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11.06.2013 Views

teoría coherente y científica acerca de nuestra evolución. Como lo ha afirmado Francois Jacob (Jacob F. 1986), se necesitaron ciertas condiciones socio-culturales para el desarrollo de teorías e instrumentos científicos que permitieran estudiar el mundo y los seres que lo habitan. Una teoría científica de la evolución, enmarcada dentro del espíritu científico moderno, no fue posible sino hasta el siglo XIX. Platón había explicado el universo como constituido por las esencias o eidos, las cuales necesariamente debían ser eternas, fijas y siempre las mismas, de lo cual derivaba que los seres vivos debían ser siempre los mismos sin posibilidad de cambio en el tiempo. Para el siglo XVII la astronomía y la física, y un poco más tarde la química, ya habían establecido sus paradigmas científicos (Kuhn T. 1970), al haber separado las leyes que regían el mundo, de las causas últimas de los teólogos, aunque no sin antes haber tenido que enfrentar la oposición del pensamiento medieval cristiano arraigado en la cultura occidental. Pero el mundo de los seres vivos carecía de esas leyes, ya que no se concebía una naturaleza que pudiera modificarse en el tiempo, ni los individuos necesitaban ser descritos ni delimitados, ya que el platonismo, y en menor medida el aristotelismo, sólo consideraban como importante el estudio de los tipos definidos por las esencias. Es decir, no era posible una visión unificada de los fenómenos vitales, como sí lo era en la física, ya que si algo caracteriza la vida es la variedad. A finales del siglo XVIII las ciencias naturales se van apropiando poco a poco de la metodología de las ciencias físicas, porque se hace imperativo explicar los fenómenos vitales, en respuesta a la inmensa acumulación de observaciones y experiencias, que irían a propiciar la aparición de circunstancias favorables para reflexionar sobre el fenómeno de la vida. En julio del año 1858 Alfred Wallace y Charles Darwin proponen una explicación coherente de la génesis y evolución de los seres vivos a través del mecanismo que habría de conocerse como la selección natural. Darwin legó un programa para el desarrollo de la biología, con el cual se comenzaron a reformular los postulados de las ciencias naturales, para incluir a la vida como objeto de estudio de la ciencia experimental. Como Newton y Copérnico en la física y la astronomía respectivamente, Darwin definió los principios de la ciencia de la vida, transformando no sólo los procedimientos y explicaciones hasta ese tiempo corrientes, sino que propició el cambio en la ideología predominante en su tiempo, cuyas consecuencias aún hoy son tema de furiosos debates. A partir de la nueva teoría poco a poco se integra el conocimiento acumulado durante siglos, coadyuvando en la aparición y expansión de las disciplinas biológicas. Mendel y la teoría de la herencia, Morgan con la teoría cromosómica, los genetistas de poblaciones, y en los años cincuenta y sesenta con el advenimiento de la biología molecular, la teoría de la evolución adquiere coherencia y deviene en el paradigma de la biología. El conocimiento de los conceptos, historia y controversias de la teoría evolutiva, permiten adquirir una concepción más coherente de la vida y su ciencia, la biología. Nuestro afán de conocer las particularidades de la naturaleza nos impide el acceso a una visión global de los fenómenos vitales, con lo cual nos hemos convertido en unos especialistas que sabemos cada vez más de menos cosas, delimitando parcelas que impiden la integración de los distintos saberes sobre nuestro devenir. Nuestra aparición en el escenario de la tierra, no puede ser concebida como un milagroso, extraordinario y aislado evento. Somos parte del proceso vital, seres confinados a un espacio y un tiempo que compartimos con todos los demás seres vivientes. 2

Hoy, parece ser, somos una amenaza para esa historia, pues por una extraña paradoja, hemos alcanzado la capacidad de destruir nuestra propia conciencia, de la cual tanto nos ufanamos. Ello parecería ser la consecuencia del deseo desmedido de controlar la naturaleza, sin darnos cuenta de que la eliminación sistemática de ambientes y especies acabará por arrastrarnos en una vorágine de extinción. Consecuencia de esto sería que el camino quedaría libre para que otros seres se propaguen y diversifiquen, con la única pretensión de proseguir su existencia. Quizás haya aún tiempo de reconocernos herederos de una comunidad de descendencia, tal y como Darwin la concibió, la cual tuvo su principio hace miles de millones de años. Ojalá sea posible la previsión de un desastre que no sólo nos eliminaría, sino que acabaría con todo vestigio de vida. El conocer esta historia tal vez nos permita reflexionar sobre nuestro destino y deber como miembros de una especie que ha alcanzado altos niveles de complejidad, y con ello una capacidad discursiva que debería buscar una respuesta para evitar el fracaso de su evolución. El texto solamente intenta dar una visión general de una teoría en franca expansión y desarrollo, y describir en forma organizada los principales aspectos de la filogenia, incluida la de nosotros. 3

teoría <strong>co</strong>herente y científica acerca <strong>de</strong> nuestra evolución. Como lo ha afirmado Fran<strong>co</strong>is<br />

Ja<strong>co</strong>b (Ja<strong>co</strong>b F. 1986), se necesitaron ciertas <strong>co</strong>ndiciones socio-culturales para el<br />

<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> teorías e instrumentos científi<strong>co</strong>s que permitieran estudiar el mundo y los<br />

seres que lo habitan. Una teoría científica <strong>de</strong> la evolución, enmarcada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l espíritu<br />

científi<strong>co</strong> mo<strong>de</strong>rno, no fue posible sino hasta el siglo XIX. Platón había explicado el<br />

universo <strong>co</strong>mo <strong>co</strong>nstituido por las esencias o eidos, las cuales necesariamente <strong>de</strong>bían ser<br />

eternas, fijas y siempre las mismas, <strong>de</strong> lo cual <strong>de</strong>rivaba que los seres vivos <strong>de</strong>bían ser<br />

siempre los mismos sin posibilidad <strong>de</strong> cambio en el tiempo.<br />

Para el siglo XVII la astronomía y la física, y un po<strong>co</strong> más tar<strong>de</strong> la química, ya<br />

habían establecido sus paradigmas científi<strong>co</strong>s (Kuhn T. 1970), al haber separado las<br />

leyes que regían el mundo, <strong>de</strong> las causas últimas <strong>de</strong> los teólogos, aunque no sin antes<br />

haber tenido que enfrentar la oposición <strong>de</strong>l pensamiento medieval cristiano arraigado en<br />

la cultura occi<strong>de</strong>ntal. Pero el mundo <strong>de</strong> los seres vivos carecía <strong>de</strong> esas leyes, ya que no<br />

se <strong>co</strong>ncebía una naturaleza que pudiera modificarse en el tiempo, ni los individuos<br />

necesitaban ser <strong>de</strong>scritos ni <strong>de</strong>limitados, ya que el platonismo, y en menor medida el<br />

aristotelismo, sólo <strong>co</strong>nsi<strong>de</strong>raban <strong>co</strong>mo importante el estudio <strong>de</strong> los tipos <strong>de</strong>finidos por las<br />

esencias. Es <strong>de</strong>cir, no era posible una visión unificada <strong>de</strong> los fenómenos vitales, <strong>co</strong>mo sí<br />

lo era en la física, ya que si algo caracteriza la vida es la variedad.<br />

A finales <strong>de</strong>l siglo XVIII las ciencias naturales se van apropiando po<strong>co</strong> a po<strong>co</strong> <strong>de</strong> la<br />

metodología <strong>de</strong> las ciencias físicas, porque se hace imperativo explicar los fenómenos<br />

vitales, en respuesta a la inmensa acumulación <strong>de</strong> observaciones y experiencias, que<br />

irían a propiciar la aparición <strong>de</strong> circunstancias favorables para reflexionar sobre el<br />

fenómeno <strong>de</strong> la vida. En julio <strong>de</strong>l año 1858 Alfred Wallace y Charles Darwin proponen una<br />

explicación <strong>co</strong>herente <strong>de</strong> la génesis y evolución <strong>de</strong> los seres vivos a través <strong>de</strong>l<br />

mecanismo que habría <strong>de</strong> <strong>co</strong>nocerse <strong>co</strong>mo la selección natural. Darwin legó un programa<br />

para el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la biología, <strong>co</strong>n el cual se <strong>co</strong>menzaron a reformular los postulados <strong>de</strong><br />

las ciencias naturales, para incluir a la vida <strong>co</strong>mo objeto <strong>de</strong> estudio <strong>de</strong> la ciencia<br />

experimental. Como Newton y Copérni<strong>co</strong> en la física y la astronomía respectivamente,<br />

Darwin <strong>de</strong>finió los principios <strong>de</strong> la ciencia <strong>de</strong> la vida, transformando no sólo los<br />

procedimientos y explicaciones hasta ese tiempo <strong>co</strong>rrientes, sino que propició el cambio<br />

en la i<strong>de</strong>ología predominante en su tiempo, cuyas <strong>co</strong>nsecuencias aún hoy son tema <strong>de</strong><br />

furiosos <strong>de</strong>bates.<br />

A partir <strong>de</strong> la nueva teoría po<strong>co</strong> a po<strong>co</strong> se integra el <strong>co</strong>nocimiento acumulado<br />

durante siglos, <strong>co</strong>adyuvando en la aparición y expansión <strong>de</strong> las disciplinas biológicas.<br />

Men<strong>de</strong>l y la teoría <strong>de</strong> la herencia, Morgan <strong>co</strong>n la teoría cromosómica, los genetistas <strong>de</strong><br />

poblaciones, y en los años cincuenta y sesenta <strong>co</strong>n el advenimiento <strong>de</strong> la biología<br />

molecular, la teoría <strong>de</strong> la evolución adquiere <strong>co</strong>herencia y <strong>de</strong>viene en el paradigma <strong>de</strong> la<br />

biología.<br />

El <strong>co</strong>nocimiento <strong>de</strong> los <strong>co</strong>nceptos, historia y <strong>co</strong>ntroversias <strong>de</strong> la teoría evolutiva,<br />

permiten adquirir una <strong>co</strong>ncepción más <strong>co</strong>herente <strong>de</strong> la vida y su ciencia, la biología.<br />

Nuestro afán <strong>de</strong> <strong>co</strong>nocer las particularida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la naturaleza nos impi<strong>de</strong> el acceso a una<br />

visión global <strong>de</strong> los fenómenos vitales, <strong>co</strong>n lo cual nos hemos <strong>co</strong>nvertido en unos<br />

especialistas que sabemos cada vez más <strong>de</strong> menos <strong>co</strong>sas, <strong>de</strong>limitando parcelas que<br />

impi<strong>de</strong>n la integración <strong>de</strong> los distintos saberes sobre nuestro <strong>de</strong>venir. Nuestra aparición<br />

en el escenario <strong>de</strong> la tierra, no pue<strong>de</strong> ser <strong>co</strong>ncebida <strong>co</strong>mo un milagroso, extraordinario y<br />

aislado evento. Somos parte <strong>de</strong>l proceso vital, seres <strong>co</strong>nfinados a un espacio y un tiempo<br />

que <strong>co</strong>mpartimos <strong>co</strong>n todos los <strong>de</strong>más seres vivientes.<br />

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