libreto: L'Orfeo - La Arcadia Jerez
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matismos) y el éxtasis amoroso (marcado por<br />
las luminosas consonancias en el registro más<br />
agudo) . Momento absolutamente prodigioso .<br />
Una sinfonía y un coro infernales terminan<br />
expulsando a Orfeo del Hades .<br />
Su regreso a los campos de Tracia se hace al<br />
inicio del acto V con el ritornello y la instrumentación<br />
que al principio de la obra habían quedado<br />
asociados al mundo de los pastores . Cruel<br />
simbolismo: Orfeo regresa fracasado y encuentra<br />
el mundo tal y como lo dejó . El lamento del<br />
cantor (“Questi i campi di Tracia”), acompañado<br />
por dos órganos di legno y dos chitarroni, es de<br />
extrema simplicidad, concentrándose, sin apenas<br />
ornamentos, en la expresión, que se refuerza<br />
con figuras retóricas, aunque Monteverdi recurre<br />
también a un efecto muy típico del Barroco,<br />
el del eco, que responde por tres veces al héroe .<br />
Y llegados a este punto, el <strong>libreto</strong> entregado a<br />
los espectadores del estreno se aparta muy significativamente<br />
de la partitura impresa en 1609<br />
(hay otras variaciones anteriores, pero de carácter<br />
relativamente menor) . En el <strong>libreto</strong>, se incluye<br />
inmediatamente una bacanal, una escena<br />
de bacantes, furiosas por el discurso misógino<br />
de Orfeo, al que darían enseguida muerte (fuera<br />
de escena), como parece confirmar la danza<br />
moresca del final . ¿Escribió Monteverdi música<br />
para esta escena? Puede que sí, para la noche<br />
del estreno, como sustitución del final que después<br />
se impuso y por razones de incapacidad<br />
escénica para ofrecerlo en la sala que acogió la<br />
presentación de la obra . Acaso no, y ello vendría<br />
a demostrar, como ha sugerido Stefano Aresi, la<br />
diferencia que en la época se marcaba entre el<br />
drama escrito, hecho para perdurar, y la música,<br />
creada con intenciones efímeras y adaptada<br />
a las circunstancias de cada representación . Así<br />
orFeo 25<br />
que al monólogo de Orfeo sucede en la partitura<br />
una de las sinfonías que en el acto III se había<br />
vinculado al poder mágico de la música, y que<br />
ahora sirve para introducir el descenso de Apolo<br />
como deus ex machina (recurso con larga tradición<br />
dramatúrgica) . Se ha destacado la vinculación<br />
de Apolo con los Invaghiti para justificar su<br />
presencia como introductor de un lieto fine en el<br />
drama, aunque tratándose de una divinidad musical<br />
esta excusa no sería ni siquiera necesaria,<br />
pues lo cierto es que Apolo se presenta ni más<br />
ni menos que como trasunto del propio Orfeo,<br />
como su imagen divina: misma tesitura, mismo<br />
tipo de canto, primero en un sobrio recitativo, al<br />
final recurriendo al cantar passaggiato que Orfeo<br />
había empleado en el Infierno y que aquí señala<br />
el ascenso a los cielos del Hijo junto al Padre,<br />
una referencia más platónica que cristiana (o, si<br />
se quiere, cristiana por platónica) . Un coro en la<br />
misma forma de balletto que había aparecido en<br />
el primer acto y la breve moresca que rememora<br />
el episodio violento de las bacantes ponen fin a<br />
la ópera .<br />
El mito de Orfeo contiene numerosas<br />
claves, que admiten lecturas e interpretaciones<br />
muy diversas . A menudo, sobre todo en<br />
tiempos modernos, se ha presentado como<br />
una simple historia de amor y sacrificio, pero<br />
en realidad en Orfeo debemos ver al hombre<br />
que, armado de todas sus facultades intelectuales<br />
y simbólicas (que aquí representa la<br />
música), se enfrenta a la muerte . Todos conocemos<br />
bien el resultado de tan desigual combate,<br />
que Monteverdi recreó hace ya más de<br />
cuatro siglos como posiblemente nadie haya<br />
vuelto jamás a hacerlo .<br />
PaBlo J. VaYÓN