40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital
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312 La adivinación diabólica<br />
de todo es el maligno, príncipe del mal y jefe de este mundo<br />
perverso, inspirador de la idolatría y paganismo, adversario<br />
irreconciliable de Cristo, el anticristo, que tiene cautivos a los<br />
hombres por engaño, tentador insidioso, príncipe de las tinieblas<br />
y de los espíritus que habitan en el aire. Pero al contenido<br />
de adversario y seductor, San Pablo une también el de instrumento<br />
en las manos de Dios. En cuanto a los ídolos como dioses<br />
paganos, para San Pablo son demonios o poderosos ángeles<br />
malos, que con su malicia sedujeron a los hombres para que les<br />
ofrecieran sacrificios y les diesen culto como a Dios, que eso es<br />
la idolatría. Y la situación de los judíos antes de Cristo era<br />
comparable a la de los paganos, porque también ellos seguían a<br />
«dioses que en realidad no lo son» 34 ; es decir, seguían a poderes<br />
cósmicos, a los ángeles de los pueblos, a la filosofía sincretista<br />
judeo-gnóstica que se habían construido con una falsa interpretación<br />
de la creación. Pero el Evangelio libró a los<br />
Gálatas de esta dependencia ", y ahora resulta que se muestran<br />
dispuestos a volver a entregarse a esos poderes falsos.<br />
Para San Pedro 36 , Dios no perdonó a los ángeles que<br />
pecaron; al contrario, los precipitó en las mazmorras del infierno,<br />
guardándolos para el juicio. Lo mismo que en Judas 57 : «a<br />
los ángeles prevaricadores, que no se mantuvieron en su rango<br />
y abandonaron sus propias moradas, los tiene guardados para<br />
el gran día, atados a las tinieblas con cadenas perpetuas». En<br />
las Cartas de San ]uan el diablo peca desde el principio, es el<br />
primer pecador, el maligno y Satanás contra quien hay que<br />
luchar, porque el Hijo de Dios ha destruido las obras del<br />
diablo. Finalmente, en el Apocalipsis describe proféticamente<br />
la lucha de Satanás contra la Iglesia de Cristo, y presenta al<br />
diablo con distintas figuras y nombres, como dragón-serpiente,<br />
seductor que lucha contra Miguel y sus ángeles, pero es vencido<br />
con los suyos y arrojado del cielo. Acusador de los hombres<br />
ante Dios, «lo precipitaron a la tierra y a sus ángeles con<br />
él y extravía a la tierra entera» 38 . Donde hay una diferencia<br />
esencial con las mitologías y cosmogonías babilónicas..., porque<br />
no se trata de una lucha entre dioses buenos y malos, sino<br />
entre ángeles, que son puras criaturas, sin los detalles fantásticos<br />
de los caldeos.<br />
Los primeros cristianos, que en su mayoría vienen del paganismo<br />
y viven en una sociedad paganizada, conocen y sufren la<br />
34 Gal 4,8.<br />
35 Ibid., 5,1.<br />
36 2 Petr 2,4.<br />
37 Ibid.<br />
38 Apoc 12,7-17.<br />
Introducción 313<br />
influencia maligna de los demonios en la vida oficial y cotidiana<br />
por las persecuciones de las autoridades, las hostilidades de la<br />
plebe, pública y privadamente demoníacas, los cultos idolátricos<br />
y la magia. Y los Padres y predicadores del Evangelio han<br />
visto o han tenido que intervenir en casos de exorcismo para<br />
cortar la arrogancia del maligno, y el arte ha dejado impresas<br />
expulsiones de demonios: figuras simbólicas como el dragón, el<br />
monstruo de tres cabezas, o los demonios etíopes o negros de<br />
que habla San Agustín en ha Ciudad de Dios 39 , etc., son formas<br />
engañosas que emplea el demonio para hacer creer a los paganos<br />
que Cristo era un impostor y gran mago para realizar los<br />
casos maravillosos del Evangelio, pero cuyo secreto estaba en<br />
su habilidad, a pesar de que no quiso pasar la infancia en Egipto,<br />
como el gran mago Moisés, porque estaba prohibido ejercer<br />
la magia. Los paganos miraban a los dioses del Olimpo como<br />
seres imaginarios y personificación de fuerzas y personas, en<br />
cuya presencia temblaban, porque, desde Evémero, eran los<br />
hombres famosos de la historia del pueblo como héroes mitificados<br />
para exaltar sus vidas y sus acciones 40 . Estas personificaciones<br />
ocupaban edificios, estatuas y casas como una especie de<br />
reencarnación animal, vegetal o mineral que veneraban con<br />
ceremonias para tenerlos aplacados con el incienso de los sacrificios<br />
y la sangre de las víctimas inmoladas a ellos, los demonios,<br />
que todo lo habían urdido. El emperador Constantino lo fue<br />
prohibiendo con leyes, deshaciendo los ídolos y cerrando sus<br />
templos o transformándolos. Y los Apologistas, escritores y<br />
Santos Padres siempre enseñan que los ídolos y simulacros de<br />
cualquier clase eran reclamo de los demonios para engañar con<br />
oráculos, magias, adivinaciones. Es verdad que ninguno de ellos<br />
35 De Civ. Dei 22,8,14.<br />
4 " Efectivamente, dentro de la filosofía griega los estoicos criticaban el dogmatismo<br />
de la mitología de los dioses del Olimpo como irracional y crédula; siguiendo esta<br />
crítica desmitificadora, un filósofo del siglo IV a. de. C, llamado Evémero o Euhémero,<br />
de la escuela de Cirene, se atrevió a negar la divinidad de los dioses, probando que no<br />
eran más que idealizaciones de los hombres héroes con sus vicios y virtudes, como Zeus,<br />
Urano y Cronos. El rey Casandro le puso al frente de una expedición para explorar<br />
desde el mar Rojo hasta el mar Indico, y en las Islas Afortunadas descubrió un templo<br />
a Zeus, «donde se guardaba una estela o columna de oro erigida por el mismo Zeus<br />
cuando vivía como simple mortal, con una inscripción que recogía la historia de la<br />
humanidad y de sus más heroicas hazañas para ejemplo de los que viniesen después».<br />
Este hallazgo le sirvió para demostrar que los llamados dioses del Olimpo habían sido<br />
hombres de carne y hueso, como este Zeus, el padre de todos y dios supremo, a quienes<br />
la imaginación popular y los poetas convirtieron en mitos con atributos celestes y<br />
divinos como dioses. Lo escribió todo en una obra con el título Documentos sagrados,<br />
que tradujo y divulgó el poeta latino Ennio, rebajando también a Júpiter, la figura<br />
dominante del Panteón romano, a la categoría de hombre. Por todo ello fue censurado<br />
como ateo, pero desveló la patraña de la mitología, y luego ayudó a los apologistas<br />
cristianos a ridiculizar el origen de los dioses y a refutar el politeísmo. Otro tanto ocurre<br />
con el origen mítico de las Musas. Cf. De doctr. cbrist. 2,17,27.