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40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital

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418 La piedad con los difuntos<br />

tiano ser enterrado, después de la muerte, junto a una memoria<br />

o sepulcro de un mártir» 5 .<br />

En realidad, desde la libertad religiosa del emperador<br />

Constantino, no solamente se construían iglesias, basílicas,<br />

memorias a los mártires y confesores de la fe, sino que también<br />

se procuraba enterrar en su recinto y junto a ellos. Eso mismo<br />

es lo que pide a San Paulino de Ñola una viuda cristiana<br />

llamada Flora: sepultar a su joven hijo Cinegio, fallecido, en la<br />

Basílica de San Félix, confesor. Y entonces San Paulino de<br />

Ñola hace la consulta siguiente a San Agustín: ¿eso es de algún<br />

provecho para los difuntos? Porque el mismo San Paulino lo<br />

había practicado con su esposa Teresa cuando sepultaron a su<br />

hijo Celso junto a los mártires de Alcalá de Henares. San<br />

Agustín le contesta con este pequeño libro que pertenece al<br />

género consolatorio, que tiene una historia literaria tradicional,<br />

sobre todo entre griegos y romanos, donde, a la vez que<br />

se consolaba, también se instruía 6 .<br />

Análisis de la obra. Después de un preámbulo exponiendo<br />

la ocasión del opúsculo (1,1), lo divide en dos partes: la<br />

primera parte (2-11) trata sobre la utilidad de la sepultura, con<br />

dos secciones: en la primera para exponer los motivos o fundamentos<br />

sobrenaturales (1,2-6,8) 7 ; en la segunda, los motivos<br />

o fundamentos naturales (7,9-8,10), para concluir con un resumen<br />

(9,11). En la segunda parte (10,12-17,21) trata de cuestiones<br />

interesantes como sobre la aparición de los muertos a<br />

5 Cf. Ketractationes 2,64. Por «memoria» o sepulcro se entiende el lugar sagrado<br />

como capilla, ermita o basílica en el lugar del martirio del mártir, como dice en Sermo<br />

311,5-7, o donde se venera su cuerpo o alguna reliquia suya, en cuya «memoria» se<br />

reúnen los fieles. También se llamaba «mesa» del santo N. porque durante la vigilia se<br />

llevaban viandas y música y se celebraba con banquetes y bailes, degenerando fácilmente,<br />

hasta que los Santos Padres se opusieron con energía ordenando las costumbres<br />

hasta que las suprimieron.<br />

6 En efecto, eran piezas literarias delicadas con el noble fin humano de consolar a<br />

los atribulados, sobre todo con ocasión de las desgracias, muerte, destierro, guerra... Es<br />

una literatura muy variada por su motivación, abundancia, extensión, a veces como<br />

discurso, otras como carta, como poema, etc. Entre los cristianos, los Santos Padres,<br />

como San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín<br />

supieron adaptar estos buenos sentimientos humanos a la mentalidad cristiana, elevándolos<br />

con los sólidos motivos de la fe.<br />

' Aquí está lo más importante de la consulta: los fundamentos sobrenaturales de los<br />

sufragios y honras fúnebres, es decir, ¿qué provecho saca el alma de un difunto sepultado<br />

junto al sepulcro de un santo? Indirectamente, el que los devotos del santo se<br />

acuerden de pedir por él con su intercesión, porque es el alma a quien hay que ayudar<br />

por medio de la oración y de las obras buenas. San Agustín tiene muy presente la<br />

recomendación de su madre Mónica en Confessíones 9,11,27. Y como para los antiguos,<br />

en general, la mayor desgracia era no tener sepultura, trae el ejemplo de los cuerpos de<br />

los mártires destrozados, y a veces como en el caso de los de Lión, esparcidas sus cenizas<br />

por las aguas del Ródano, advirtiendo que Dios no lo permitiría si eso perjudicara lo<br />

más mínimo a sus almas victoriosas, para enseñar a los fieles que lo importante es la vida<br />

santa, no el lugar de las reliquias que se desintegran.<br />

Introducción 419<br />

los vivos. También con dos secciones: la primera, cómo son<br />

esas apariciones (10,12-12,15) 8 , y la segunda: cómo los difuntos<br />

pueden relacionarse con los vivos (13,16-17,21), para terminar<br />

con una síntesis de esta investigación, y un saludo fraterno<br />

a su viejo amigo San Paulino (18,22-23) 9 .<br />

En realidad, San Agustín está empeñado en una ardua<br />

tarea, como lo estaban San Gregorio de Nisa, San Juan Crisóstomo<br />

o San Ambrosio, etc., que es la de ir cristianizando las<br />

costumbres del pueblo. Por eso aprovecha en esta obra para<br />

corregir los dos extremos de las creencias paganas en relación<br />

con los difuntos, porque, o temían su venganza si no los honraban<br />

con pompas fúnebres exageradas, o veían con desdén a<br />

los difuntos, mostrándose indiferentes hacia el cadáver, como<br />

hacían los epicúreos, los cínicos y los estoicos. Por eso, San<br />

Agustín expone, sobre todo, la verdadera doctrina católica<br />

sobre el valor del cuerpo humano, instrumento y a la vez<br />

compañero íntimo del alma en la vida terrena para lo bueno<br />

y para lo malo; pero que, como obra de Dios, santificado y<br />

restaurado por Cristo, Dios humanado, y convertido por el<br />

bautismo en templo de Dios y morada del Espíritu Santo, es<br />

digno de todo respeto en la vida, y después de la muerte con<br />

la esperanza de la resurrección.<br />

Toda la obra está suponiendo los dos hechos experimentales,<br />

que son: el físico o histórico de la muerte como término<br />

de la vida terrena, y el comportamiento de los hombres con los<br />

difuntos en las distintas culturas. Por tanto, conocer el pensamiento<br />

de San Agustín sobre la muerte significa conocer su<br />

teoría sobre la vida humana y sobre el hombre. Según la<br />

mentalidad, así tendrá una significación e importancia del todo<br />

diferente. San Agustín distingue en el hombre dos elementos<br />

que lo componen: el uno inmortal, el alma; el otro mortal, el<br />

cuerpo. El primero es principio de la vida «porque vivifica la<br />

mole de tu cuerpo»; el segundo la recibe. En Confesiones 10,6<br />

da claramente la demostración, añadiendo, además: «pero tu<br />

San Agustín analiza las visiones de los difuntos en los sueños, pero argumenta que<br />

igualmente los vivos se aparecen a otros vivos, dormidos o despiertos, y sin que ellos<br />

lo sepan (cf. Serm. 322 y 323). Incluso muchas veces son pura fantasía y engaño, como<br />

en las fábulas, las novelas, las películas de nuestro tiempo, etc., y pone el ejemplo de<br />

la Eneida 6,337-383, cuando Eneas cuenta lo que vio en los infiernos y lo que le habló<br />

Palinuro. Aduce dos ejemplos que le ocurrieron a él cuando vivía en Milán: el recibo<br />

pagado, y el texto de Cicerón, que en sueños explicó desde Milán a su antiguo discípulo<br />

Eulogio, retórico de Cartago. Cf. también el caso de Evodio en la Epístola 159; los<br />

sueños de su madre Mónica en Confessíones 3,11,49; 5,9,17; 6,13,23; 6,11, y en Sermo<br />

308,5, y las visiones históricas como el caso de Curma que él mismo conoció. Ver Nota<br />

complementaria n.26: Conocimiento e interés de los muertos por los vivos, p.909.<br />

PIERRE COURCELLE, Les lacunes de la correspondance entre saint Augustin et Paulin<br />

de Ñola, en Revue des eludes anciennes 53 (1951), 253-300.

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