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40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital

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426 La piedad con los difuntos<br />

cual una parte sólo es el alma o el cuerpo, pero el hombre<br />

entero consta de una y otro para que sea el hombre. Se elige<br />

la tercera, que el hombre no es el formado por el alma solamente<br />

o por el cuerpo, sino por los dos componentes a la vez,<br />

alma y cuerpo» (De Civitate Dei 19,3,1).<br />

Según esto, valora la experiencia humana sobre la muerte<br />

como separación del alma del cuerpo; más aún, filosóficamente,<br />

la muerte del hombre sería una consecuencia natural del<br />

compuesto alma-cuerpo al romperse la unión del alma inmortal<br />

unida a un cuerpo mortal y corruptible, y por lo tanto<br />

podía morir. Pero, históricamente, Dios creó al hombre de<br />

modo que pudiese no morir, no por la constitución de su<br />

naturaleza, sino por el don de Dios si obedecía y no pecaba.<br />

El hombre no cumplió la condición, y así entró en él la muerte<br />

como castigo: «morirás» (Gen 2,11; 3,3; 3,19), y entonces<br />

comienza la historia de la humanidad con la muerte («por la<br />

envidia del diablo») (Sap 2,23-24), de tal modo que el hombre<br />

ya no puede no morir, tiene que morir (Rom 5,12; 6,23; Hebr<br />

9,27). La causa de la muerte se debe a que es tan íntima la<br />

compenetración entre el cuerpo y el alma, que ante dolores<br />

agudos el alma se rinde y se aleja, porque la trabazón entre los<br />

miembros y principios vitales es tan delicada que no resiste la<br />

violencia de un dolor extremo (De Civitate Dei 21,3,1). La<br />

corruptibilidad del cuerpo es causa de la separación entre el<br />

alma y el cuerpo... El cuerpo no sólo muere en la separación<br />

del alma, sino que en la Escritura se le llama muerto por su<br />

extrema flaqueza de carne y sangre (De Trinitate 4,3,5). Mortal<br />

por la condición del cuerpo animal, inmortal por gracia del<br />

Creador (De Gen. ad litt. 6,25,36). Hay filósofos que niegan<br />

que la separación del alma del cuerpo sea un castigo (De<br />

Civitate Dei 13,16). La muerte es la separación del alma del<br />

cuerpo. Esta separación del alma del cuerpo es la que temen<br />

los hombres; pero la muerte verdadera, que no temen los<br />

hombres, es la separación del alma de Dios (Enarratio in Ps.<br />

48,2,2). Los hombres nacen, por castigo, mortales. El hombre<br />

no habría muerto sí Dios no lo hubiese castigado... Así cada<br />

uno lleva su pena (Enarrat. in Ps. 68,2,11). La muerte del<br />

cuerpo es castigo del pecado (De natura et gratia 23,25; De<br />

peccatorum meritis et remissione 2,49-56; 3,18-20). Morimos<br />

porque somos carne, el hombre que lleva la carne de pecado<br />

(Sermo 80,5; Epist. 193,4,12). ¿De dónde, entonces, viene la<br />

muerte? Busquemos su origen. El padre de la muerte es el<br />

pecado (Sermo 165,6,7). No le viene al hombre la muerte más<br />

que por la pena, que supone la culpa (Sermo 172,1,1). La<br />

Introducción 427<br />

muerte es pena de la culpa (Sermo 231,2,2). La muerte no<br />

viene de Dios, sino por el pecado (De peccatorum meritis et<br />

remissione 1,9). El cuerpo es mortal porque puede perder del<br />

todo la vida, sin poder vivir por sí (De Civ. Dei 13,2), y es<br />

castigo del pecado (ibid., 4). La muerte es castigo, no causa<br />

del pecado. No existiría la muerte si no viniese del pecado<br />

(Sermo 165,6,7). Viene de la serpiente y del diablo (Enarr. in<br />

Ps. 73,5; De Civitate Dei 5,8,36). Y por eso la muerte, que tuvo<br />

lugar por el pecado, se denomina pecado (Enarr. in Ps. 34,2,3).<br />

Necesidad de la muerte. Es necesario morir y nadie quiere...<br />

Dura necesidad (Enarr. in Ps. 30,2,13). El hombre tiene<br />

que morir por causa y pena del pecado (Opus imperfectum<br />

contra lulianum 1,94; Contra Eaustum manichaeum 14,3-4).<br />

Universalidad de la muerte y temor a ella. El reino de la<br />

muerte abarca a todos los hombres (De Civitate Dei 13,23,3;<br />

14,1; De peccator. merit. et remiss. 1,11,13; Sermo 233,4-5).<br />

Todos los hombres han de morir para emigrar de este siglo...<br />

Puedes diferir la muerte, no la puedes evitar (Sermo 279,9).<br />

Nadie puede burlar la muerte (256,2; 343,2). ¿Qué no hace el<br />

hombre para no morir? (Sermo 161,7,7; 34,3,5). Acepta todos<br />

los trabajos para no morir (Opus imperfectum contra lulianum<br />

6,27). La muerte la teme no la opinión, sino la naturaleza<br />

(Sermo 172,1,1). La naturaleza huye de la muerte. Fíjate en los<br />

animales, no hay ninguno que no quiera vivir. El que no tema<br />

morir. El género humano tiene este mismo instinto (Sermo<br />

297,2,3). Todos temen la muerte (De disciplina christiana<br />

11,12). Pero la muerte del hombre viene no de la naturaleza,<br />

sino del pecado (contra los pelagianos) (Sermo 299,10-11). Si<br />

hasta los animales, creados para morir, huyen y temen la<br />

muerte y aman la vida, ¿cuánto más el hombre, que ha sido<br />

creado para vivir sin término, de no haber pecado? (Sermo<br />

172,1,1). Todos la temen, hasta las plantas (De Civitate Dei<br />

11,27,1-2).<br />

El amor de Dios hace vencer la muerte, y aun desearla (De<br />

moribus Ecclesiae cath. 1,22,40). Vencer el miedo a la muerte,<br />

gran gloria de los mártires (De peccatorum meritis et remissione<br />

2,34,54).<br />

Comentando el texto de 1 Cor 15,36.51: no todos moriremos,<br />

pero todos seremos transformados, no está muy seguro y<br />

preciso, sobre la universalidad de la muerte, juntamente con<br />

otros intérpretes (De Civitate Dei 20,20,2); si bien, al interpretar<br />

todos resucitaremos, o como traen algunos códices: todos<br />

nos dormiremos, añade claramente que no nos es posible la<br />

resurrección si no está precedida por la muerte, lo cual quiere

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