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Esta hipótesis sería adecuada a homininos con encéfalos pequeños, pero no para los del género Homo cuyo encéfalo más voluminoso exige una eficacia aún mayor para la disipación de la temperatura, ya que el encéfalo es un órgano muy sensible a las altas temperaturas, y necesitaría un enfriamiento adecuado. Estudios de la antropóloga Dean Falk (Falk D....) sobre la anatomía del cráneo y el encéfalo de simios, humanos modernos y fósiles, han mostrado que en el género Homo, incluidos nosotros, la circulación sanguínea de la cabeza tiene una característica muy interesante: cuando la temperatura de nuestro cuerpo aumenta, ya sea por ejercicio, incremento de la temperatura exterior, etc., los vasos sanguíneos sobre la superficie de la cara y el cráneo (cuero cabelludo) se dilatan produciendo un aumento del paso de la sangre por la superficie corporal, lo cual tiene como consecuencia un enfriamiento relativo de la sangre, que pierde energía por convección, disminuyendo la temperatura de la misma si se compara con el interior del cuerpo. La sangre así enfriada retorna hacia las venas, pero la mayoría de ella pasa hacia el interior del cráneo antes de ir al corazón. Debido a que esta sangre está más fría que la del interior la temperatura intracraneal se mantiene más baja impidiendo que el encéfalo se lesione. Para Dean Falk, el cambio en la circulación de la cabeza, que no la poseen la mayoría de los fósiles de los homininos tempranos ni los simios actuales, pero sí nosotros, es una preadapatación que permitió el crecimiento encefálico posterior, ya que el mecanismo de regulación de temperatura descrito mantendría dentro de límites adecuados la temperatura de un encéfalo tres veces mayor que el de los chimpancés. Sistemática y taxonomía - Los problemas Se revisará una taxonomía general de los especimenes (aceptada en términos generales por la mayoría de los paleoantropólogos) y luego se procederá a describirán los distintos grupos de fósiles de acuerdo a su antigüedad en el registro fósil. Hasta principios de la década de 1990 se consideraba que el único género del linaje humano distinto del Homo eran los Australopithecus, y para algunos en este grupo debería ser asignado el de Paranthropus a los fósiles robustos. Pero en 1994 se identificó un fósil más antiguos que el Australopithecus afarensis, considerado hasta ese momento el ancestro más temprano. Inicialmente se bautizó como Australopithecus ramidus, pero posteriormente se le asignó otro género, el Ardipithecus. Hoy hay al menos cuatro nuevos géneros, no siempre aceptados como parte del linaje, pero cuyos especimenes están siendo investigados para tratar de ubicarlos dentro de la taxonomía hominina. Pero un problema que ha surgido a través del tiempo, y que ha complicado el establecimiento de una filogenia del grupo es el marco teórico mediante el cual se ha intentado relacionar los fósiles, su hábitat y el tiempo en el cual vivieron. El pensamiento predominante desde los años de 1940 fue el defendido por Ernst Mayr, el cual aseguraba que la evolución humana había ocurrido por anagénesis y no por cladogénesis, es decir, que las especies habían surgido por descendencia directa de especies antecesoras, con poca o ninguna divergencia, y por lo tanto en cada 146

momento solamente existieron especies únicas que desaparecían para ser reemplazadas por una sola o unas muy pocas que se extinguían rápidamente. Ello llevó a que hasta hace poco se consideraba que en cada lugar y en una época determinada, solamente habría una especie que daría origen a su sucesora Hoy se considera que la evolución humana, como la de la mayoría de las especies, ocurre por cladogénesis, y por lo tanto semeja un arbusto muy ramificado que da origen a distintas especies en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo. Hoy se acepta más esta posición, y ello ha hecho que se vuelva a revisar el registro fósil tratando de distinguir en las variaciones características que permiten definir de manera más adecuada los géneros y las especies. Asociado a este problema está el de la nomenclatura. Hasta la década de 1960 se solía asignar un nombre a cada nuevo espécimen descubierto, lo cual incrementó los nombres hasta un número muy difícil de manejar y de crear una sistemática adecuada. A los paleontólogos que promulgaban este método los llamaron “los separadores” (splitting). Esto llevó a una confusión muy grande lo que produjo una reacción, mediante la cual muchos de los fósiles fueron agrupados bajo un solo nombre, y considerando que las variaciones eran intraespecíficas, y no interespecíficas, como lo habían defendido los primeros. Como resultado el número de grupos se redujo drásticamente, borrando diferencias, pero trayendo nuevas dificultades, ya que ahora se comenzaron a identificar diferencias entre miembros de los mismos grupos, los cuales no parecían fueran posibles si pertenecieran a una misma especie o género. Hoy parecería que se está en un punto intermedio, tanto para los homininos tempranos, como para los del género Homo, que la evolución ha sido similar a la de otros grupos de mamíferos, y que la diversificación ha tenido una característica de ramificación y no de línea directa. Sin embargo, hasta ahora no se puede hablar de un consenso entre los paleoantropólogos. Una cronología de los principales descubrimientos (Lewin R. 1998, Arsuaga J.L. 2001) 147

Esta hipótesis sería a<strong>de</strong>cuada a homininos <strong>co</strong>n encéfalos pequeños, pero no para<br />

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las altas temperaturas, y necesitaría un enfriamiento a<strong>de</strong>cuado. Estudios <strong>de</strong> la<br />

antropóloga Dean Falk (Falk D....) sobre la anatomía <strong>de</strong>l cráneo y el encéfalo <strong>de</strong> simios,<br />

humanos mo<strong>de</strong>rnos y fósiles, han mostrado que en el género Homo, incluidos<br />

nosotros, la circulación sanguínea <strong>de</strong> la cabeza tiene una característica muy<br />

interesante: cuando la temperatura <strong>de</strong> nuestro cuerpo aumenta, ya sea por ejercicio,<br />

incremento <strong>de</strong> la temperatura exterior, etc., los vasos sanguíneos sobre la superficie<br />

<strong>de</strong> la cara y el cráneo (cuero cabelludo) se dilatan produciendo un aumento <strong>de</strong>l paso<br />

<strong>de</strong> la sangre por la superficie <strong>co</strong>rporal, lo cual tiene <strong>co</strong>mo <strong>co</strong>nsecuencia un<br />

enfriamiento relativo <strong>de</strong> la sangre, que pier<strong>de</strong> energía por <strong>co</strong>nvección, disminuyendo<br />

la temperatura <strong>de</strong> la misma si se <strong>co</strong>mpara <strong>co</strong>n el interior <strong>de</strong>l cuerpo. La sangre así<br />

enfriada retorna hacia las venas, pero la mayoría <strong>de</strong> ella pasa hacia el interior <strong>de</strong>l<br />

cráneo antes <strong>de</strong> ir al <strong>co</strong>razón. Debido a que esta sangre está más fría que la <strong>de</strong>l<br />

interior la temperatura intracraneal se mantiene más baja impidiendo que el encéfalo<br />

se lesione.<br />

Para Dean Falk, el cambio en la circulación <strong>de</strong> la cabeza, que no la poseen la<br />

mayoría <strong>de</strong> los fósiles <strong>de</strong> los homininos tempranos ni los simios actuales, pero sí<br />

nosotros, es una preadapatación que permitió el crecimiento encefáli<strong>co</strong> posterior, ya<br />

que el mecanismo <strong>de</strong> regulación <strong>de</strong> temperatura <strong>de</strong>scrito mantendría <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

límites a<strong>de</strong>cuados la temperatura <strong>de</strong> un encéfalo tres veces mayor que el <strong>de</strong> los<br />

chimpancés.<br />

Sistemática y taxonomía - Los problemas<br />

Se revisará una taxonomía general <strong>de</strong> los especimenes (aceptada en términos<br />

generales por la mayoría <strong>de</strong> los paleoantropólogos) y luego se proce<strong>de</strong>rá a<br />

<strong>de</strong>scribirán los distintos grupos <strong>de</strong> fósiles <strong>de</strong> acuerdo a su antigüedad en el registro<br />

fósil.<br />

Hasta principios <strong>de</strong> la década <strong>de</strong> 1990 se <strong>co</strong>nsi<strong>de</strong>raba que el úni<strong>co</strong> género <strong>de</strong>l<br />

linaje humano distinto <strong>de</strong>l Homo eran los Australopithecus, y para algunos en este<br />

grupo <strong>de</strong>bería ser asignado el <strong>de</strong> Paranthropus a los fósiles robustos. Pero en 1994 se<br />

i<strong>de</strong>ntificó un fósil más antiguos que el Australopithecus afarensis, <strong>co</strong>nsi<strong>de</strong>rado hasta<br />

ese momento el ancestro más temprano. Inicialmente se bautizó <strong>co</strong>mo<br />

Australopithecus ramidus, pero posteriormente se le asignó otro género, el<br />

Ardipithecus. Hoy hay al menos cuatro nuevos géneros, no siempre aceptados <strong>co</strong>mo<br />

parte <strong>de</strong>l linaje, pero cuyos especimenes están siendo investigados para tratar <strong>de</strong><br />

ubicarlos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la taxonomía hominina.<br />

Pero un problema que ha surgido a través <strong>de</strong>l tiempo, y que ha <strong>co</strong>mplicado el<br />

establecimiento <strong>de</strong> una filogenia <strong>de</strong>l grupo es el mar<strong>co</strong> teóri<strong>co</strong> mediante el cual se ha<br />

intentado relacionar los fósiles, su hábitat y el tiempo en el cual vivieron. El<br />

pensamiento predominante <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los años <strong>de</strong> 1940 fue el <strong>de</strong>fendido por Ernst Mayr, el<br />

cual aseguraba que la evolución humana había ocurrido por anagénesis y no por<br />

cladogénesis, es <strong>de</strong>cir, que las especies habían surgido por <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia directa <strong>de</strong><br />

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