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40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital

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342 La adivinación diabólica<br />

¿Son por eso mejores que los hombres de bien, y adornados<br />

de una piedad santa?<br />

He recordado estos ejemplos para que quien los examine<br />

sin obstinación y sin la vana pasión de contradecir, reflexione<br />

a la vez que, si de una materia inferior que la materia de su<br />

propio cuerpo, y que la de toda la tierra, y la del agua, la de<br />

las piedras, al igual que la de las maderas y la de los diversos<br />

metales, algunos hombres son capaces de realizar cosas tan<br />

maravillosas que quienes lo valoran, al contemplarlo con estupor,<br />

a veces los llaman divinos, en comparación consigo mismos,<br />

aunque muchos de ésos son más completos por sus artes,<br />

y hasta algunos de los admiradores mejores por sus costumbres,<br />

¿cuánto mayores y más prodigiosos efectos pueden realizar<br />

los demonios por la facultad y la facilidad de su cuerpo<br />

sutilísimo, es decir, etéreo; aunque, sin embargo, por la perversidad<br />

de su voluntad, y sobre todo por la altanería de su<br />

soberbia y la malicia de su envidia, sean espíritus inmundos y<br />

perversos?<br />

Sería muy largo de demostrar aquí cuánto mayor sea ese<br />

elemento etéreo por el que son superiores sus cuerpos para<br />

dar flexibilidad, y poner en movimiento invisiblemente muchas<br />

cosas visibles, para mudarlas y cambiarlas. Y pienso que todo<br />

esto se le ocurre fácilmente hasta a quien lo considere sin<br />

mucha reflexión 15 .<br />

ceterique theatrici artífices, quam multa opifices maximeque mechanici miranda<br />

fecerunt? Num ideo meliores sunt bonis et sancta pietate praeditis hominibus?<br />

Quae ideo commemoraui, ut qui haec sine peruicacia et sine uaná<br />

resistendi animositate considerat, simul cogitet, si de subiacenti crassiore materia<br />

uel sui quisque corporis uel terrae et aquae, lapidum atque lignorum<br />

metallorumque uariorum tanta quídam nomines possunt, ut eos illi, qui haec<br />

non possunt, plerumque stupendo in sui comparatione diuinos uocent, cum<br />

quidam illorum sint artibus potentiores, quidam istorum moribus meliores,<br />

quanto maiora et mirabiliora pro subtilissimi corporis, hoc est aerii facúltate<br />

ac facilítate daemones possint, cum tamen sint prauitate uoluntatis maximeque<br />

super[607]biae 086) fastu et inuidentiae malitia spiritus inmundi atque<br />

peruersi! Quantum autem ualeat aeris elementum, quo eorum corpora<br />

praeualent, ad multa uisibilia inuisibiliter molienda, mouenda, mutanda atque<br />

uersanda longum est nunc demonstrare et puto quod uel mediocriter consideranti<br />

facile occurrat.<br />

15 San Agustín recuerda los espectáculos y las representaciones prodigiosas que<br />

había presenciado en circo, teatro, anfiteatro, y aprovecha su experiencia para aleccionar<br />

a los cristianos con el espectáculo de las maravillas de Dios. Cf. Enarrat. in Ps. 39,9.<br />

Ver Nota complementaria n.21: San Agustín, observador de la naturaleza y de la psicología<br />

de los humanos, p.903.<br />

P.II. Capítulo 5 343<br />

CAPITULO V<br />

¿POR QUÉ RAZÓN LOS DEMONIOS ADIVINAN EL PORVENIR?<br />

V. 9. Siendo esto así, y porque la cuestión gira acerca<br />

de la adivinación diabólica, es preciso saber en primer lugar<br />

que ellos predicen frecuentemente lo que ellos mismos van a<br />

realizar. En efecto, a veces reciben poder para castigar con<br />

enfermedades o para viciar el aire haciéndolo malsano 16 ; también<br />

para sugerir a los degradados y amadores de las voluptuosidades<br />

terrenas acciones malas, que, al sugerírselas, están<br />

seguros de que van a consentirlas. Lo hacen de modo maravilloso<br />

e invisible, penetrando por medio de la sutileza de sus<br />

cuerpos en los cuerpos de los hombres que los sienten, e<br />

interfiriendo por medio de visiones imaginarias en los pensamientos<br />

tanto de los que velan como de los que duermen 17 . A<br />

veces predicen no lo que ellos hacen, sino lo que presagian<br />

que va a suceder por los signos naturales que los sentidos<br />

humanos no pueden percibir. Y porque el médico prevé lo que<br />

no puede prever el profano en su arte, no por eso hay que<br />

tenerlo como un adivino. Entonces, ¿qué tiene de extraño si,<br />

como el médico a través de la temperatura ya alterada o modificada<br />

del cuerpo humano, prevé que la salud va a ser buena<br />

o mala, lo mismo el demonio, por el estado y las leyes de la<br />

V. 9. Quae cum ita sint, primum sciendum est, quoniam de diuinatione<br />

daemonum quaestio est, illos ea plerumque praenuntiare, quae ipsí facturi<br />

sunt. Accipiunt enim saepe potestatem et morbos inmittere et ipsum aerem<br />

uitiando morbidum reddere et peruersis atque amatoribus terrenorum commodorum<br />

malefacta suadere, de quorum moribus certi sunt, quod sint eís talia<br />

suadentibus consensuri. Suadent autem miris et inuísibilibus modis per illam<br />

subtilitatem corporum suorum corpora hominum non sentientium penetrando<br />

et se cogitationibus eorum per quaedam imaginaria uisa miscendo, siue uigilantium<br />

siue dormientium. Aliquando autem non quae ipsi faciunt, sed quae<br />

naturalibus signis futura praenoscunt, quae signa in hominum sensus uenire<br />

non possunt, ante praedicunt. Ñeque enim quia praeuidet medicus, quod non<br />

praeuidet eius artis ignarus, ideo iam diuinus habendus est. Quid autem<br />

mirum, si quemadmodum ille in corporis humani uel perturbata uel modificata<br />

temperie seu bonas seu malas futu[608]ras praeuidet ualitudínes, sic<br />

daemon in aeris affectione atque ordinatione sibi nota, nobis ignota futuras<br />

16 Cf. TERTULIANO, Apolog. 22,5: «Muchas veces se les permite a las potestades<br />

espirituales invisibles e imperceptibles que se manifiesten más por sus efectos que por<br />

sus acciones; por ejemplo, cuando yo no sé qué veneno de un soplo invisible destruye<br />

los frutos de los árboles, o de la tierra en su flor, los ataca de muerte en sus frutos, los<br />

hiere en su desarrollo, es decir, que el aire viciado propaga de un modo inexplicable<br />

los miasmas pestilentes»; y MINUCIO FÉLIX, Octavius 27,2; SAN CIPRIANO, Quod idola dii<br />

non sint 7; LACTANCIO, Div. Inst. 2,14,14.<br />

17 Ibid., Apolog. 22,6; LACTANCIO, Div. Inst. 2,16,5.

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