40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital
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892 Notas complementarias<br />
clon a contemplación, conocimiento interior o rudimentario a evidencia o<br />
intuición. Por lo mismo que lo sensible es inestable, esencialmente fluido,<br />
y lo inteligible es estable y esencialmente objetivo y perfecto, por eso<br />
también la sensación es una iniciación al conocimiento y como filtro para<br />
el razonamiento y el discurso, fuente de opinión y verosimilitud por defecto<br />
de objetividad, mientras que la contemplación es intuición, libre de<br />
Ja sensibilidad y de las formas discursivas del pensamiento. La verosimilitud,<br />
en cambio, es conjetura, probabilidad, y también apariencia y semejanza<br />
de la realidad o verdad que imita, y por tanto hay en la razón a la<br />
vez una actitud de desconfianza en el conocimiento rudimentario de los<br />
sentidos, y correlativamente una actitud de fe o confianza en Dios y en el<br />
conocimiento intelectual. Pero únicamente Dios puede garantizar el conocimiento<br />
perfecto por la revelación pública o privada.<br />
Se ve el esfuerzo de Agustín por trasponer el conocimiento inferior platónico<br />
y la confianza en la observación sensorial a la fe veraz y segura de la<br />
autoridad divina. Cf. JÉRÓME ANDRÉ BECKAERT, Dieu et la connaissance de<br />
Dieu dans la philosophie de Philon, en Oeuvres de saint Augustin 10, p.706.<br />
1/J La verdadera felicidad de San Agustín es conocimiento o es amor<br />
(«videre-habere-nosse»), cf. p.104, nota 103. San Agustín profundiza<br />
contra el escepticismo y el relativismo, acentuando que la felicidad procede<br />
de la verdad, porque consiste en el conocimiento amoroso de la<br />
verdad, que a la vez es posesión interior y conquista intelectual íntima y<br />
viva del bien, que en definitiva está en Dios. Por consiguiente, la felicidad<br />
es un conocimiento suficiente amoroso de la verdad-bien poseído. Cf.<br />
cuestión 54, donde concluye: «Y ésta es la misma Verdad; y puesto que<br />
el alma racional se une a ella por el conocimiento, es correcto admitir este<br />
sentido del texto: Para mí lo bueno es estar junto a Dios (Ps 72,28); en De<br />
innitate 1,10,20: «la contemplación de Dios, recompensa de todas las<br />
buenas acciones», y en De Gen. ad litt. 12,26,54: la virtud «como amor<br />
de lo que veas y la felicidad suma poseer lo que se ama». También en De<br />
Civitate Dei 10,2, hablando de la verdadera felicidad como iluminación o<br />
conocimiento amoroso, se está refiriendo a Plotino, que desarrolla el sentido<br />
de Platón en Enéadas 5,6,4. Cf. P. HENEY, Plotin et l'Occident 128-<br />
133 y el comentario a esta cuestión en G. HuiTGREN, Le commandement<br />
damour chez saint Augustin (París 1939), 126-133.<br />
[8] Progreso en el amor de Dios, cf. p.108, nota 127. Esta cuestión<br />
es como un esquema de doctrina y método práctico de espiritualidad, que<br />
mas tarde va a desarrollar en su obra De catechizandis rudtbus adaptado<br />
a catequesis e instrucción para principiantes. En esta cuestión está interesado<br />
en el aspecto espiritual y moral de las acciones humanas, y para<br />
orientarlo propone los pasos siguientes:<br />
Primer paso: Acudir a la Sagrada Escritura para tener un criterio seguro,<br />
donde encuentra el texto preciso de San Juan: El amor consumado<br />
arroja fuera todo temor (1 lo 4,18). Porque este amor consumado es la<br />
caridad, que se llama dilección o amor de Dios.<br />
segundo paso: ¿Cómo alimentar ahora este amor de Dios y hacer que<br />
progrese? Eliminando el temor, que nace de la codicia o amor desordenado<br />
de las cosas temporales, y que es la raíz de todos los males (1 Tim<br />
6,10); y, por ]0 tant0; el veneno de la caridad.<br />
i ercer paso: Para alimentar la caridad o el amor consumado, y a la vez<br />
conseguir la progresiva disminución del temor servil hasta su eliminación<br />
total, fomentar continuamente el conocimiento y la vivencia del santo<br />
Notas complementarias 893<br />
temor de Dios. Porque principio de la sabiduría es el temor del Señor<br />
(Ecl 1,16), apoyándose, más que en la tazón y experiencia humanas, en<br />
la enseñanza providencial de la historia, sobre todo de la salvación, a<br />
través del Antiguo y Nuevo Testamento. Porque toda la Escritura es útil<br />
para la enseñanza y el escarmiento de los hombres (2 Tim 3,16), y fácilmente<br />
persuade y ayuda a evitar la carga y costumbre del pecado.<br />
Cuarto paso: El deseo de cambiar por medio del gusto de la piedad y<br />
el atractivo hermoso de la virtud, de manera que la libertad de la caridad<br />
sobresalga y brille por encima del temor servil.<br />
Quinto paso: Es el momento de recomendar y recibir el sacramento de<br />
la regeneración: bautismo y penitencia, para interesar a cada uno en el<br />
descubrimiento personal del hombre viejo y el hombre nuevo, exterior e<br />
interior, terreno y celestial, con sus codicias y fines.<br />
Sexto paso: Valorar los bienes y beneficios perecederos y transitorios,<br />
comunes a buenos y malos, y los permanentes y eternos, por cuya adquisición<br />
deben venderse todas las cosas terrenas. Y esto, que es difícil e<br />
imposible para el hombre, lo ha hecho accesible y atractivo el ejemplo<br />
único y excelentísimo del Hombre-Dios, Jesucristo Mediador, a quien han<br />
seguido y siguen multitud de imitadores desde los Apóstoles, mártires y<br />
santos innumerables de todos los tiempos, lugares, estados y edades, para<br />
que nadie se desanime de poder alcanzar lo que tantos, «lo que éstos y<br />
éstas... por qué no yo» (Confessiones 8,11,27).<br />
Séptimo paso: Para asegurar esta victoria y conquista laboriosa, Agustín<br />
añade este paso o grado en su pedagogía espiritual: prevenir las dificultades<br />
y asechanzas de la vanagloria y el orgullo que están al asalto de las<br />
obras buenas para perderlas, anulando todo progreso en el amor.<br />
Conclusión: El santo temor de Dios es necesario, como principio de la<br />
sabiduría, en el progreso y en la perfección del sabio o perfecto, que es<br />
quien ha conseguido vivir el amor a Dios y al prójimo como a sí mismo<br />
(cf. G. HuiTGREN, Le commandement d'amour chez saint Augustin [Paris<br />
1939], 84-86).<br />
[9] La expresión «Homo-Dominicus», cf. p.110, nota 132. Es frecuente<br />
hallarla en los Padres de los siglos IV-V, sobre todo en San Atanasio<br />
(J. LEBON, Saint Athanase ont-il employé l'expression ó KupiaKÓg<br />
áy9pü)TTÓ5, en Rev. d'hist. ecclés. 31 [1935,307-329]). Pero esta fórmula fue<br />
abandonada a principios del siglo V por sospechosa de apolinarismo (SAN<br />
JERÓNIMO, Apol. 2,20). La expresión es exacta y valiente, que proclama a<br />
Jesucristo Hombre-Señor, Hombre-Dios, equivalente a Dios-Hombre,<br />
Cristo-Señor (T. VAN BAVEL, Recherches sur la christologie de Saint Augustin:<br />
l'humain et le divin dans le Christ d'aprés Saint Augustin [Fribourg<br />
1954], 15-16). En De sermone Domini in monte 2,6,20 habla del Unigénito<br />
de Dios que vendrá del cielo visiblemente en el Hombre Señorial (en el<br />
Hombre-Señor) para juzgar a los vivos y a los muertos. Y en Retractationes<br />
1,19,8 aclara que esa expresión de Hombre Señorial o del Señor corresponde<br />
al que es el Mediador entre Dios y los hombres, el Hombre Cristo-<br />
Jesús, siendo ciertamente verdadero Señor. Expresión que la ha leído en<br />
comentarios católicos de los libros divinos, y que, aunque no es una<br />
expresión muy acertada, con alguna razón podría defenderse.<br />
[10] Las edades del mundo, cf. p.117, nota 165; p.187, nota 444. En<br />
las Retractationes 1,26,2 escribe: «Al hablar de las edades del género humano<br />
como de un solo hombre dije: Tampoco fue conveniente que el<br />
divino Maestro, a cuya imitación el hombre se formaría en las mejores