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40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital

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314 La adivinación diabólica<br />

ha hecho estudios sobre los demonios, pero recogen los conocimientos<br />

de su tiempo, y hablan del diablo, de Satán y sus<br />

ángeles o demonios para defenderse de sus asechanzas.<br />

Los Padres Apostólicos. Hablan del diablo como el perseguidor<br />

y enemigo de Dios, al que no hay que temer porque<br />

el Señor lo ha vencido.<br />

Los Padres Apologistas. Resaltan, sobre todo, su existencia<br />

y actividad como tentador de los hombres, que son ángeles<br />

caídos por su culpa, y han introducido en el mundo toda la<br />

maldad de la idolatría, falsificando las Escrituras para robar el<br />

verdadero culto al único Dios. Se apoyan siempre en las Escrituras<br />

divinas y demuestran contra los paganos que los llamados<br />

dioses fueron hombres mortales o imitaciones personificando<br />

sus vicios y virtudes. Luego los herejes, sobre todo<br />

gnósticos, según las fuentes que utilicen, emplean nomenclaturas<br />

y elaboran teorías fantásticas de exuberancia mítica, helenística<br />

u oriental.<br />

Los grandes Padres, desde San Ireneo, Clemente Alejandrino,<br />

y entre los latinos Tertuliano, San Cipriano y San Hipólito,<br />

defienden la doctrina de la Escritura y rechazan los<br />

errores de los paganos sobre los demonios, que son ídolos, y<br />

los combaten con exorcismos, demostrando que tanto el paganismo<br />

como el mitracismo con sus magias han intentado imitar<br />

el misterio de las Escrituras y del cristianismo.<br />

Orígenes. Es el gran teólogo que trata expresamente en<br />

sus obras de los ángeles malos, aunque todavía expone la<br />

teoría de la caída gradual de todas las naturalezas creadas, y<br />

después su restablecimiento al primer estado, porque los demonios<br />

no son malos por naturaleza, sino que fueron creados<br />

buenos y ellos se hicieron malos, pero no son incapaces de<br />

hacer el bien; y en la restauración final admite la posibilidad<br />

de su vuelta al primer estado, porque, dice, no hay nada inacabable<br />

ni imposible. En Contra Celso desarrolla todo un tratado<br />

sobre los ángeles malos y Beelcebub su jefe, que son los causantes<br />

de los males de la tierra, y el lugar que ocupan es el aire<br />

tenue que envuelve la tierra, etc.<br />

Lactancio. Recoge tradiciones muy diversas y distingue al<br />

diablo de los demonios. Dios, autor de la creación material,<br />

creó el espíritu bueno que, abusando de su libertad, se hizo<br />

malo; y, luego, cuando el hombre fue creado, por envidia<br />

engañó al hombre. Distingue dos clases de demonios como<br />

espíritus tenues e incomprensibles: los del cielo, que son todos<br />

malos, y los de la tierra, que son los dioses del paganismo;<br />

conocen muchas cosas futuras que Dios les permite, pero no<br />

todo. Sus oráculos siempre son ambiguos, y se les invoca por<br />

Introducción 315<br />

medio de la magia, la astrología, las suertes y los ídolos de su<br />

invención. Muy semejante a la de Lactancio es la enseñanza<br />

sobre los demonios del poeta Commodiano.<br />

Doctrina que es muy parecida en todos los Padres griegos<br />

de los siglos IV y V, considerando a los demonios ángeles<br />

prevaricadores y compañeros de Satanás, todos caídos y expulsados<br />

del cielo antes de la creación del hombre. Rechazan la<br />

opinión de Orígenes sobre su reintegración final, porque se<br />

han confirmado voluntariamente en la maldad y, por tanto, en<br />

su condenación. Dios permite a los demonios, como instrumentos<br />

suyos, su acción tentadora en este mundo. Estas ideas<br />

influyen en Occidente. Y tanto San Ambrosio como San Jerónimo,<br />

sobre todo, señalan que los demonios son compañeros<br />

del diablo o Lucifer, creados por Dios buenos por su naturaleza<br />

angélica que no puede morir, pero que se hicieron malos<br />

por su propia voluntad. Son espíritus rebeldes y príncipes de<br />

las tinieblas que están en el aire, es decir, entre el cielo y la<br />

tierra, vagando por el vacío lleno de poderes malignos. Siguen<br />

a Orígenes, pero no admiten ni la caída de las almas del cielo<br />

a los cuerpos (herejía maniquea), ni la restauración final, sino<br />

el fuego eterno para el diablo y sus ángeles.<br />

San Agustín. Es quien expone una doctrina más amplia y<br />

completa sobre el diablo y los demonios, que son todos ángeles<br />

prevaricadores y caídos por su culpa y para su perdición.<br />

En primer lugar hay que advertir que cuando San Agustín<br />

habla de los demonios y de las adivinaciones se debe distinguir<br />

muy bien lo que él dice, apoyándose en la Sagrada Escritura<br />

como revelación divina, y todo aquello que él recoge y refleja<br />

del ambiente y tradición cultural de su tiempo, que él conoce<br />

muy bien por los libros, por la mentalidad popular, el patrimonio<br />

público artístico, literario y socio-religioso del paganismo<br />

y de las fabulaciones del maniqueísmo.<br />

Así enseña, apoyándose en la Sagrada Escritura, y contra<br />

los maniqueos sobre todo:<br />

Primero: Su origen. El diablo no es una creación del principio<br />

malo, sino una criatura de Dios 41 . «Tanto los ángeles<br />

como los hombres son obras de Dios sin culpa» 42 .<br />

Segundo: Su naturaleza. La naturaleza del diablo, en cuanto<br />

naturaleza, no es algo malo, sino que su perversidad lo hizo<br />

malo 43 . Primero fue ángel malo, luego se hizo diablo, y cayó 44 .<br />

41 De Gen. ai litt. 2,13,14-11,13,17.<br />

42 Contra luí. 6,16,64.<br />

43 De Civ. Dei 19,13,2.<br />

44 De bapt. contra donat. 4,9,13.

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