,13; cf. Gen 12,1; 24,50; 31,24.29.49; 31,19.30; 32,34; 35,2; Ezech<br />

23,3.8.19.29). El Éxodo y el Deuteronomio advierten continuamente del<br />

peligro de la idolatría contra el monoteísmo, y más aún en el desierto y<br />

en tiempo de los Jueces. Con los Reyes, Saúl tiene que combatir seriamente<br />

la adivinación y la evocación de los muertos. Pero es Salomón, con su<br />

apostasía, por orgullo y depravación, quien construye templos infames a<br />

los dioses extranjeros como Astarté, Moloch, Chamos, que acarreó como<br />

castigo la división del reino; y tristemente trae la reaparición de la idolatría<br />

tanto en Judá como en Israel. La cautividad posterior fue una prueba<br />

saludable, y con la influencia de los Profetas se conserva la verdadera<br />

religión, aunque se practicaran también cultos idolátricos extranjeros.<br />

Cuando el helenismo invade Palestina se intenta suprimir el monoteísmo<br />

e implantar el paganismo con el culto idolátrico, que provocó una reacción<br />

heroica y la durísima persecución religiosa que terminó con la intervención<br />

de los romanos, permitiendo a los judíos el ejercicio libre de su<br />

religión (2 Mach 11,15-38). El libro de la Sabiduría, precursor del Evangelio,<br />

defendiendo el monoteísmo, sabe también aprovechar los valores<br />

reales del helenismo.<br />

Pero la Biblia no podía por menos que reflejar el culto idolátrico de<br />

los pueblos vecinos, y así habla de los dioses egipcios, asirios, babilónicos,<br />

dioses cananeos, filisteos, etc., señalando a las divinidades principales,<br />

siempre como culto opuesto al culto del verdadero Dios, y declarando que<br />

las divinidades y sus ídolos son demonios. Luego el Nuevo Testamento

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