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40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital

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526 La devastación de Roma<br />

darla por el temor, convertirla, purificarla y cambiarla, reveló<br />

a un fiel siervo suyo, que, según dicen, era un soldado; y le<br />

dijo que iba a destruir la ciudad con fuego bajado del cielo, y<br />

le amonestó que se lo dijese al obispo. El se lo dijo; el obispo<br />

no lo menospreció y lo comunicó al pueblo. La ciudad se<br />

convirtió a penitencia, como en otro tiempo la antigua Nínive.<br />

Para que el pueblo no creyese que el que lo había anunciado<br />

era un iluso o un falsario, llegó el día que había amenazado,<br />

todos pendientes y esperando con gran temor el resultado; al<br />

anochecer, cuando ya el firmamento estaba oscuro, apareció<br />

una nube de fuego por el oriente, pequeña al principio; después,<br />

poco a poco, según se iba acercando sobre la ciudad,<br />

crecía de tal manera que el fuego amenazaba de un modo<br />

terrible a la ciudad entera. Parecía que una llama horrible<br />

estaba suspendida sin que faltase el olor a azufre. Todos se<br />

refugiaban en los templos, y los lugares sagrados no podían<br />

acoger a las muchedumbres; cada cual exigía el bautismo de<br />

quien podía. No sólo en las iglesias; también por las casas, por<br />

las calles y plazas pedían el sacramento de la salvación, para<br />

evitar la ira no sólo presente, sino también futura. Después de<br />

aquella gran tribulación, en la que Dios confirmó la veracidad<br />

de sus palabras y de la revelación de su siervo, la nube, lo<br />

mismo que había crecido, comenzó a decrecer hasta disiparse<br />

poco a poco. Cuando el pueblo se creyó un poco seguro, oyó<br />

de nuevo que había que huir del todo, porque la ciudad sería<br />

arrasada el sábado próximo. La ciudad entera con el emperador<br />

salió fuera, nadie quedó en casa y nadie cerró la puerta,<br />

de cáelo igne perituram; eumque admonuit ut episcopo diceret. Dictum est;<br />

non contempsit episcopus, et allocutus est populum, conversa est civitas in<br />

luctum paenitentiae, quemadmodum quondam illa antiqua Ninive (cf.<br />

Ion 3,5). Tamen ne putarent homines illum qui dixerat vel falsitate deceptum<br />

vel fallada decepisse, venit dies quem Deus fuerat comminatus: intentis ómnibus<br />

et exitum cum timore magno expectantibus, noctis initio tenebrante iam<br />

mundo, visa est Ígnea nubes ab oriente, primo parva, deinde paulatim ut<br />

accedebat super civitatem ita crescebat, doñee toti urbi ignis terribiliter immineret.<br />

Videbatur horrenda flamma penderé, nec odor sulphuris deerat. Omnes<br />

ad ecclesiam confugiebant, non capiebat multitudinem locus, Baptismum<br />

extorquebat quisque a quo poterat. Non solum in ecclesia, sed etiam per<br />

domos per vicos ac plateas salus Sacramenti exigebatur, ut fugeretur ira, non<br />

praesens utique, sed futura. Tamen post magnam illam tribulationem, ubi<br />

exhibuit Deus fidem verbis suis, et revelationi servi sui, coepit, ut creverat,<br />

minui nubes, paulatimque consumpta est. Populus securas paululum factus,<br />

iterum audivit omnino esse migrandum, quod civitas esset próximo sabbato<br />

peritura. Migravit cum Imperatore tota civitas; nemo in domo ramansit, nemo<br />

domum clausit; longe recedens a moenibus, et dulcia tecta respiciens, relictis<br />

Capítulo 7 527<br />

alejándose de las murallas, y mirando los hogares amados decía<br />

adiós entre suspiros a las residencias queridísimas. Y habiendo<br />

avanzado aquella gran multitud algunas millas y, reunida en un<br />

mismo lugar para orar a Dios, vio de repente una gran humareda,<br />

y dirigió a Dios un grito tremebundo. Por fin, vuelta la<br />

serenidad, enviando algunos que informasen, una vez pasada<br />

la hora señalada que había sido predicha; y cuando informaron<br />

que las murallas y las casas permanecían en pie, todos regresaron<br />

con indescriptible alegría. Ninguno perdió nada de su<br />

propia casa y cada cual la encontró abierta, como la había<br />

dejado 3 .<br />

Capítulo VIL CONSTANTINOPLA Y ROMA<br />

8. ¿Qué vamos a decir? ¿Que fue la ira o mejor la misericordia<br />

de Dios? ¿Quién va a dudar de que como Padre misericordiosísimo<br />

quiso corregir y castigar por medio del terror y no<br />

con la ruina, cuando tan amenazadora calamidad presente no<br />

causó daño alguno ni a los hombres ni a las casas ni a las murallas?<br />

Lo mismo que suele levantarse la mano para castigar y,<br />

ante las súplicas del que va a ser castigado, se retracta por compasión,<br />

así le ocurrió a aquella ciudad. Sin embargo, si entonces,<br />

cuando, abandonada la ciudad, salió todo el pueblo, hubiese<br />

caído la ruina sobre el lugar y hubiese perdido a toda la<br />

ciudad, como a Sodoma, sin dejar rastro alguno, ¿quién iba a<br />

poner en duda que aun así Dios había perdonado a aquella<br />

carissimis sedibus voce miserabili valefecit. Et aliquot millibus tanta illa multitudo<br />

progressa, uno tamen loco fundendis ad Deum orationibus congregata,<br />

magnum fumum súbito vidit, et vocem magnam emisit ad Deum; tandemque<br />

tranquillitate conspecta, missis qui renuntiarent, sollicita quae praedicta fuerat<br />

hora transacta, et remmtiantibus quod salva universa moenia et tecta consisterent,<br />

omnes cum ingenti gratulatione redierunt. Nemo de domo sua quidquam<br />

perdidit, patentem omnis homo sicut dimisit invenit.<br />

VII. 8. Quid dicemus? Utrum ista ira Dei, an potius misericordia fuit?<br />

Quis dubitet misericordissimum patrem corrigere voluisse, et terrendo, non<br />

perdendo puniré, quando nihil hominum, nihil domorum, nihil moenium<br />

tanta impendens praesens calamitas laesit? Prorsus sicut solent, manus erigi ad<br />

feriendum, et consternato illo qui [723] feriendus erat, miseratione revocari,<br />

ita factum est illi civitati. Verumtamen si eo tempore, quo illa derelicta populus<br />

universus abscessit, irrueret vastitas loco, totamque urbem sicut Sodomam,<br />

nullís saltem ruinis remanentibus, perdidisset; qui etiam sic dubitaret quod<br />

* Registran este suceso San Próspero en Cbron. y Paulo Diác. líb.13, y también el<br />

Card. Baronio el año 396.

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