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40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital

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422<br />

La piedad con los difuntos<br />

y el tiempo, y aunque separada del cuerpo está a la espera de<br />

recuperarlo para entrar en la plenitud de la unidad psicosomática<br />

de su sustancia completa personal, ahora rota, pero capaz<br />

de superar a la muerte y la desesperación por la esperanza<br />

como salto a Dios 14 . Entonces la muerte del hombre sí tiene<br />

un valor positivo como el acto supremo humano de su inmolación<br />

porque el alma, que ha hecho humano al cuerpo por su<br />

animación, está por encima de la corporalidad, y en la muerte<br />

se separa del cuerpo como una liberación de la materia para<br />

trascender a su reino inmortal como alma separada, hasta que,<br />

vencida la muerte, vuelva a animar el cuerpo transformado,<br />

recuperando lo que perdió: la unidad íntima psicosomática de<br />

su sustancia completa personal. Únicamente posible desde<br />

Dios, que es donde Cristo ha devuelto al hombre la esperanza<br />

15 , deja inconsistente el dramatismo de la experiencia.<br />

¿Qué es la muerte en la Biblia? En primer lugar hay que<br />

tener bien presente que, en la mentalidad semita, el cuerpo no<br />

es la parte material del hombre que se contrapone a su alma<br />

o parte espiritual. No sirven las concepciones filosóficas, porque<br />

el cuerpo es el hombre entero. El hombre es una unidad<br />

como cuerpo animado o alma corporeizada, y por lo tanto su<br />

corporeidad es indispensable a su condición humana. El hombre<br />

no sólo tiene, sino que es cuerpo, con el cual se manifiesta,<br />

relaciona, se hace visible... siempre muy religado a la vida<br />

temporal y a sus bienes, que le ha entregado Yahveh como su<br />

pueblo elegido para el cumplimiento de su promesa, a pesar de<br />

que el destino de los hombres es la muerte, que consiste en<br />

descender al sheol, lugar de oscuridad, de silencio y olvido.<br />

«El Señor da la muerte y la vida» (1 Sam 2,6), pero «Dios no<br />

hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo<br />

creó para que subsistiera». «Dios creó al hombre para la inmortalidad<br />

y lo hizo imagen de su propio ser; pero la muerte<br />

entró en el mundo por la envidia del diablo» (Sap 1,13-14;<br />

2,23-24). Es verdad que el hombre fue creado mortal (Eccli<br />

17,1-2), pero, llamado desde el principio a la inmortalidad,<br />

perdió ese destino por el pecado, y «entró la muerte», de tal<br />

manera que la historia del hombre comienza y se desarrolla<br />

con su condición mortal (ibid., 41,1-3; Ps 90), y el Eclesiastés<br />

o Qohelet recoge resumida la tradición de esa mortalidad. Sin<br />

embargo, en Job y en los salmos palpita la profunda comunión<br />

" K. RAHNER, Sentido teológico de la muerte (Barcelona 1968).<br />

" H. VOLK, Das christliche Vestandms des Todes (Müster 1957); H. U. VON BALTHA-<br />

SAR, Das franze in Pragment (Einsíedeln 1963); F. GABORIAU, Interview íur la morí avec<br />

K. Rahner (París 1967).<br />

Introducción 423<br />

con Dios que hace esperar que vivirá en su presencia: «yo sé<br />

que mi Vengador vive, y que al final se alzará sobre el polvo...<br />

ya sin carne veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro» (Iob<br />

19,25-27); «no me entregarás a la muerte... me colmarás de<br />

gozo en tu presencia» (Ps 16,10-11). En El está la esperanza<br />

de vencer la muerte y volver a la vida (Ps 49; 73; Is 25,8;<br />

26,19; 53; 1 Sam 2,6); además está la justa retribución a los<br />

hombres, a cada uno según sus obras (Deut 24,16; Ier 31,29-<br />

30; Ez 18,2-4), y en Sabiduría como triunfo definitivo de la<br />

justicia. Incluso se habla explícitamente de la resurrección ya<br />

en Is 24-26,19-27: «vivirán tus muertos... despertarán jubilosos<br />

los que habitan en el polvo. Porque tu rocío es rocío de luz»<br />

(Is 26,19). Y sobre todo en Daniel: «muchos de los que duermen<br />

en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para<br />

ignominia perpetua» (Dan 12,1-2.13). Y en 2 Mach 7: Dios<br />

garantiza con su palabra fiel la vida y la resurrección de los<br />

más fieles, los mártires; «cuando hayamos muerto por su Ley,<br />

el rey del universo nos resucitará para una vida nueva»<br />

(2 Mach 7,9); «vale la pena morir a manos de los hombres<br />

cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. En cambio,<br />

tú no resucitarás para la vida» (ibid., 14). Por tanto, se ve que<br />

en el Antiguo Testamento la fe en la resurrección va transformando<br />

el pensamiento tradicional a medida que se esclarece el<br />

misterio de la identidad de Dios; y a pesar de ambientes intolerables,<br />

como los saduceos, que rechazaban la resurrección; y<br />

la comunidad de Qumrán, que no parece preocuparse demasiado;<br />

o la literatura apocalíptica, insegura y fantasiosa, la<br />

mentalidad popular cree en la resurrección por la certidumbre<br />

inquebrantable en Yahveh, «que es la roca».<br />

En el Nuevo Testamento 16 , con Jesucristo, Verbo encarnado,<br />

Dios y Hombre verdadero, que viene «para destruir la<br />

muerte y manifestar la resurrección» (Prefacio-Plegaria<br />

Eucarística II), la fuerza no está en la información, conocimiento<br />

o ideología del hombre, de la vida, de la muerte. El<br />

fundamento es enteramente nuevo: el hecho indestructible de<br />

la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Jesucristo<br />

resucitado, experimentado, reconocido, comprobado repetidas<br />

veces, quitando todas las dudas, como viviente después de<br />

haber muerto, es el punto de partida de la fe cristiana, segura,<br />

cierta, que a la vez genera confianza y garantiza la esperanza<br />

16 «Hombre» es considerado como ser animado, viviente. «Cuerpo-.vowtí» como la<br />

persona, el hombre entero, aún después de la muerte. «Cuerpo espiritual», transformado<br />

(1 Cor 15,35.44.49). «Carne», la parte mortal, débil, corruptible, donde está la<br />

debilidad moral y arraiga el pecado (Rom 7,25).

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