40. Escritos varios - Biblioteca Católica Digital
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138 Ochenta y tres cuestiones diversas<br />
enemigo, sin embargo no lo engaña, a no ser con autorización<br />
divina. Porque solamente Dios conoce, infinitamente más alta<br />
y verazmente que los hombres, de qué castigo o premio es<br />
digno cada uno 235 .<br />
2. Dios ha permitido el engaño. Ahora bien, Dios por<br />
sí mismo a nadie engaña 236 , porque es el Padre de la Verdad,<br />
y la Verdad y el Espíritu de la Verdad 237 . Sin embargo, cuando<br />
distribuye lo merecido a los que se lo merecen (porque también<br />
esto pertenece a la justicia y a la verdad), se sirve de las<br />
almas según los méritos y dignidad que corresponden a sus<br />
grados de perfección, para que, si alguno es digno de ser<br />
engañado, no solamente no lo engañe Dios por sí mismo, pero<br />
ni siquiera por un hombre semejante que ama ya convenientemente,<br />
y es fiel en guardar lo de: que en vuestra boca esté el<br />
sí, sí; no, no; tampoco por un ángel a quien no cuadra un<br />
papel de engañador. Sino que, o bien engaña por medio de un<br />
hombre tal que todavía no se ha despojado de esta clase de<br />
pasiones, o bien por medio de un ángel tal que por la perversidad<br />
de su voluntad esté relegado a los grados ínfimos de la<br />
naturaleza, ya para venganza de los pecados, ya para ejercitar<br />
y purificar a aquellos que son regenerados según Dios 238 . En<br />
efecto, leemos que un rey fue engañado por el vaticinio falso<br />
de los seudoprofetas 239 . Y leemos así para que sepamos lo que<br />
sucedió por juicio divino, porque aquel rey era digno de ser<br />
2. Quapropter Deus quídem per seipsum neminem decipit; est enim<br />
Pater Veritatis, et Veritas, et Spiritus Veritatis: dignis tamen digna distribuens<br />
(quoniam hoc quoque pertinet ad iustitiam et veritatem), utitur animis pro<br />
meritis et dignitatibus, quae sunt in gradibus earum, ut si quisquam dignus est<br />
decipi, non solum per se ipsum eum non decipiat, sed ñeque per talem<br />
hominem, qui iam congruenter diligit, et custodire persistit: Sit in ore vestro,<br />
Est, est; Non, non (Mt 5,37); ñeque per angelum, cui non convenit persona<br />
fallaciae; sed aut per talem hominem, qui nondum se huiusmodi cupiditatibus<br />
exuit; aut per talem [36] angelum, qui pro suae voluntatis perversitate vel ad<br />
vindictam peccatorum, vel ad exercitationem purgationemque eorum qui secundum<br />
Deum renascuntur, in infimis naturae gradibus ordinatus est. Legimus<br />
enim deceptum regem falso vaticinio pseudoprophetarum: et ita legimus,<br />
ut ñeque sine divino iudicio factum inveniamus, quoniam dignus erat ille sic<br />
2.5 S. Auc, Cont. Adim. 8; De serm. Dom. 1,21,70.<br />
2.6 Cf. Iac 1,13.<br />
2,1 Cf. 1 lo 5,6; lo 15,26.<br />
218 Cf. S. Auc, De mendacio y Contra mendacium. Agustín no quiere decir que Dios<br />
permita indirectamente la mentira en algún caso. El pecado, Dios no puede permitirlo<br />
ni directa ni indirectamente. Lo que permite es que los seres libres actúen a veces<br />
erróneamente para castigo de algunos y perfección de otros. Ver la nota siguiente.<br />
259 Cf. S. AUG., Quaest. Simpl. 2,6; Agustín se refiere al impío Acab (1 Reg 22,6-36)<br />
engañado por los falsos profetas, pero desenmascarados por Miqueas, verdadero profeta<br />
del Señor.<br />
Cuestión 53 139<br />
engañado de ese modo; no por medio de un ángel a quien no<br />
podría convenir el oficio de engañador, sino por medio del<br />
ángel del error, que reclamó espontáneamente para sí con<br />
alegría que se le confiara tal misión. De hecho, en algunos<br />
lugares de las Escrituras está expuesto más claramente algo<br />
que un lector diligente y piadoso entiende también en otros<br />
pasajes en los que está menos claro. Y es que nuestro Dios ha<br />
dispuesto por el Espíritu Santo de tal modo los libros divinos<br />
para la salvación de las almas, que no solamente nos quiere<br />
alimentar con lo que está claro, sino también ejercitar con lo<br />
240<br />
que es oscuro .<br />
Por esta inefable y sublime administración de las cosas, que<br />
se hace por medio de la divina Providencia, la ley natural está<br />
como transcrita en el alma racional 241 , de modo que los hombres<br />
en su misma convivencia y costumbres terrenas aprendan<br />
los ejemplos de semejante ordenación. De aquí procede el que<br />
un juez estima que es indigno de su persona e inmoral castigar<br />
a un condenado; sin embargo, por mandato suyo hace eso el<br />
verdugo, el cual por su propia voluntad está ordenado en su<br />
oficio para que castigue según las leyes a un condenado que<br />
sería capaz de castigar con su crueldad a cualquier inocente.<br />
Porque ni el juez hace eso por sí mismo, ni por medio del príncipe<br />
ni del abogado o por un oficial cualquiera a quien no se<br />
encarga convenientemente tal ministerio. Por eso también nos<br />
servimos de los animales irracionales para esas cosas que es<br />
inmoral hacerlas por medio de los hombres. Por ejemplo, cierto<br />
que un ladrón es digno de que sea mordido. Sin embargo, eso<br />
el hombre no lo hace por sí mismo, o por medio de su hijo, o<br />
decipi; ñeque per eum angelum, quem deceptionis officium suscipere non<br />
deceret, sed per angelum erroris, qui sibi ultro tales partes imponi eum laetitia<br />
postulavi (cf. 3 Reg 22,6-36). Quibusdam enim Scripturarum locis apertius<br />
aliquid exponitur, quod diligens et pius lector etiam in alus locis, in quibus<br />
minus aperitur, intellegat. Deus enim noster sic ad salutem animarum divinos<br />
libros Spiritu Sancto moderatus est, ut non solum manifestis pascere, sed<br />
etiam obscuris exercere nos vellet. Ex hac igitur ineffabili atque sublimi rerum<br />
administratione, quae fit per divinam providentiam, quasi transcripta est naturalis<br />
lex in animam rationalem, ut in ipsa vitae huius conversatione moribusque<br />
terrenis nomines talium distributionum imagines servent. Hinc est quod<br />
iudex damnatum percutere indignum sua persona et nefarium iudicat: eius<br />
tamen iussu hoc racit carnifex, qui pro sua cupiditate sic ordinatus est in<br />
officio, ut percutiat legum moderatione damnatum, qui posset etiam innocentem<br />
sua crudelitate percutere. Nam ñeque per se ipsum hoc iudex facit, ñeque<br />
240 Cf. S. Auc, De doctr. cbr. 4,6,9.<br />
241 Cf. Rom 2,15. Luego Agustín ilustra con las actuaciones del juez y del príncipe,<br />
según la administración civil o militar, que actúan por medio de sus ministros.