40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital
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308 La adivinación diabólica<br />
Apocalipsis 20 , y en las parábolas como enemigo y tentador,<br />
Beelcebub, Belial 21 , maligno, diablo, acusador, príncipe de<br />
este mundo, dios de este siglo, o mundo opuesto al reino de<br />
Dios y del Mesías, que viene a destruir las obras y el reino del<br />
diablo. Ese personaje aparece oponiéndose a Cristo como tentador,<br />
envidioso, perseguidor con la misma táctica del diablo<br />
del Paraíso, como príncipe de este mundo que mueve todos los<br />
resortes para acabar con Cristo y su obra, pero que es cazado<br />
en su misma trampa, que él preparó y realizó; y así fue vencido<br />
precisamente por la Pasión, Muerte y Resurrección del Mesías<br />
Salvador, deshaciendo el odio y la soberbia con el amor y la<br />
obediencia filial al Padre.<br />
Desde este momento es ya un enemigo vencido, y el hombre<br />
que participa de la victoria definitiva de Cristo no puede<br />
sucumbir. El Apocalipsis proclama extraordinariamente esta<br />
victoria definitiva contra el Anticristo, personificación del<br />
misterio del mal.<br />
Además, en la Escritura, sobre todo en el A. T., hay otros<br />
términos para designar a los demonios, que se refieren a animales<br />
salvajes, mitológicos, ídolos o genios babilónicos y paganos,<br />
porque en general reflejan las influencias de la demonología<br />
oriental, así como el ambiente y terminología helenística,<br />
que aceptaba el sincretismo religioso como salida a tantos<br />
hechos e influencias misteriosas de la vida. Y como era creencia<br />
de que esos seres viven en el desierto o en el aire y en las<br />
tinieblas, toman las formas y figuras de las fieras y animales<br />
salvajes.<br />
Luego, en la literatura apócrifa, la demonología tiene gran<br />
desarrollo con exuberante imaginación que describe las aberraciones<br />
de la idolatría de tal modo que, según San Teófilo de<br />
Antioquía en su prefacio a Los Oráculos Sibilinos, la Sibila-juez<br />
echa en cara a los paganos sus sacrificios a los demonios que<br />
habitan la tierra 22 . Pero la diferencia es muy grande entre la<br />
demonología pagana y la demonología judeo-cristiana, porque<br />
mientras ésta habla de los demonios como criaturas que son<br />
espíritus, creados buenos por Dios, pero que, libres y personales,<br />
se hicieron malos al rebelarse contra Dios, aquélla habla<br />
de dioses o semidioses mitológicos, que esconden tramposamente<br />
en la mitología su origen, naturaleza y actividades, para<br />
deshumanizar psicológica y moralmente la responsabilidad del<br />
hombre. San Pablo, en sus Cartas, corrige toda esa cosmología<br />
20 Apoc 12,9; cf lo 8,44; 1 lo 3,8; 2 Cor 11,3.<br />
21 2 Cor 6,15.<br />
22 Ad Autol. 2,36; PG 6,1109.<br />
Introducción 309<br />
fantástica, para dejar bien claro que las energías o poderes<br />
cósmicos son fuerzas de la naturaleza, y que los demonios son<br />
los dioses de los paganos, no imaginaciones, sino seres reales<br />
angélicos que Dios controla, y que han sido vencidos por<br />
Cristo, sin que puedan vencer al amor de Dios en Cristo ni<br />
separar de Cristo a los creyentes. Los judíos y los paganos del<br />
siglo primero y principios del cristianismo recogen toda esa<br />
tradición y literatura, muy influidos por el gnosticismo griego<br />
y judío y por la literatura targúmica y talmúdica, mezclando la<br />
superstición popular y la especulación cabalística sin mutación<br />
alguna con la revelación.<br />
Entre los paganos, Filón es quien desarrolla una nueva<br />
teoría sobre las potencias intermediarias entre Dios y las criaturas,<br />
amasando la doctrina judía sobre los ángeles y las ideas<br />
griegas sobre los dentones o demonios. Según él, tanto los<br />
ángeles como los demonios son espíritus puros, que habitan el<br />
aire y entran en los cuerpos. Y dice también que los paganos<br />
tomaban erróneamente a los ángeles por dioses.<br />
Con la llegada del cristianismo, Cristo, sin apoyarse en testimonio<br />
alguno del A. T., revela y habla claramente de los ángeles<br />
y del cielo, de los demonios y del infierno. La actividad de<br />
éstos es siempre limitada y subordinada a Dios y a Cristo. Satanás<br />
y los demonios son los enemigos de Dios y de su obra que<br />
se oponen a la misión de Cristo-Mesías y son el ejército rebelde<br />
contra Dios y su reino. Satanás es el príncipe o jefe de toda esa<br />
oposición que lucha, hasta donde puede y se le permite, engañando<br />
al hombre en lo físico y en lo moral para esclavizarlo con<br />
su ruina. Los Evangelios recogen la relación de Jesucristo Salvador<br />
y de Satanás y sus ángeles o espíritus malignos; y relatan<br />
hechos concretos de posesiones diabólicas y de posesos. Los<br />
judíos hablan de Beelcebub, príncipe de los demonios (de la<br />
mitología filistea); pero Jesús enseña claramente la oposición<br />
que hay entre el reino de Dios y el reino del diablo, que El ha<br />
venido a destruir, y da a sus Apóstoles y a los setenta y dos<br />
discípulos poder para expulsar demonios 23 ; y cuando ha resucitado,<br />
vencedor de la muerte y del maligno por la Resurrección,<br />
da a sus Apóstoles poder sobre los demonios en su nombre<br />
24 . Además, el Señor Jesús enseñó a los hombres a luchar<br />
contra Satán, que es un ser personal y jefe de los demonios<br />
(también seres personales), condenados como él, que siembran<br />
el mal entre los hombres, como dice repetidas veces en las parábolas.<br />
El reino mesiánico es el reino de Dios que trae Jesucris-<br />
21 Me 3,15; Mt 10,18; Le 10,17-18.<br />
24 Ibid., 16,17.