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Cartografi?a social 129-159:Maquetación 1 - Fundación La Salle

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ANTROPOLÓGICA 2010<br />

TOMO LIV n° 114: <strong>129</strong>-<strong>159</strong><br />

Introducción<br />

Cartografía Social y Territorio<br />

en América <strong>La</strong>tina - Memorias<br />

del Seminario de Rio de<br />

Janeiro, julio 2010<br />

Recibido: 11/01/2011. Aceptado: 21/02/2011<br />

Edwin Muñoz Gaviria y<br />

Luz Stella Rodríguez Cáceres<br />

El presente documento es el resultado de la sistematización de las<br />

presentaciones e intervenciones en el seminario de Cartografía Social y<br />

Territorio en América <strong>La</strong>tina, realizado en Río de Janeiro entre el 21 y 23<br />

de julio de 2010 y promovido por el <strong>La</strong>boratorio ETTERN/IPPUR/UFRJ<br />

(<strong>La</strong>boratório Estado, Trabalho, Território e Natureza do Instituto de<br />

Pesquisa e Planejamento Urbano e Regional-Universidade Federal do Rio<br />

de Janeiro) con el apoyo de la <strong>Fundación</strong> Ford.<br />

Al proponernos la organización de las memorias del seminario,<br />

optamos por un texto que pudiera contener de mejor manera los valiosos<br />

aportes que se fueron sumando en el desarrollo del evento. Para tal fin, el<br />

camino seguido no fue el registro por separado de las diferentes ideas<br />

expuestas en las mesas y discusiones, sino más bien, el examen de los<br />

contenidos y la identificación de cuestiones centrales en torno a las cuales<br />

se desarrollaron las refle-xiones del seminario, por esta razón la<br />

presentación de los expositores se irá dando a lo largo del texto. El<br />

resultado del ejercicio es una síntesis que esperamos se constituya en<br />

una contribución a la reflexión y el debate sobre la cartografía <strong>social</strong> en<br />

América <strong>La</strong>tina.<br />

El contenido de la memoria se estructura en cuatro secciones que<br />

corresponden a igual cantidad de cuestiones centrales identificadas. En<br />

la primera sección se aborda el tema de las epistemologías sobre el<br />

territorio y sus representaciones, donde se despliega una discusión sobre<br />

los paradigmas y cosmovisiones que se encuentran y desencuentran en<br />

los procesos de cartografía <strong>social</strong>. En la segunda sección se emprende una<br />

descripción de los contextos y conflictos territoriales específicos a las<br />

experiencias cartográficas, así como un análisis de los sujetos políticos<br />

que en este proceso se construyen. Este tema da pie para señalar algunas<br />

diferencias que se presentan entre las experiencias brasileñas y las


130 Cartografía Social …<br />

hispanoamericanas. Luego, en la tercera sección, se aborda una discusión<br />

relacionada con la disputa propiamente cartográfica y las cuestiones de i)<br />

si es posible o no un diálogo entre prácticas cartografías en condiciones<br />

desiguales de poder, ii) de cómo se usa la información cartográfica y iii) de<br />

cuáles serían sus potencialidades y riesgos. Posteriormente en la cuarta<br />

sección, se presenta la discusión sobre las formas diferenciadas en que,<br />

desde las diversas experiencias, se considera la contribución que la cartografía<br />

<strong>social</strong> está realizando a los procesos de autonomía y de “empoderamiento”<br />

de los sujetos. Finalmente, a modo de conclusión, se plantean<br />

inquietudes e interrogantes que quedaron abiertos con el seminario, así<br />

como algunos desafíos que se vislumbran para la cartografía <strong>social</strong> en<br />

América <strong>La</strong>tina.<br />

Epistemologías del territorio y sus representaciones<br />

<strong>La</strong> cartografía <strong>social</strong> puede ser entendida como la apropiación de<br />

técnicas y modos de representación cartográficos modernos por parte de<br />

grupos <strong>social</strong>es en desventaja para hacerse visibles como etnia o<br />

identidad territorializada, posicionar su visión sobre el territorio y reivindicar<br />

tierras, territorios y acceso a recursos naturales. De este modo, ella<br />

confronta aquella cartografía “oficial”, sin sujeto, que tradicionalmente<br />

había permanecido en manos del Estado y a su servicio; y monopolio,<br />

según Alfredo Wagner de Almeida (Brasil, investigador del Proyecto Nueva<br />

Cartografía Social, Universidad Federal del Amazonas) de los institutos<br />

geográficos nacionales y las fuerzas militares y recientemente de<br />

empresas.<br />

Sin embargo, a la luz de las exposiciones sobre las perspectivas y los<br />

intereses involucrados en la cuestión dentro del contexto latinoamericano,<br />

con sus variados agentes, locales o globales, comunitarios o<br />

estatales, esta primera definición que articula la apropiación de técnicas<br />

modernas de representación espacial y la función <strong>social</strong> de defensa<br />

territorial, podría funcionar como punto de partida, pero sería insuficiente<br />

para abarcar la complejidad de las experiencias de <strong>La</strong>tinoamérica<br />

presentadas en el seminario, pues la cartografía <strong>social</strong> se redefine continuamente<br />

en razón de las prácticas de los actores <strong>social</strong>es que se<br />

vinculan a ella de manera diferenciada.<br />

En las discusiones relacionadas con la definición de cartografía <strong>social</strong>,<br />

una de las más significativas giró en torno de la problematización de los<br />

conceptos. En primer lugar, fue colocado en discusión el adjetivo “<strong>social</strong>”,<br />

el cual nos ha llevado a un tipo de encantamiento o de salida humanista<br />

que enfrentaría la racionalidad burocrática y científica de la cartografía


Antropológica 114<br />

131<br />

moderna. Se ha enfatizado (intervención de Patricia Vargas, antropóloga<br />

acompañante del proceso de la Asociación del Consejo Comunitario<br />

General de Nuquí Los Riscales y coordinadora de la formulación del<br />

Proyecto Etnoeducativo e Intercultural, Colombia), para eso, el carácter<br />

<strong>social</strong> ineludible de toda cartografía, y este contrapunto resultó imprescindible.<br />

Siguiendo el razonamiento de Brian Harley, cabría no olvidar que<br />

los mapas siempre estarán relacionados al orden <strong>social</strong> al que pertenecen,<br />

expresando el espíritu <strong>social</strong> de la época y del lugar. En este sentido, los<br />

mapas siempre son culturales y <strong>social</strong>es porque manifiestan procesos<br />

intelectuales, artísticos, de conocimiento, de poder, permitiendo interpretar<br />

formas de posicionarse en el mundo.<br />

Sin embargo, al considerar la propuesta de clasificación de<br />

“cartografías modernas” y “cartografías propias” 1 propuesta por Patricia<br />

Vargas, no se podría desconocer que las “cartografías propias”, al<br />

desarrollarse en contextos de confrontación con el Estado, o con emprendimientos<br />

económicos de distinto orden, tienen también su carácter<br />

moderno. Por otro lado, al intentar rescatar el sentido de lo “propio” en<br />

diferentes culturas, vemos que éstas no siempre se reconocen internamente<br />

como categorías cartográficas, porque están ligadas a formas<br />

cosmogónicas de concebir y posicionarse en el mundo y a las distintas<br />

maneras de construir conocimiento. A partir de distintos ejemplos, se<br />

hace posible explorar los modos de representación y percepción del<br />

territorio, donde el mapa aparece apenas como una más entre otras<br />

formas de representación y concepción espacial.<br />

Carl Sauer destacó que la infalibilidad de la imagen contenida en el<br />

mapa está dada por su eficacia en la comunicación, más allá de palabras<br />

y textos, en tal grado de síntesis, que le permite expresar varias ideas al<br />

mismo tiempo y en un pequeño espacio. En síntesis, la cartografía cualquiera<br />

que ella sea nos permite conocer la imagen del mundo que tiene y<br />

adquiere un individuo o un grupo determinado.<br />

No obstante, la contundencia del mapa nos aparta de la comprensión<br />

de otras formas de concepción del espacio, las cuales se desdoblan en<br />

maneras alternativas de representar el territorio. Estas formas de representación<br />

se encuentran ligadas, de acuerdo a Martín Vidal (líder indígena<br />

de la Asociación de Autoridades de la Ukawesx Nasa Cxab de Caldono<br />

Cauca, Colombia), a epistemologías culturalmente diferenciadas donde el<br />

territorio, por ejemplo, es antes que cartografiado, tejido, recorrido,<br />

cantado, bailado, soñado, narrado y hasta incorporado. Estaríamos antes<br />

que nada frente a matrices de pensamiento contrastivas de las formas de<br />

concepción de tiempo y espacio empleadas en occidente.<br />

1 Aquéllas que todos y cada uno de nosotros llevamos para ubicarnos en el mundo (ibid).


132 Cartografía Social …<br />

Es bajo la epistemología occidental que es posible la concepción de un<br />

espacio despojado de eventos y prácticas, que alimenta la lógica del territorio<br />

como un vacío. Vale la pena retomar aquí las ideas de Sack (1986) 2<br />

para quien dicha abstracción permite la delimitación de fronteras claras<br />

y precisas, las cuales surgen cuando las sociedades tienen la estructura<br />

tecnológica y geométrica para representar el espacio como neutro e<br />

independientemente de los eventos. En la conquista y colonia de América,<br />

por ejemplo, los mapas se anticiparon a la ocupación del territorio. <strong>La</strong><br />

dominación fue primero nominal, marcando fronteras sobre los horizontes<br />

y deseos de ocupación y señorío (intervención de P. Vargas). El<br />

análisis de la cartografía histórica, que es el antecedente inmediato de la<br />

cartografía moderna, nos lleva a comprender que la consolidación del<br />

Estado-nación necesitó acallar las diferencias para conseguir afirmarse.<br />

Para Martín Vidal el sistema cartesiano de representación del mundo,<br />

característico de la civilización occidental, encarna un “problema de<br />

representación y conocimiento” del territorio cuando es llevado a las<br />

comunidades. Este problema es un elemento central en la discusión sobre<br />

las implicaciones del uso de la cartografía <strong>social</strong>, pues allí “se pone en<br />

juego nuestra visión de mundo”.<br />

Un ejemplo de cómo esa visión de mundo puede imponerse en la<br />

cartografía <strong>social</strong> fue el trabajo de mapeo de los Mirañas del río Caquetá,<br />

el cual conjugó la cartografía propia y la moderna con fines de planeación<br />

territorial. <strong>La</strong> orientación que estos indígenas dieron al mapa no fue<br />

norte-sur, sino que siguió la orientación del río, eje de la cosmogonía indígena.<br />

En esa concepción la bocana del río es el nacimiento y la cabecera<br />

el lugar donde muere; ya que es el rastro dejado por la mítica anaconda,<br />

que al subir por el lecho del río dio origen a las sociedades de esa región<br />

amazónica.<br />

El pueblo Nasa, a su vez, aprehende el cosmos a partir de una concepción<br />

de tiempo en espiral y no lineal, adaptada a los ritmos naturales<br />

de los diversos ecosistemas de montaña: “somos culturas del agua más<br />

que del sol, para nosotros existe un ritmo discreto, no continuo, así mismo<br />

es nuestra forma de vida, nuestro pensamiento y representación”. Así es<br />

como en la racionalidad occidental, tiempo y espacio son entendidos como<br />

dimensiones separadas, y es por esto que el mapa cartesiano excluye el<br />

eje temporal. Martín Vidal señala que en el mundo indígena, por el<br />

contrario, la “información espacial” es trasmitida a partir de formas de<br />

conocimiento que no contemplan siempre la forma del mapa. Sus<br />

representaciones territoriales “no matan el tiempo porque se representa<br />

mientras se teje, es el movimiento… El tiempo es una concepción circular”.<br />

A partir de esta concepción espacio-temporal, surgen formas de<br />

2 Sack, Robert, 1986. Human territoriality. Its theory and history. Cambrigde University Press.


Antropológica 114<br />

133<br />

representación que se objetivan, entre otras, en las mochilas que tejen las<br />

mujeres, por ejemplo. Estas manufacturas se constituyen en “mapas” en<br />

sí, donde diseños geométricos y abstractos significan caminos, rozas, ríos<br />

y territorios. Son mapas que se elaboran y actualizan permanentemente,<br />

incorporando la dimensión temporal en el tejer.<br />

Así, “el espacio territorial se representa a sí mismo… así lo vemos en<br />

los rituales, en el cuerpo, en los mitos”. El carácter relacional entre cultura<br />

y territorio implica que éste y su representación se actualicen en varias<br />

manifestaciones de la vida <strong>social</strong>. Esta postura epistemológica evidencia<br />

algunos límites del trabajo en cartografía <strong>social</strong>, así como sus desafíos,<br />

toda vez que el acto de “cartografiar” puede realizarse en acciones como<br />

“tejer el territorio en el pensamiento y la acción”, o caminar “en las<br />

marchas y luchas para exigir los derechos, en las mingas”. Estas actividades<br />

son en suma “formas de sintetizar el pensamiento del territorio”. En<br />

contraste, la utilización de las tecnologías SIG – para conocer el territorio<br />

“no pasan de ser un asunto mecánico que no implica pensamiento de<br />

cambio dinámico” (intervención de Martín Vidal).<br />

El territorio está inscrito, así, en el cotidiano de muchas comunidades<br />

locales, no como algo externo, sino como parte constitutiva del ser individual<br />

y colectivo. <strong>La</strong> identidad está ligada a la apropiación del espacio<br />

como puede apreciarse en los rituales afrocolombianas. Adith Bonilla<br />

(Consejo Comunitario Mayor de Comunidades Negras del Medio Atrato-<br />

COCOMACIA, Colombia), representante de las comunidades negras del<br />

Chocó en el Pacífico colombiano, resalta que, para ellas, el territorio está<br />

incorporado a la persona desde de su nacimiento. Cada niño es<br />

“ombligado” con el territorio a partir de un ritual en el que el ombligo, una<br />

vez se ha desprendido, es enterrado junto a un árbol que será reconocido<br />

por el niño y adulto como “su ombligo”, y el lugar donde éste fue enterrado<br />

será parte constitutiva e identitaria de su ser. <strong>La</strong> identidad de la persona<br />

está ligada al árbol y al lugar. Este acto ritual establece una estrecha<br />

relación entre personas y territorios, que pasa por lo sagrado.<br />

En el caso de los mapuche, la investigadora suiza Irène Hirt, desde su<br />

experiencia con el territorio de Chodoy Lof Mapu 3 en las provincias de<br />

Valdivia y Cautín, destaca la importancia de los sueños en la orientación<br />

y localización territorial. Los sueños como forma de comunicación espiri-<br />

3 El lof mapu era la base de la organización socio-territorial de los mapuches, correspondiente<br />

a las familias pertenecientes a un mismo linaje. Los límites de un lof eran generalmente<br />

geográficos. Cada lof era autónomo pero varios lof agrupados formaban entidades<br />

mayores para objetivos religiosos, políticos, o para enfrentar guerras o catástrofes naturales:<br />

Irène Hirt, 2009, “¿Para qué construir irreversibilidades”? <strong>La</strong> reconstrucción de Chody<br />

Lof Mapu, una experiencia autónoma de cartografía mapuche en el sur de Chile. En Jorge<br />

Calbucura y Fabien Le Bonniec (org) Território y Territorialidade en contexto post-colonial.<br />

Estado de Chile- Nación Mapuche Working Paper Series 30 Ñuke Mapuförlaget, Estocolmo,<br />

Suecia.


134 Cartografía Social …<br />

tual, funcionan en la construcción del conocimiento, orientan la toma de<br />

decisiones políticas y son fuente de poder e información geográfica, la cual<br />

puede ser usada en los ejercicios de cartografía <strong>social</strong> para confirmar y<br />

corroborar datos sobre los cuales se tienen antecedentes.<br />

En la elaboración de la cartografía mapuche huilliche, los sueños<br />

fueron incorporados como parte de la metodología. Con frecuencia el<br />

“ngenpin” -oficiante religioso en las ceremonias mapuche, y cuyo significado<br />

en mapudungun es “dueño de la palabra”- se comunicaba con los<br />

espíritus para intentar localizar los sitios sagrados que habían sido<br />

usurpados desde el siglo XIX y de los que las personas tenían, apenas,<br />

vagos recuerdos. No obstante, el uso de los sueños confronta la racionalidad<br />

científica occidental que invalida ese tipo de conocimiento por<br />

considerarlo “subjetivo”. Sin embargo, para Hirt, la inclusión de los<br />

sueños en esos procesos es un aspecto importante en la construcción de<br />

metodologías interculturales para la producción de conocimientos<br />

relevantes y un necesario paso en la descolonización de las mismas.<br />

Por su parte, Eglée Zent (etnobióloga del Instituto Venezolano de<br />

Investigaciones Científicas) narra, a partir de su trabajo de mapeo participativo<br />

con los Jodï en la Guayana venezolana, la relación directa entre<br />

territorio e historias de vida. En la medida en que no existen títulos<br />

jurídicos formales, la palabra y la oralidad son documentos que señalan<br />

el grado de incorporación de territorio en la cultura local. <strong>La</strong>s personas de<br />

la comunidad asocian cada nombre de lugar en su territorio a mitos.<br />

Al recitar ciertos nombres de lugar, valores y tradiciones son reafirmados,<br />

por lo cual el paisaje es fuente de sabiduría para el pueblo<br />

indígena. En el análisis de las historias de vida, por ejemplo, fueron rastreados<br />

los lugares, que pueden llegar a más de cien, por donde las<br />

personas vivieron a lo largo de su vida por cortos o largos períodos de<br />

tiempo. Sea por razones rituales, o como parte de las actividades de<br />

subsistencia de caza y recolección, las personas transitan continuamente<br />

por el espacio en varios momentos de su vida, por lo que los hijos de una<br />

familia nacen en lugares distantes y diferentes. El territorio no sólo es<br />

movimiento y palabra, sino que la principal forma de su conocimiento se<br />

produce recorriéndolo y narrándolo; éste no existiría fuera de esas prácticas.<br />

Ese sentido de la movilidad se constituyó en una de las bases para<br />

la sustentación de reclamos territoriales de los indígenas Jodï en<br />

Venezuela.<br />

Así, una cartografía sensibilizada con las epistemologías no occidentales<br />

revela las formas cómo los grupos reflexionan sobre su historia, se<br />

narran a sí mismos y se relacionan con la naturaleza, relación que llega<br />

a describir mejor las formas epistemológicas del pensamiento indígena.<br />

Hirt discute cómo en la experiencia chilena, antes de iniciar los trabajos


Antropológica 114<br />

135<br />

con GPS en los lugares de importancia cultural, espiritual o histórica, los<br />

mapuches pedían permiso a los espíritus de la naturaleza. Este acto se<br />

deriva de una conexión distinta con esos seres, ya que para los mapuches<br />

éstos no son concebidos como objetos manipulables y controlables, sino<br />

como entidades vivas con poder de acción sobre la realidad. Se corrobora<br />

así lo expuesto por Vargas al respecto de esta relación diferenciada con la<br />

naturaleza, que lejos de ser cosa del pasado permanece actualizada, aún<br />

en contextos de globalización.<br />

Por su lado, Zent señala que en el caso de los Jodï, sus lugares<br />

sagrados contienen una noción que va más allá de lo mitológico; la<br />

creencia de que una montaña es la casa de una entidad que sustenta la<br />

vida, enuncia más que una manera alternativa de entendimiento, una<br />

forma de aproximación más horizontal con la naturaleza. Este principio<br />

cosmológico, que a nuestros ojos combina ecología y mitología, sustenta<br />

la idea respecto a que las mayores reservas de biodiversidad vegetal y<br />

animal y recursos hídricos, se encuentran en los territorios pertenecientes<br />

a grupos étnicos; y que es imposible (intervención de A. Warner de<br />

Almeida) la aprehensión del patrimonio genético sin la mediación del<br />

conocimiento local.<br />

Respecto al vínculo entre naturaleza, lugares sagrados y mapeo,<br />

Burga (intervención de Carol Burga. Geógrafa de la ONG Shinai Serjai,<br />

Perú) Hirt, Vidal y Zent, resaltaron que, no obstante la importancia para<br />

el grupo en sus procesos de auto-reconocimiento y fortalecimiento<br />

interno, los datos referentes al ámbito de lo sagrado no siempre son<br />

usados en los mapas finales y permanecen como una información<br />

privilegiada y exclusiva para la comunidad, propia de los desarrollos y<br />

discusiones internas y prescindible del mapa que se presenta para hacer<br />

las reivindicaciones frente al Estado.<br />

El ámbito de lo sagrado cumple, en algunos casos, una función de<br />

diferenciación con otros grupos vecinos o campesinos que, a su vez,<br />

pueden establecer relaciones más subordinantes con la naturaleza. En el<br />

caso de los mapuches del sur de Chile, durante la realización de la<br />

cartografía, el aspecto religioso tuvo un papel en el fortalecimiento interno<br />

y la recuperación del poder de las autoridades tradicionales, pero no hizo<br />

parte de lo que las comunidades querían exponer para fuera.<br />

Así, podríamos decir que en el campo de la cartografía <strong>social</strong> en<br />

América <strong>La</strong>tina, referente a grupos étnicos, es manifiesta la existencia de<br />

disputas epistemológicas donde estos grupos reivindican formas propias<br />

de concebir el territorio y sus formas de representación. Este aspecto es<br />

indudablemente central en la constitución de los grupos étnicos como<br />

sujetos políticos. Sin embargo, como se verá en la siguiente sección, otros<br />

colectivos también se constituyen en sujetos políticos a partir de formas<br />

diversas de identidad colectiva, que sin expresar construcciones


136 Cartografía Social …<br />

epistemológicas propias, utilizan estratégicamente las técnicas convencionales<br />

de cartografía en su accionar político. En ambos casos, las<br />

características de esta dinámica política se configuran en función de los<br />

cambios económicos e institucionales que se vienen produciendo en el<br />

contexto latinoamericano, así como en la trayectoria que siguen los<br />

conflictos territoriales en cada lugar.<br />

Conflictos territoriales y construcción de sujetos políticos<br />

<strong>La</strong> práctica cartográfica se articula a los procesos de reproducción<br />

<strong>social</strong> de cada uno de los contextos, evidenciando conflictos por la<br />

apropiación material y simbólica de los territorios. Aunque los conflictos<br />

socio-territoriales y ambientales presentes en las experiencias son de<br />

varios órdenes y dependen de las diferencias regionales, comparten en su<br />

mayoría elementos de contexto. Se expresan de un lado, en medio de<br />

cambios políticos y jurídicos que con desarrollos diferenciados en cada<br />

país, reconfiguran el espectro de los derechos <strong>social</strong>es, y de otro lado, en<br />

una creciente liberalización económica que repercute especialmente en<br />

áreas de biodiversidad de gran interés para el capital nacional e<br />

internacional.<br />

Como lo comentaba el profesor Carlos Vainer (profesor del IPPUR,<br />

Universidad Federal de Rio de Janeiro, Brasil), las cartografías <strong>social</strong>es<br />

reflejan los procesos conflictivos que puedan estar sucediendo, toda vez<br />

que las formas de producción de éstas están inmersas en los medios de<br />

producción <strong>social</strong> del territorio. En ese escenario aparece el mapa que,<br />

elaborado por los sujetos protagonistas del conflicto, es un instrumento<br />

de afirmación de derechos, una pieza para representar y desarrollar el<br />

conflicto, en el propósito de desmontar las aspiraciones de agentes<br />

económicos o de reafirmar sus derechos ante el Estado. Mientras el mapa<br />

hace parte de la disputa, no puede decirse que exista mapa neutro.<br />

Pensar la acción política que está tras los ejercicios cartográficos<br />

pasa, en parte, por reflexionar sobre los sujetos que se constituyen en<br />

colectivos políticos frente a los diversos conflictos, así como frente a los<br />

cambios legislativos que se han producido en los contextos nacionales de<br />

América. De este modo, llegamos a una convergencia de presiones de<br />

abajo para arriba expresadas en los movimientos <strong>social</strong>es y de reformas<br />

de arriba para abajo concretadas en las recientes legislaciones. Sin<br />

embargo, se verá algunos casos en Chile, Colombia y Bolivia donde no<br />

siempre los agentes de las nuevas cartografías son sujetos de derechos o<br />

demandantes de derechos colectivos de propiedad.


Antropológica 114<br />

137<br />

Sujetos políticos y territorios de uso común: la experiencia brasileña<br />

Una de las diferencias entre la América hispana y Brasil estaría<br />

relacionada con las estrategias diseñadas para la definición de los sujetos<br />

de derechos colectivos. Para comenzar, el rumbo que tomaron los procesos<br />

de cartografía <strong>social</strong> en Brasil para la regularización territorial,<br />

expuestos en el seminario, confronta la visión primordialista y esencialista<br />

que asume lo tradicional siguiendo las pautas de las agencias transnacionales,<br />

donde lo étnico es concebido como una realidad consolidada<br />

e invariable. Alfredo Wagner de Almeida afirma que los actuales sujetos<br />

de la tradición se constituyen como tal al calor de la lucha inmediata,<br />

abandonando, de este modo, cualquier apelo a identidades ancestrales e<br />

inmemoriales en territorios consagrados. “Si la tradición es una<br />

reivindicación del presente, la etnicidad es la autodefinición conducida por<br />

la movilización y la búsqueda de autonomía política”.<br />

<strong>La</strong> categoría “poblaciones tradicionales” experimentó en Brasil un<br />

desplazamiento en su significado inicial, fue apartada del cuadro natural<br />

y del dominio de los sujetos biologizados para designar agentes <strong>social</strong>es<br />

que se autodefinen y que manifiestan conciencia de su propia condición;<br />

para Wagner de Almeida, este es un desdoblamiento de la adopción de la<br />

Convención 169 de la OIT en el 2002. El conflicto <strong>social</strong> haría parte de las<br />

formas de identificación y consolidación del territorio, donde cada grupo<br />

lo ha construido <strong>social</strong>mente y a partir de situaciones específicas. Sin embargo,<br />

el conflicto no termina con el reconocimiento, como habría<br />

supuesto el teórico Charles Taylor; éste continúa instaurado a pesar del<br />

reconocimiento. No se trata de una interpretación positiva del conflicto de<br />

la tradición sociológica, sino de las prácticas cotidianas de antagonismos.<br />

Cuando la lucha es por el territorio, tendríamos que distanciarnos de la<br />

división entre las luchas culturales por el reconocimiento planteadas por<br />

Taylor y aquellas económico-redistributivas apeladas por Nancy Fraser,<br />

para dar lugar a una interpretación sobre las formas como el grupo está<br />

construyendo el territorio.<br />

Los movimientos <strong>social</strong>es se agrupan y establecen, delineando una<br />

política de identidades que consolida una modalidad de existencia<br />

colectiva, más que por la suma de individuos, por sus planes organizativos.<br />

En otras palabras, cada grupo ha construido <strong>social</strong>mente su<br />

territorio de una manera propia, y a partir de conflictos específicos. Aquí<br />

las luchas por los derechos territoriales impulsaron la consolidación de<br />

identidades colectivas, donde las diferencias culturales y los ejes de movilización<br />

han sido variables y nos permiten hoy hablar de las identidades<br />

territoriales de los seringueiros (caucheros), las recolectoras de coco de<br />

babaçu, los pescadores, las poblaciones ribereñas, las comunidades<br />

quilombolas y los grupos indígenas.


138 Cartografía Social …<br />

<strong>La</strong> construcción de los sujetos políticos detrás de las nuevas<br />

cartografías, pasa sin duda por la politización de los términos de uso<br />

local, la cual como fue dicho, viene reflejándose en la diversidad de figuras<br />

jurídicas verificables en diferentes instrumentos legales. Uno de los más<br />

significativos es el Decreto 6040 del 7 febrero de 2007 de la Presidencia<br />

de la República de Brasil, que reglamenta el plan de desarrollo<br />

sustentable de los pueblos tradicionales, el cual contempla y reconoce por<br />

primera vez el uso común de recursos y territorios, transformando esa<br />

práctica en un instrumento político.<br />

El uso común de recursos naturales cubre extensas áreas principalmente<br />

en la región amazónica, en el semi-árido nordestino y en el<br />

planalto meridional del país. El uso común de bosques, recursos hídricos,<br />

campos y pastizales aparece combinado tanto con la propiedad, como con<br />

la posesión, de manera perenne o temporal y contempla diferentes<br />

actividades productivas como extractivismo, pequeña agricultura, pesca,<br />

cacería, artesanía y producción pecuaria. Estas actividades son ejercidas<br />

por unidades de trabajo familiares u organizadas en cooperativas que<br />

permiten su participación en los circuitos del mercado. Organizaciones<br />

<strong>social</strong>es como el Consejo Nacional de los Seringueiros, el Movimiento<br />

Interestadal de las Quebradoras de Coco Babaçu, la Coordinación<br />

Nacional de Articulación de las Comunidades Negras Rurales<br />

Quilombolas, el Movimiento Nacional de los Pescadores, el Movimiento de<br />

los Fundos de Pasto, corresponden a territorialidades específicas donde<br />

los grupos realizan sus formas de vida y aseguran su reproducción física<br />

y <strong>social</strong>.<br />

Según Wagner de Almeida, si bien el Banco Mundial reconoció el uso<br />

común desde 1999, este organismo nunca imaginó sus alcances en el<br />

Brasil de hoy: una gran oposición a la expansión del agro-negocio y a su<br />

interés de comercializarlo todo, incluyendo la tierra. Los grupos tradicionales<br />

controlarían hoy un tercio del territorio nacional y habrían<br />

alcanzado mantener 250.000 hectáreas fuera del mercado. En la visión de<br />

Wagner de Almeida, el Banco Mundial no tiene los instrumentos para<br />

lidiar con la diversidad que se ve en Brasil desde 1988, donde los derechos<br />

territoriales impulsaron la consolidación de identidades colectivas<br />

muy diversas y los derechos adquiridos median toda relación del Estado<br />

con las tierras.<br />

<strong>La</strong> dinámica del conflicto va interactuando dialécticamente con la<br />

configuración de los sujetos colectivos y la cartografía del territorio. Así,<br />

para Wagner de Almeida, en la medida en que los conflictos no son estáticos<br />

y que las identidades son dinámicas, los mapas, por su parte, no<br />

pueden ser fijos sino situacionales. El derecho territorial no puede interpretarse<br />

como el congelamiento de un área, sino como la capacidad de<br />

tornar dinámica la idea de territorio. <strong>La</strong> dimensión que un territorio tiene


Antropológica 114<br />

139<br />

en el inicio de un conflicto puede variar y aumentar, dado que la<br />

percepción que el grupo va adquiriendo en medio de la disputa lo lleva a<br />

redefinir sus límites territoriales.<br />

Un ejemplo de ello son las comunidades de Alcântara en el estado de<br />

Maranhão, caso que comenzó con 23 comunidades y aumentó a 66 bajo<br />

la misma acción política después de la realización del laudo (pericia)<br />

antropológico. En el caso del movimiento de Catadores de Mangaba (fruto)<br />

del estado de Sergipe (intervención de Daniel L. M. Vieira, do <strong>La</strong>boratório<br />

Ecologia e Conservação, Recursos Genéticos e Biotecnologia de<br />

EMBRAPA, Sergipe, Brasil) varias comunidades tradicionales de la región<br />

dedicadas a la pesca de mariscos, a la actividad extractiva y a la agricultura<br />

de subsistencia, han venido ganando visibilidad como movimiento, y<br />

desde el 2007 han conseguido ser reconocidas como comunidades tradicionales.<br />

Esta configuración de un sujeto colectivo se produce en la<br />

disputa por la apropiación del territorio con varios actores. En esta región<br />

del litoral nordestino, la presión ejercida sobre la tierra por nuevos usos<br />

asociados a segundas residencias, industrias de camarón y complejos<br />

hoteleros, viene amenazando la actividad tradicional, principalmente de<br />

las mujeres catadoras de mangaba. En respuesta, estas comunidades,<br />

que ya suman cerca de sesenta, se reafirman como colectivo en función<br />

de la defensa de la posesión de la tierra, lo que incluye una disputa cartográfica<br />

que busca, en principio, hacerlas visibles ante los mapas oficiales<br />

como poseedoras de la tierra.<br />

Sujetos políticos y derechos étnico-territoriales: experiencias en<br />

América <strong>La</strong>tina hispanohablante<br />

En contraste con Brasil, en países como Venezuela, Nicaragua, Perú<br />

y Colombia, el reconocimiento de los derechos territoriales estaría más<br />

cercano al encuadramiento de lo étnico propuesto por los organismos<br />

transnacionales, o regionalizados en áreas con características geográficas<br />

de interés para las entidades ambientalistas. Es decir, las conquistas<br />

territoriales no son alcanzadas por grupos <strong>social</strong>es que no se encajan dentro<br />

de lo que estos organismos y el propio Estado entienden como étnico.<br />

En Venezuela, según E. Zent, a pesar de la existencia de una considerable<br />

población negra, no existe un cuerpo legislativo en el que sus<br />

demandas de tipo identitario y territorial puedan ser amparadas. En el<br />

caso de los indígenas, los artículos 119 y 121 de la Constitución de 1999<br />

garantizan el ejercicio de las diferencias culturales y respaldan el derecho<br />

a las identidades indígenas. Y aunque en el 2001 fue creada una comisión<br />

para la demarcación de sus tierras mediante la Ley de Demarcación de<br />

Tierras y Hábitat Indígenas, hoy en día son pocos los títulos conseguidos,


140 Cartografía Social …<br />

apenas 27, y con grandes limitaciones, pues se trata de pequeñas extensiones<br />

de tierras comunitarias donde apenas se poseen las mejoras y, por<br />

lo tanto, no se constituyen en territorios étnicos, coartándose así la fuerza<br />

política de los grupos. Además de que sobre esas áreas se traslapan<br />

diferentes reglamentaciones territoriales y ambientales del Estado, el otro<br />

gran obstáculo a la territorialidad indígena es su coincidencia con zonas<br />

de riqueza mineral donde la propiedad del subsuelo continúa siendo del<br />

Estado. Por esto, E. Zent se pregunta si el título es una ventaja o una desventaja,<br />

ya que el espacio de libertad que pudieran tener las comunidades<br />

podría ser más restringido. De hecho los “títulos” recientemente otorgados<br />

limitan los derechos de tierra de los indígenas mucho más que los entregados<br />

durante la Reforma Agraria de los años 60 y 70.<br />

En el mismo sentido, E. Zent reconoce que lo tradicional en Venezuela<br />

es manejado todavía de forma muy estricta; como marcador de diferencia,<br />

lo tradicional es remitido a un discurso de autenticidad y de estado<br />

prístino que se articula a los deseos de la preservación ambiental. <strong>La</strong> imagen<br />

de los Jodï cazando con cerbatana y haciendo un uso “sustentable”<br />

del espacio en condiciones de mínimo contacto con el mercado por las<br />

dificultades de comunicación, resulta compatible con una idea de<br />

Amazonía intocable, soñada por más de un ambientalista.<br />

En Perú, a su vez, los indígenas reivindican un reconocimiento étnico<br />

en un entorno jurídico-institucional menos favorable que en otros países<br />

de la región. Allí existen 56 pueblos indígenas que pertenecen a 17 grupos<br />

etno-lingüísticos. Para 2007 habría 1786 comunidades, con un 81% de<br />

tierras tituladas y demarcadas, aunque las tierras tituladas representen<br />

para éstas sólo una pequeña porción de los territorios que consideran<br />

como suyos.<br />

Históricamente el reconocimiento de territorios indígenas en Perú ha<br />

pasado por diferentes fases. Aunque desde la Constitución de 1920 existe<br />

la declaratoria de imprescriptibilidad para las tierras poseídas por las comunidades,<br />

sólo hasta 1933 éstas fueron declaradas inembargables y en<br />

1979, en el paso del gobierno militar a la democracia, fueron declaradas<br />

inalienables. En 1974 se formuló la ley de reconocimiento de comunidades<br />

nativas para acceder a títulos. Sin embargo, durante el gobierno de<br />

Fujimori se creó el proyecto especial de titulación de tierras y, con la<br />

nueva constitución, se eliminaron los atributos de inembargabilidad e<br />

inalienabilidad de esas tierras. <strong>La</strong> ley de tierras de 1995 abrió la posibilidad<br />

de arrendar, vender o parcelarlas. Hoy, aquellas tierras que no<br />

estuvieren en producción agrícola corren el riesgo de ser objeto de<br />

expropiación.


Antropológica 114<br />

141<br />

Según Carol Burga, a esta inseguridad jurídica se le suma la superposición<br />

de proyectos de explotación petrolera. En la región de<br />

Pastaza, por ejemplo, los indígenas se ven enfrentados a la presencia de<br />

8 a 10 petroleras en sus territorios. A ello se le agregan las empresas<br />

mineras, los colonos con prácticas ilegales de tala de árboles y la minería,<br />

y los intereses estatales por mantener áreas de conservación. <strong>La</strong>s<br />

empresas petroleras y mineras han irrespetado sistemáticamente los<br />

territorios indígenas y vienen desmovilizando la acción colectiva, a través<br />

de la desinformación y el soborno a varias comunidades, con el ánimo de<br />

debilitar la organización y la resistencia. Por su parte, el Estado se mantiene<br />

en su postura de abrir oportunidades para los proyectos desarrollistas,<br />

situación que se comenta, haciendo alusión al cuento de Alan<br />

García titulado “El perro y el hortelano”, “donde las comunidades son el<br />

perro que teniendo comida no come ni deja comer”, esto, en la visión del<br />

gobierno.<br />

Ante la amenaza creciente tanto del Estado como del capital trasnacional,<br />

los indígenas se vienen organizando para proteger la posesión<br />

colectiva de sus tierras, resistiendo a la imposición de los regímenes jurídicos<br />

que buscan promover la propiedad individual sobre la colectiva.<br />

Como afirma Ermeto Tuesta, (indígena amazónico e investigador del<br />

Instituto del Bien Común - IBC, Perú) “nos vimos obligados a hacer mapas<br />

cuando fuimos invadidos por las empresas petroleras, mineras, madereras<br />

y también las obras de carreteras del gobierno, y los colonos que vienen con<br />

éstas”. Este conflicto llevado al terreno cartográfico se produce en un<br />

contexto en el cual no se cuenta con información catastral actualizada<br />

que pueda apoyar las luchas indígenas. Esta carencia fue incluso objeto<br />

de una protesta en el presente año que acabó con la toma de una estación<br />

de bombeo. Así mismo “los mapas oficiales no muestran la territorialidad<br />

indígena completa, y los indígenas son invisibilizados parcialmente”, lo que<br />

ha llevado a que la producción de información geográfica propia se torne<br />

una herramienta central en estos conflictos.<br />

En Nicaragua, a su vez (intervención del líder indígena Edwin Taylor,<br />

de Nicaragua y el IEAP-URACCAN-Universidad Autónoma de las Regiones<br />

Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense), los sujetos de los derechos<br />

territoriales se encuentran concentrados en la Costa Atlántica en la<br />

Región Autónoma del Atlántico Norte-RAAN, con sede en la ciudad de<br />

Bilwi y en la Región Autónoma del Atlántico Sur-RAAS con sede en la<br />

ciudad de Bluefields. A pesar de que la Ley 28 creó en 1987 el Estatuto<br />

de la Autonomía de las Regiones de la Costa Atlántica de Nicaragua y que<br />

las autoridades locales son elegidas autónomamente desde 1990, la costa<br />

caribe continúa sometida a un elevado aislamiento respecto al resto del<br />

país, el cual se manifiesta en la falta de inversiones <strong>social</strong>es y productivas,<br />

en la ausencia de infraestructura de transporte y en la desarti-


142 Cartografía Social …<br />

culación de la estructura productiva regional; además de una limitada<br />

cobertura de servicios básicos, la presencia institucional que se registra<br />

es todavía débil 4.<br />

Estas regiones están habitadas por algunos mestizos y principalmente<br />

por comunidades étnicas con características multilingües:<br />

miskitus, creoles, sumu-mayangnas, ramas y garífunas que poseen un<br />

fuerte sentido de pertenencia a las tierras comunales que habitan en los<br />

litorales y zonas interiores, áreas de gran interés ambiental 5. A pesar del<br />

status jurídico de autonomía, el camino para la demarcación de los territorios<br />

tuvo que esperar más de una década con la promulgación de la<br />

Ley 445 en el año 2003, cuando los sandinistas ya habían perdido el<br />

gobierno y el país había entrado de lleno en la disciplina neoliberal. El<br />

proceso sólo comenzó a tomar forma en 2006, cuando Daniel Ortega de<br />

nuevo asumió el poder.<br />

Véase como esta ley esencializa lo étnico al definir como objeto de titulación<br />

las tierras ancestrales -“espacio geográfico que cubre la totalidad<br />

del hábitat de un grupo de comunidades indígenas o étnicas que conforman<br />

una unidad territorial donde se desarrollan, de acuerdo a sus costumbres<br />

y tradiciones”.<br />

Para las comunidades indígenas que habitan estas regiones, la<br />

promulgación de la Ley 445 creó muchas expectativas. En un comienzo,<br />

su implementacion demoró por falta de voluntad política y apoyo financiero.<br />

Hoy, a pesar de la espera, ya han sido entregados en esas dos<br />

regiones cerca de 30.000 km 2, que representan el 80% de los territorios y<br />

aún están pendientes aspectos para el saneamiento jurídico. Sin embargo,<br />

para Edwin Taylor los impactos de esas medidas han estado lejos de<br />

cambiar estructuralmente los problemas de la población nicaragüense de<br />

esta región. Si bien por un lado, las tierras no pueden ser vendidas por<br />

las disposiciones legales que las protegen, éstas pueden ser arrendadas<br />

por períodos que pueden ser hasta de 99 años. Esta medida contemplada<br />

por la ley abre paso para la implementación de emprendimientos<br />

4 <strong>La</strong> proclamación de la Ley 28 es percibida todavía como una aspiración; hay todavía exclusión<br />

y discriminación de mujeres, jóvenes y niños por razones de lengua, etnia y sexo,<br />

incluso a nivel interétnico. Segun Edwin Taylor, la situación de las Regiones Autónomas es<br />

de extrema pobreza. El índice de desarrollo humano es el más bajo del país con un 0.5 %,<br />

el desempleo en un 90%, y se registra más del 50% de analfabetismo con menos del 1% de<br />

las escuelas del país. <strong>La</strong> RAAN, por ejemplo, no tiene un solo kilómetro de carretera pavimentada.<br />

Sólo el 20% de la población tiene acceso a un servicio deficiente de agua potable.<br />

5 En la Región Autónoma Norte, por ejemplo, se encuentran los importantes yacimientos<br />

mineros: oro, cobre y hierro. <strong>La</strong> RAAN también es una zona de importancia ecológica, donde<br />

está la Reserva BOSAWAS, la reserva de Cola Blanca, la Reserva del Cerro Banacruz; los<br />

bosques de pino de la Sabana de los Miskitu, zonas húmedas y extensas áreas de manglar<br />

del delta del río Pinzapolka, así como los arrecifes de coral de Cayo Miskitu. Es en esta<br />

región donde se encuentran las 60 islas que forman los Cayos Miskitus, las reservas<br />

marítimas más importantes de Nicaragua.


Antropológica 114<br />

143<br />

económicos foráneos sin afectar la propiedad legal de las tierras y son<br />

varios los casos registrados en que las comunidades no reciben el canon<br />

de los arrendamientos.<br />

Mientras se va delineando una política indígena para el Caribe, no se<br />

resuelve la problemática de la población mestiza que ha crecido en esas<br />

regiones en los últimos años. En su mayoría se trata de migrantes de los<br />

departamentos del interior del país, que empujados por las condiciones de<br />

miseria, violencia y presión de los grandes ganaderos en sus lugares de<br />

origen, han venido ocupando las tierras comunales. Este proceso conocido<br />

como la expansión de la frontera agrícola, incluye fuertes conflictos<br />

entre indígenas y mestizos; y resalta las dificultades del mestizo para<br />

organizarse alrededor de un eje a partir del cual pueda hacer sus reclamos<br />

por la tierra en forma conjunta. Una parte de la población mestiza,<br />

que demanda títulos de propiedad privada en el Caribe Norte, alega que<br />

las tierras que ocupan fueron compradas a representantes de comunidades<br />

indígenas y traspasadas con escrituras públicas, mientras que<br />

otras tierras han sido ocupadas sin ninguna negociación.<br />

Ya en Colombia, puede decirse que el mapa actual representa parte<br />

de la diversidad étnica y cultural del país, la cual así se expresa en su<br />

distribución espacial: 34 millones de hectáreas para indígenas, 4,7 millones<br />

de hectáreas para comunidades negras, 12 millones de hectáreas<br />

protegidas bajo la figura de parques nacionales vs 47 millones de hectáreas<br />

bajo el control de los latifundistas.<br />

Patricia Vargas y Adith Bonilla coinciden en que los territorios negros<br />

consolidados hoy, parten de una lucha organizada local que contó con el<br />

apoyo de intelectuales comprometidos y sectores de la iglesia en un momento<br />

decisivo de cambios legislativos condensados en la Constitución de<br />

1991. Con la inclusión del artículo transitorio 55 6 y la final promulgación<br />

de la ley 70 de 1993, fue cuando se comenzó la demarcación de los territorios<br />

de comunidades negras 7. Según Bonilla, las conquistas logradas<br />

6 Antes de la promulgación de la ley 70 de 1993 sólo las comunidades indígenas tenían derechos<br />

colectivos sobre el territorio. Según Adith Bonilla, la ley 70 en su capítulo 3 y el su<br />

decreto reglamentario 1745 de 1995, procedió a establecer el procedimiento del Estado para<br />

el reconocimiento ancestral del territorio. <strong>La</strong>s áreas geográficas susceptibles de reconocimiento<br />

para las comunidades negras comprendieron todo el departamento del Chocó, y<br />

parte de los departamentos de Cauca, Valle del Cauca, Risaralda y Antioquia.<br />

7 <strong>La</strong>s comunidades negras representan el 85% de las comunidades ubicadas en el departamento<br />

del Chocó. El área del departamento es de 46.530 km 2 , donde los territorios colectivos<br />

corresponden en un 21% a resguardos indígenas, y las tierras de las comunidades<br />

negras están representadas en 58 títulos colectivos hasta ahora entregados, cubriendo un<br />

área de 3.166.920 ha, correspondiendo al 75% del territorio. 158.000 ha corresponden a<br />

las áreas de tres parques naturales: Utría, Tatamá y Katíos, las cuales representan una<br />

afectación del territorio por ser declarados como reserva forestal, desde la ley segunda de<br />

1959.


144 Cartografía Social …<br />

con la ley 70 les permitieron pasar de ser una organización campesina a<br />

ser un Consejo Comunitario de carácter étnico afrocolombiano. <strong>La</strong> ley<br />

surgió para respaldar las demandas por titulación de las comunidades<br />

negras y como mecanismo para que éstas se defendieran de las presiones<br />

ejercidas por empresas extractivas para la explotación de diversos<br />

recursos naturales.<br />

Si bien, para concretar lo que se proponía la Ley 70 fue necesario el<br />

apoyo financiero del Banco Mundial, a partir del Programa de Manejo de<br />

Recursos Naturales (PMRN) a lo largo de la Costa Pacífica de Colombia –<br />

región conocida por sus grandes reservas de biodiversidad y habitada<br />

predominantemente por afrodescendientes-, para Vargas ese capítulo no<br />

puede ser interpretado apenas como un ajuste de las comunidades a las<br />

políticas del Banco Mundial. Por el contrario, la lectura debería reposar<br />

sobre cómo las comunidades consiguieron instrumentalizar a su favor<br />

aquella coyuntura institucional, estableciendo importantes alianzas con<br />

el sector ambientalista.<br />

El reconocimiento de esa territorialidad fue un gran avance en un<br />

marco más amplio de conquistas de derechos políticos y culturales; y<br />

pese a no incorporar un cambio estructural, la Ley 70 se convirtió en una<br />

referencia que marca el futuro de la gente negra del Pacífico y que les<br />

otorga una presencia institucional con repercusiones en las dinámicas<br />

<strong>social</strong>es y políticas de orden nacional.<br />

En cuanto a las comunidades indígenas, la titulación para resguardos<br />

en Colombia comenzó durante la colonia, pero fue en la década del 70<br />

cuando tuvo un impulso decisivo con la acción de las organizaciones<br />

indígenas que instrumentalizaron a su favor la antigua constitución de<br />

1886. En esos años setenta, el movimiento indígena comenzó a luchar por<br />

la recuperación de tierras en manos de los terratenientes. En los años<br />

ochenta, se dio inicio a una relación más directa con el Estado para exigir<br />

los derechos de titulación de las tierras recuperadas, pero fue en el<br />

contexto de la constitución de 1991, donde se reconocieron los derechos<br />

étnicos, y la figura de resguardo indígena fue respaldada por el carácter<br />

de inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad del territorio.<br />

<strong>La</strong> demarcación y la titulación de las tierras se tornaron centro del<br />

conflicto. De acuerdo con Vidal, con la llegada del instrumento del mapa,<br />

con su decisión “salomónica”, llega también el conflicto, que se constituye<br />

en un problema producido por el racionalismo occidental obsesionado<br />

con evidenciar y corregir los traslapes de usos. Y dado que la tenencia de<br />

la tierra se había sustentado, tradicionalmente, en mecanis-mos como la<br />

oralidad y la memoria, fue necesario que los indígenas iniciaran un<br />

proceso de saneamiento jurídico.<br />

Con el acceso a los gobiernos locales, a los planes de desarrollo y a la<br />

“planeación participativa” durante los años noventa, las comunidades


Antropológica 114<br />

145<br />

indígenas se apropiaron de las técnicas de mapeo e incorporaron las<br />

nuevas tecnologías, en un proceso permanente de discusión sobre sus<br />

implicaciones políticas y culturales. Hoy por hoy, el status de resguardos,<br />

así como la integración al Estado a través de alcaldías indígenas, les ha<br />

permitido posicionarse políticamente, posibilitándoles “problematizar el<br />

Estado desde adentro”; lo cual se ha concretado en la oposición a grandes<br />

proyectos, como la construcción de acueductos, cuando no les son<br />

favorables, o reivindicando autonomía para el ordenamiento de su territorio<br />

ante las instituciones gubernamentales de escala regional.<br />

<strong>La</strong> Constitución colombiana de 1991 intentó acercarse a las realidades<br />

<strong>social</strong>es, políticas y culturales que rebasan la idea de “Nación<br />

mestiza” y reconoció cierta coexistencia con la diversidad cultural. Sin<br />

embargo, esto no garantiza que todas las diversidades culturales tengan<br />

un status jurídico que les permita afirmar derechos políticos, culturales y<br />

territoriales y espacios de negociación directa con el Estado (intervención<br />

de P. Vargas). Ejemplo de esta situación son los campesinos andinos de<br />

Iguaque en Boyacá. Estos descendientes de españoles e indígenas<br />

muiscas viven en las inmediaciones del Santuario de Flora y Fauna de<br />

Iguaque, el cual fue creado en tierras que les pertenecieron y a las que<br />

hoy en día tienen que pagar como cualquier turista para entrar, muy al<br />

contrario de lo que ocurriría con comunidades negras e indígenas en<br />

circunstancias parecidas. Esto porque, a partir del reconocimiento de los<br />

derechos diferenciados para negros e indígenas y en el caso de que sean<br />

habitantes o vecinos de áreas de protección ambiental, el Estado está<br />

obligado a conciliar con ellos sus políticas ambientales.<br />

Mientras que hoy en Colombia son reconocidos derechos para grupos<br />

indígenas y negros, sólo de la región Pacífica, los campesinos pasan por<br />

una situación de negación. Protagonistas de las luchas agrarias de los<br />

años 70, se encuentran hoy fragmentados y fragilizados sin una organización<br />

que los acoja. Ellos no se piensan con derechos especiales y apelan<br />

a las garantías del Estado como ciudadanos comunes. No obstante, viven<br />

en zonas que sin ser marginales y hasta próximas a centros urbanos, no<br />

cuentan con la debida atención del Estado. Víctimas también de varias<br />

violencias y ausencias institucionales, sus expectativas se ven frustradas<br />

y sus derechos como ciudadanos son permanentemente atropellados.<br />

Cabe entonces preguntarse por los mecanismos que le restarían a los<br />

campesinos para garantizar sus derechos. En este sentido, Stella<br />

Rodríguez (coautora de este texto) cuestionó si serían posibles los<br />

derechos territoriales sin la consolidación de identidades colectivas, o si<br />

es la etnización el camino, lo cual lleva a preguntarse si el campesino<br />

como categoría ha perdido su connotación política y colectiva, así como<br />

las otras categorías que en el caso de Colombia, surgen detrás del despojo<br />

de tierras, tal y como es el caso de los desplazados. Este punto es de


146 Cartografía Social …<br />

interesante contraste con la actual coyuntura brasileña, donde según<br />

Wagner de Almeida, las auto-denominaciones asumidas por los sujetos de<br />

los movimientos <strong>social</strong>es se distancian de categorías institucionales como<br />

pequeños productores o campesinos, que serían en su criterio construcciones<br />

intelectuales del Estado y no del grupo <strong>social</strong>.<br />

Al respecto, Charles Hale (investigador del Instituto de Estudios<br />

<strong>La</strong>tinoamericanos Teresa Lozano Long, Universidad de Texas en Austins,<br />

Estados Unidos) problematizó el papel de los actores trasnacionales en<br />

estos procesos de reconocimiento de alteridades. En el caso del Banco<br />

Mundial, sus formas de intervención se han transformado desde ignorar<br />

el factor étnico en sus políticas hasta, hoy, promoverlo y financiarlo. De<br />

hecho, la inclinación del Banco Mundial hacia las virtudes de las culturas<br />

indígenas tiene que ver con el talón de Aquiles que las demandas étnicas<br />

presentaban en su combate desigual contra el neoliberalismo periférico:<br />

su susceptibilidad de ser esencializadas, desvinculadas de los componentes<br />

puramente clasistas y, una vez segregadas de éstos, impulsadas y<br />

catapultadas –a través de la asunción de algunos aspectos de la<br />

ciudadanía étnica– como herramienta funcional y maleable en el desarrollo<br />

del propio neoliberalismo en un escenario en el que éste se<br />

considera de facto inevitable.<br />

En el contexto de los cambios legislativos observados en la región, es<br />

contrastante la experiencia chilena, en la cual no se producen condiciones<br />

jurídicas y políticas favorables para la definición de sujetos<br />

reclamando derechos territoriales. Los mapuches representan hoy el 10%<br />

de la población chilena. A pesar de la gran resistencia que opusieron<br />

primero a los españoles, y después a los chilenos y argentinos, fueron<br />

finalmente incorporados como minoría a esas dos últimas naciones. De<br />

acuerdo con I. Hirt, el Estado chileno no reconoce territorios ancestrales,<br />

y los casos de recuperación posibles se refieren apenas a las tierras que<br />

recibieron títulos de merced después del proceso de conquista del siglo<br />

XIX. Este período se caracteriza por las políticas “liquidacionistas”, en el<br />

que se produjo la ocupación de la Araucanía y el sometimiento de los<br />

indígenas mapuches a “reducciones”. El proceso de radicación, reducción<br />

y entrega de Títulos de Merced entre 1881-1931 significó que los<br />

mapuches perdieran la mayor parte de sus tierras, casi el 94%, quedando<br />

reducidas a cerca de 500 mil hectáreas, las cuales, además, fueron<br />

loteados durante el periodo dictatorial de Pinochet.<br />

Además de la falta de condiciones políticas y jurídicas favorables, a<br />

nivel nacional, para la recuperación de tierras, no existen en Chile<br />

recursos financieros de agencias internacionales de desarrollo para el<br />

apoyo de las demandas y titularización de tierras indígenas, como en<br />

Bolivia, por ejemplo. Considerado como país desarrollado, Chile recibe<br />

muy poco apoyo de la cooperación internacional en este tema. Además,<br />

las tierras indígenas son en su mayoría pequeñas parcelas (de un


Antropológica 114<br />

147<br />

promedio de 6 ha.) y ya no quedan grandes extensiones comunales con<br />

bosques nativos. Por lo tanto, no son objeto de un mayor interés para las<br />

organizaciones trasnacionales ambientalistas en el tema de la biodiversidad,<br />

como lo es la región amazónica, por ejemplo. <strong>La</strong> preocupación de<br />

estas organizaciones en relación con el tema mapuche en Chile tiene que<br />

ver más bien con la implementación de mega-proyectos de desarrollo<br />

(como centrales hidroeléctricas) en territorios indígenas.<br />

Frente a demandas por tierras, el Estado suele responder otorgando<br />

predios que no están próximos a las tierras tradicionalmente ocupadas<br />

por los demandantes, muchas veces se reciben títulos de propiedad en<br />

lugares distantes que también están siendo reclamados por otras<br />

comunidades. Al ser la única oportunidad de tener más tierras, pues no<br />

se vislumbra en el país ninguna reconducción hacia una reforma agraria,<br />

no siempre hay una negociación con esos otros demandantes, generándose<br />

conflictos internos. <strong>La</strong> reciente elaboración de mapas, aunque en<br />

pequeña escala podría convertirse en una eventual estrategia para la<br />

recuperación de territorios compatible con la utilización de medios legales,<br />

sin apelar a hechos de fuerza como la toma de tierras.<br />

Además de Chile, Bolivia también aparece como experiencia contrastante,<br />

ya que allí, país reconocido por su mayoría indígena y con una<br />

política más favorable para los grupos étnicos, el conflicto persiste bajo<br />

otras formas, ya no tanto en la definición de los sujetos de los derechos<br />

colectivos, sino en la problematización de las condiciones en que se puede<br />

dar un acceso equitativo de tierras en regímenes comunitarios. Vemos<br />

aquí la continuidad del conflicto a pesar del reconocimiento identitario.<br />

En ese sentido, el caso presentado por Esteban Sanjines (indígena andino<br />

investigador de la ONG <strong>Fundación</strong> Tierra, Bolivia), expuso el surgimiento<br />

de conflictos internos por la apropiación individual en territorios colectivos<br />

ya reconocidos por el Estado.<br />

<strong>La</strong> situación del altiplano boliviano se viene caracterizando por un<br />

proceso en donde se reivindica hacia adentro el uso y la demarcación<br />

familiar de las tierras, y en algunos casos títulos de propiedad individual.<br />

A partir del proceso de reforma agraria vigente desde 1953, en el altiplano<br />

boliviano se produjo una transformación en la estructura de tenencia de<br />

la tierra que permitió el reconocimiento de tierras y títulos de propiedad<br />

a las comunidades indígenas, las cuales consiguieron tener, en muchos<br />

casos, personerías jurídicas y actuar como entidades territoriales.<br />

Según E. Sanjines, la deficiente administración de la reforma agraria<br />

ha venido produciendo una fuerte presión por la subdivisión de la tierra<br />

en minifundios, provocando la emergencia de conflictos por la demarcación<br />

de áreas de uso familiar dentro de áreas de uso común y la<br />

titulación de éstas a los poseedores actuales. El centro del problema es<br />

explicado por la falta de seguridad jurídica sobre la tenencia de la tierra,<br />

la cual obstaculiza la inversión y negociación, paradójicamente, implica la


148 Cartografía Social …<br />

pérdida de reconocimiento <strong>social</strong> y en consecuencia la imposibilidad de<br />

ejercer cargos dentro de la comunidad.<br />

En respuesta, la comunidad ha asumido la tarea de delimitar los<br />

derechos familiares, realizando según Sanjines, “el saneamiento interno<br />

como una forma legítima de reconocer el derecho de propiedad en un<br />

entorno de usos y costumbres”, con la mediación de las autoridades y<br />

leyes indígenas. Una vez reconocidos éstos, la conciliación aparece para<br />

resolver problemas entre herederos. El dilema se plantea entre la excesiva<br />

subdivisión de la tierra y la garantía de acceso a ésta en condiciones de<br />

equidad: “¿Vamos a generar más pobreza a partir de la entrega de tierras<br />

a todos de manera equitativa?, o ¿vamos a generar procesos de conciliación<br />

familiar que concedan derecho de propiedad a una sola persona?”<br />

Este conflicto estaría siendo tratado a través de procesos de conciliación<br />

y acuerdos internos, cuya solución se inclina a “tener que expulsar para<br />

que esta pequeña propiedad sea sostenible en el tiempo”.<br />

Según Sanjines, tras este tipo de atribuciones tomadas por la<br />

comunidad se produce “una apropiación de lo estatal”, que en la<br />

concepción plurinacional del Estado boliviano es vista por las comunidades<br />

como la posibilidad de participación en el proceso de definición de<br />

derechos. Este tipo de acciones se inscribirían en una acción política que<br />

busca mayor incidencia en el ordenamiento territorial del país, actuando<br />

de forma ascendente en las escalas municipales, regionales y nacionales,<br />

en lo que denominan una “re-territorialización en base a lo indígena”.<br />

Como lo ilustran las diversas experiencias cartográficas, la<br />

construcción de los sujetos políticos es dinámica y diversa, y se articula<br />

tanto a los cambios económicos y políticos más amplios, como a los<br />

conflictos territoriales más particulares. Así mismo se hace evidente que<br />

estos sujetos se desenvuelven en situaciones marcadas por desiguales<br />

condiciones de poder. En este sentido, cabe preguntarse, si es posible el<br />

diálogo entre saberes y prácticas cartografías de actores hegemónicos y<br />

subalternizados, o si se trataría, en contraste, de la continuación del conflicto<br />

por medio de los mapas. Como se verá en las próximas secciones,<br />

estos temas fueron abordados a través de la problematización del proceso<br />

de producción cartográfica, del control de la información producida, y de<br />

las implicaciones que su utilización pudiera traer para propósitos de<br />

empoderamiento y autonomía.<br />

Cartografías y saberes: ¿diálogos posibles?<br />

<strong>La</strong>s anteriores colocaciones fueron dando pie para la enunciación de<br />

un paralelismo entre distintos tipos de saberes; y distintos tipos de<br />

cartografía, opuestas no necesariamente en la técnica, como en su contenido.<br />

Pese a los presupuestos básicos sobre los usos de la cartografía


Antropológica 114<br />

149<br />

<strong>social</strong>, la forma que el proceso cartográfico toma no es independiente del<br />

contexto en el que se desarrolla. Rosa Acevedo (venezolana e investigadora<br />

del NAEA, Universidad Federal de Pará, Brasil) del Projeto Nova<br />

<strong>Cartografi</strong>a Social, concuerda con Vargas en que, debido a la diversidad<br />

de situaciones contextuales, el método no puede encuadrarse a priori, y<br />

que es en el quehacer de cartografías hacia fuera y hacia adentro cuando<br />

los grupos <strong>social</strong>es descubren los pasos y estrategias más adecuados para<br />

avanzar.<br />

De acuerdo con los contextos de cada práctica y los propósitos y usos<br />

que los sujetos colectivos asignan a la cartografía, podría dimensionarse<br />

el alcance de ésta, por su capacidad para desestabilizar el campo de<br />

fuerzas en el cual estos sujetos se encuentran subalternizados. Frente a<br />

la pregunta ¿Para qué sirve el mapa? Henri Acselrad (organizador del<br />

evento, profesor del IPPUR, Universidad Federal de Rio de Janeiro e<br />

investigador del Cnpq, Brasil), respondía, en consonancia con Vidal, que<br />

el mapa ha de entenderse ante todo como un “mapa problema”, es decir,<br />

bajo la perspectiva de que éste permita problematizar las relaciones de<br />

dominación presentes en cada situación <strong>social</strong>.<br />

Para dialogar con el Estado y las empresas capitalistas, habría que<br />

hacerlo todavía en el lenguaje de éstos. Por eso el mapa “duro”, hegemónico,<br />

con convenciones estandarizadas y la clásica orientación norte-sur<br />

no puede ser desestimado. El mapa bien puede comenzarse en los términos<br />

de la cartografía propia, pero tendrá que ser llevado a los términos de<br />

la cartografía moderna. Una “buena cartografía” ofrece legitimidad a las<br />

demandas de las comunidades frente al Estado, que buscan ganar mayor<br />

poder político para el reconocimiento territorial y étnico.<br />

El mapa convencional también es accionado frente a las empresas. En<br />

el estado de Maranhão en Brasil, tal como lo señalaba David Pereira<br />

Júnior (investigador del Movimiento Interestadual de las Quebradeiras de<br />

Coco Babaçu-MICQB, de la Asociación en Áreas de Asentamiento en el<br />

Estado de Maranhão ASSEMA y del Proyecto Nueva <strong>Cartografi</strong>a Social,<br />

Brasil) las comunidades locales vienen entablando una “guerra de mapas”<br />

con empresas explotadoras de carbón. Mientras que en los mapas de las<br />

empresas los conflictos con las comunidades productoras locales desaparecen,<br />

los mapas comunitarios se fundamentan en la localización de los<br />

mismos y en el seguimiento a los desplazamientos de las empresas por el<br />

territorio. En el caso peruano, ha servido para negociar con las petroleras,<br />

demarcando los sitios de importancia para los indígenas que estarían prohibidos<br />

para la explotación petrolera. De esta forma, la información cartográfica<br />

de precisión se ha incorporado también como una práctica de<br />

monitoreo y denuncia ambiental sobre el accionar de las empresas. <strong>La</strong><br />

tecnología GPS les ha permitido a las comunidades ubicar con coordenadas<br />

derrames de petróleo y proceder a su denuncia.


150 Cartografía Social …<br />

No obstante, si el objetivo es interno como para la educación propia,<br />

la recuperación de la historia del territorio y el fortalecimiento organizativo,<br />

el mapa puede tener otras formas, dimensiones y contenidos y ser<br />

elaborado con otros materiales, en el piso con hojas, palos, semillas y<br />

hasta con el propio cuerpo o en el propio mapa mental. Pues el mapa<br />

provoca la memoria del grupo, y como manera de ver y de situarse en el<br />

mundo, es una herramienta para reflexionar sobre los cambios suscitados<br />

por la modernización, las migraciones, la creación de zonas de<br />

protección ambiental y la llegada de los agro-negocios. El mapa puede<br />

servir para analizar los despojos de tierras sufridos y también para<br />

planear su reconquista. Por esta razón agregó Vargas, la metodología se<br />

ha generalizado y ha sido desarrollada por todo tipo de agencias e<br />

intereses. Hoy es común su utilización en diagnósticos, planeación participativa,<br />

formulación de proyectos, evaluación, monitoreo y educación<br />

propia.<br />

Sin embargo, la aplicación de la cartografía <strong>social</strong> trae consigo una<br />

interacción entre formas de conocimiento y de representación universalizantes<br />

y localizadas, técnico-científicas y tradicionales, toda una negociación<br />

epistemológica que se establece en el marco de relaciones de<br />

poder particulares para cada contexto. Pensar y hacer cartografía <strong>social</strong>,<br />

implica entonces, entablar dicha relación, sea consciente o inconscientemente.<br />

Para Acevedo, en la elaboración del mapa, el reconocimiento del saber<br />

tradicional no siempre permanece evidente, es a partir de un diálogo de<br />

saberes que el conocimiento local puede expresarse. De este modo, la<br />

interacción entre sujetos con conocimiento técnico y sujetos con conocimiento<br />

tradicional debe ser objeto de reflexión por parte de los investigadores<br />

del proceso cartográfico y de su método; y así evitar imponer<br />

desde afuera una cierta interpretación o mirada de las cosas. No puede<br />

pretenderse, por ejemplo, que tecnologías modernas no sean utilizadas en<br />

la Amazonía, junto a las prácticas locales de mapeo. Por esto, agrega<br />

Acevedo, el reto de la cartografía <strong>social</strong> debe ser el de alcanzar un diálogo<br />

entre técnicas que no se excluyan mutuamente.<br />

En el mismo sentido, para Johana Herrera, (investigadora del<br />

Observatorio de Territorios Étnicos, Universidad Javeriana, Colombia) la<br />

“cartografía participativa”, en una perspectiva crítica, implica pensar<br />

junto con las comunidades y sus autoridades étnicas las posibilidades<br />

que se tienen o no de construir estrategias de autonomía territorial a<br />

través del proceso cartográfico. Por esa razón su uso trasciende el interés<br />

por la titulación, e iría en la búsqueda del mantenimiento de un sentido<br />

crítico y una práctica vigilante.<br />

Sin embargo, como se verá, este diálogo de saberes no es definido o<br />

entendido por todos de la misma forma. <strong>La</strong> interacción de este conoci-


Antropológica 114<br />

151<br />

miento tradicional y local con la cartografía cartesiana trae consigo una<br />

serie de implicaciones para la cartografía <strong>social</strong> desde la perspectiva de<br />

los grupos étnicos. Como lo señala Vidal, hay “medios que se constituyen<br />

en problemas nuevos para lo local, como la cartografía y los mapas”. Para<br />

los Nasa ha sido muy importante la búsqueda de instrumentos de<br />

representación en sus luchas por el reconocimiento del territorio y la utilización<br />

de los mapas los ha llevado al manejo de los sistemas de<br />

información geográfica (SIG). Así las prácticas cartográficas se insertan en<br />

su historial de conflictos por el territorio, lo cual implicó una dependencia<br />

externa en términos de información cartográfica en un comienzo hasta<br />

llegar al uso autónomo de las más modernas tecnologías.<br />

<strong>La</strong> apropiación y adaptación de conocimiento técnico es parte de sus<br />

estrategias de lucha, pero también ha representado riesgos. Según Vidal:<br />

“en nuestro proceso, el uso de las herramientas de representación espacial<br />

se ha modificando a través del tiempo. <strong>La</strong> inserción en los espacios<br />

institucionales nos ha llevado a usar instrumentos más convencionales y<br />

más técnicos, dejando de lado, métodos propios, menos dependientes, más<br />

creativos y más coherentes con nuestra cultura”. En otras palabras, esas<br />

formas de representación han contribuido en muchas de sus conquistas,<br />

pero tienen consecuencias culturales comprometedoras asociadas al<br />

desplazamiento de sus propias formas de conocimiento, donde no siempre<br />

se tiene conciencia de la diferencia que se crea entre la representación y<br />

aquello que estaría siendo representado.<br />

En la perspectiva de constituirse efectivamente en formas de<br />

desestabilización de la dominación, interesantes cuestionamientos fueron<br />

puestos para señalar las ambivalencias que la cartografía <strong>social</strong> conlleva.<br />

Para Vidal, es necesario que las comunidades se pregunten como estrategia<br />

contra-hegemónica “si estamos decodificando la cultura a partir del<br />

discurso hegemónico o si estamos problematizando ese discurso<br />

hegemónico”. Y alerta cómo el código GPS-mapa-título puede estar reemplazando<br />

el código propio de conocimiento-territorio-territorialidad. Esta<br />

situación se refleja incluso en los llamados mapeos participativos, donde<br />

es común que las comunidades elaboren o expongan mapas orales o<br />

simbólicos no métricos, y sin embargo, al momento de presentar los resultados<br />

finales de los procesos de conocimiento territorial y a pesar de los<br />

propósitos participativos y democráticos de la cartografía <strong>social</strong>, estos<br />

ejercicios de la comunidad son discriminados. A diferencia del mundo<br />

indígena, la academia y las instituciones gubernamentales suelen abordar<br />

el conocimiento territorial desde el mapa y no desde el territorio. El<br />

mapa geo-referenciado resulta siendo el portador de validez porque responde<br />

a un sistema de referencia espacial políticamente legitimado, frente<br />

al cual los mapas orales o simbólicos no métricos se acaban tornando una<br />

referencia subalterna. Esto evidencia la clara situación de dominación de<br />

una territorialidad sobre la otra.


152 Cartografía Social …<br />

Frente a la excesiva preocupación con la tecnología y la precisión,<br />

Rodríguez señaló cómo las representaciones locales del territorio y las<br />

sutilizas del espacio contenidas en el saber tradicional pueden ser<br />

invisibilizadas. Para Herrera, igualmente, la confianza en la cartografía<br />

para la consecución de los títulos de propiedad de la tierra, puede<br />

conllevar a la pérdida de aquello que constituye la riqueza de la cartografía<br />

<strong>social</strong>, como consecuencia de las exigencias técnicas de los<br />

procesos de demarcación territorial.<br />

Bonilla rebatió que el Chocó si se configuraría como una experiencia<br />

que ha dado cuenta de la interacción entre el saber propio y el saber<br />

técnico en procesos de cartografía <strong>social</strong>. Para ella, ésta última “ha<br />

permitido que las comunidades sepan cómo el Estado los está mirando y<br />

éste entienda cómo las comunidades ven su territorio; ha permitido<br />

homologar una lectura, base de una conversación de igual a igual”. Así<br />

mismo, ha servido para que la comunidad “hable de manera más<br />

coherente y sepa lo que está negociando”.<br />

En esa región del Pacífico colombiano, las comunidades negras incorporaron<br />

las técnicas cartográficas convencionales en sus unidades de<br />

organización territorial -los Consejos Comunitarios- para la elaboración<br />

de cartografía propia con fines de demarcación de áreas familiares y<br />

colectivas. En el ejercicio vienen siendo definidas e inventariadas áreas<br />

para el caserío, para puestos de salud y escuelas, para fincas y bosques<br />

de uso común, a partir de la utilización de sofisticadas técnicas de georeferenciación.<br />

A cambio de los mecanismos consuetudinarios de negociación<br />

comunitaria para demarcaciones familiares y espacios de uso<br />

común, se viene implementando sofisticadas estaciones totales para la<br />

instalación de GPS sub-métricos para la transferencia de coordenadas y<br />

toma de puntos de referencia con importantes niveles de precisión, en<br />

una región caracterizada por su mega-biodiversidad y fuertemente<br />

golpeada por el conflicto armado. También en el caso de Perú, Tuesta y<br />

Burga, coincidían en que las técnicas cartográficas han contribuido al<br />

fortalecimiento de las comunidades en su capacidad de gestión del<br />

territorio, como una herramienta de diagnóstico y planificación implementada<br />

a partir de criterios indígenas.<br />

Un caso concreto en el que la cartografía <strong>social</strong> puede no operar como<br />

contra-hegemónica, se encuentra en las interacciones que se producen<br />

entre ésta y la cartografía de las instituciones del Estado, para la<br />

formulación de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) que deben<br />

ser adoptados por los municipios en Colombia. Según Bonilla, en dicho<br />

proceso se realizó una confrontación de las construcciones de mapas<br />

técnicos y las cartografías <strong>social</strong>es realizadas por las comunidades<br />

negras, identificando sistemas productivos, zonificación ambiental, marcando<br />

zonas riesgo de erosión, límites entre comunidades étnicas y


Antropológica 114<br />

153<br />

conflictos interétnicos con colonos o con resguardos indígenas. Y aunque<br />

en esa integración entre mapas surgieron problemas, Bonilla agregó que<br />

éstos fueron abordados a partir de un “diálogo de saberes” donde contradictoriamente<br />

predominaron los requerimientos técnicos exigidos por los<br />

POT.<br />

En muchos mapas oficiales del Pacífico es frecuente la ausencia de<br />

ríos -de total relevancia geográfica y <strong>social</strong> en la región-, debido a dificultades<br />

climáticas para la toma de datos. A partir de estos procesos, el<br />

saber local viene siendo decisivo a la hora de geo-referenciar cada río, es<br />

decir, que el diálogo de saberes ha sido muy útil para la corrección de los<br />

errores de la cartografía oficial, mientras que los técnicos de las instituciones<br />

apenas han aprendido a leer las cartografías comunitarias. Y aunque<br />

en casos parecidos la compatibilización de las nominaciones siempre<br />

conlleva impases, hubo, nos dice Bonilla, una mediación de los topónimos<br />

que conllevaron a una homologación de ambos tipos de cartografía sin<br />

que sus “esencias” se perdieran. Se entiende aquí la preocupación manifiesta<br />

por Vidal, pues en tanto las herramientas básicas del mapeo<br />

continúan siendo cartesianas, éstas se adaptan parcialmente a formas<br />

indígenas radicalmente diferentes en la manera de imaginarse la relación<br />

entre el territorio y sus significados <strong>social</strong>es.<br />

En la reflexión sobre los saberes técnicos en los procesos de cartografía<br />

<strong>social</strong>, Burga relata que, en el mapeo participativo con las<br />

comunidades indígenas de la zona del Pastaza, norte de Perú, el equipo<br />

técnico de la Ong Shinai Serjai trabajó a partir de la definición de un<br />

conjunto de compromisos y responsabilidades con la comunidad, donde<br />

el procesamiento técnico de la información y los pasos que habrían de<br />

realizarse para los mapeos fueron concertados. El diálogo sería, en ese<br />

caso, direccionado a la revisión, aprobación y toma de decisiones conjuntas<br />

sobre el uso de la información cartográfica producida.<br />

Acevedo insistió en que en el acompañamiento de agentes externos a<br />

procesos de cartografía <strong>social</strong>, el diálogo de saberes se concretaría al<br />

facilitar el empoderamiento del sujeto que está hablando, que aporta sus<br />

narrativas, las cuales no deberían ser apenas tomadas como un dato<br />

preliminar, sino como una potencialidad en la que los grupos se colocan<br />

desde su identidad, sus conflictos y conocimiento de sus recursos. Esto -<br />

agrega-, “nos coloca desde una perspectiva amplia; y las ciencias <strong>social</strong>es<br />

se colocan en un punto de interlocución con sujetos que producen<br />

conocimiento; el investigador va a conocer a otro en el proceso de<br />

producción de conocimiento”.


154 Cartografía Social …<br />

Autonomía y control de la información cartográfica<br />

De cualquier forma, parece que, a pesar de los cuidadosos pasos<br />

metodológicos para confrontar estas contradicciones y de las consideraciones<br />

para subsanarlas, éstas son inherentes a los procesos de<br />

mapeamento y el diálogo entre saberes no erradica necesariamente las<br />

tensiones.<br />

En este sentido, las experiencias van mostrando en qué medida los<br />

diferentes momentos y los productos de la práctica cartográfica son<br />

entendidos como elementos relevantes y estratégicos en las disputas de<br />

poder. Esto implica la construcción implícita o explícita de una política,<br />

en la que la información cartográfica es diferencialmente controlada y<br />

utilizada estratégicamente en relación a los intereses de los sujetos<br />

mapeadores.<br />

Es aquí donde la autonomía puede entrar a jugar un papel decisivo,<br />

no tanto para evidenciar diferencias epistemológicas no occidentales, sino<br />

para decidir el propósito y uso de las informaciones contenidas en el<br />

mapa. <strong>La</strong> restricción de la información cartográfica hace parte de las<br />

estrategias de empoderamiento y autonomía. Para Hirt esa tensión apareció,<br />

por ejemplo, cuando concluidos los trabajos con los mapuches, ellos<br />

exploraron las posibilidades de publicar un libro con la experiencia. A<br />

pesar de los logros obtenidos con el ejercicio cartográfico, hubo asuntos<br />

que el grupo no estaba interesado en divulgar.<br />

El caso de los Jodï en Venezuela es, a su vez, un ejemplo de esa<br />

autonomía, al ser ellos quienes dispusieron la información que los mapas<br />

deberían contener: límites, historias de los asentamientos, áreas de<br />

cultivo y recursos naturales, excluyendo información referente al espacio<br />

sagrado. Así, lo que se publica y lo que la comunidad guarda para su uso<br />

interno, es una negociación entre saberes que pasa por el manejo de la<br />

información producida en contextos de autonomía, la cual no está<br />

presente en muchas de las experiencias dentro de los llamados “mapeos<br />

participativos”. <strong>La</strong> cartografía por sí misma no empodera necesariamente<br />

a los pueblos indígenas y tradicionales y, dependiendo del contexto,<br />

puede marginar aún más sus voces, siendo muchas veces impuesta para<br />

extraer información y controlar recursos y personas, como sería el caso,<br />

según algunos relatos, de ciertas ONGs ambientalistas que procesan<br />

informaciones para repasarlas al propio Estado.<br />

Dicha discusión toma relevancia en la medida que estas técnicas son<br />

puestas al servicio de objetivos que no son los de los grupos que las<br />

utilizan. Como afirmaba John Jairo Rincón (estudiante de maestría en<br />

geografía, Universidad Federal de Rio de Janeiro), en muchos casos las<br />

metodologías de cartografía <strong>social</strong> son promovidas por agencias transnacionales<br />

o por empresas, a través de sus estrategias de responsabilidad


Antropológica 114<br />

155<br />

<strong>social</strong>, obteniendo de esta forma valiosa y detallada información del<br />

territorio que es elaborada por sus habitantes. José Domínguez<br />

(estudiante de doctorado del IPPUR, Universidad Federal de Rio de<br />

Janeiro, Brasil) reforzó esta idea al advertir que si no se tiene claridad<br />

sobre lo que pasa con los datos, estos mapeos podrían tornarse en un<br />

boomerang para las comunidades, cuyo principal riesgo seria la<br />

manipulación y organización de éstas para otros fines. De esta manera se<br />

estaría entrando en un proceso de adopción de formas de racionalización<br />

del territorio, útiles a intereses y modelos ajenos a las comunidades.<br />

En algunos casos brasileños se ha observado la instrumentalización<br />

de los mapeos participativos por el capital y su legitimación por la retórica<br />

ambientalista. En áreas indígenas de Rondônia, por ejemplo, la cartografía<br />

participativa pasó en 15 años a ser retomada como base para desarrollar<br />

y legitimar el negocio de la captura de carbono, a través de<br />

prácticas de financiamiento de mapeos. <strong>La</strong> tensión se produce porque los<br />

planes de manejo, producto de tales ejercicios, se enfocan más en la<br />

conservación que en las dinámicas <strong>social</strong>es internas en esas áreas. También<br />

en el Perú, en la cuenca del río Cenepa, las empresas mineras y<br />

petroleras han venido utilizando la información cartográfica producida<br />

por las comunidades. El dilema sobre el control efectivo de la información<br />

producida se acentúa con la respuesta de E. Tuesta, quien piensa que si<br />

no son las comunidades las que producen los mapas otros pueden<br />

hacerlo y hacerlo mal. Por esto la estrategia de algunas comunidades<br />

indígenas del Perú incluye la distribución pública de la información<br />

cartográfica producida.<br />

En este caso la legitimidad conferida a la información cartográfica y la<br />

divulgación de ésta entre los diferentes actores, se constituyen en elementos<br />

importantes para la acción política de las comunidades. Según<br />

Tuesta, la información cartográfica propia ha contribuido para sustentar<br />

diversas demandas hacia el Estado, como por ejemplo, la solicitud de<br />

construcción de escuelas y centros de salud, la petición de aumento de<br />

salarios para profesores que se encuentran laborando en zonas de<br />

frontera y la solicitud de ampliación de territorios, demostrando cómo<br />

actividades tradicionales requieren de áreas mayores para su realización,<br />

entre ellas la pesca. A largo plazo, la información compartida con otros<br />

actores nacionales e internacionales también serviría para la búsqueda de<br />

aliados en la lucha por la titulación colectiva de tierras.<br />

Frente al dilema del manejo y control de la información, la propuesta<br />

de M. Vidal es contraria: las comunidades indígenas, bajo su propia cosmovisión,<br />

ya venían realizando prácticas cartográficas asociadas a la<br />

oralidad, en las que los mapas tenían que ser memorizados para evitar ser<br />

descubiertos por los terratenientes en el proceso de retoma de tierras en<br />

los años 1970. El ejercicio de control de la información cartográfica fue


156 Cartografía Social …<br />

cambiando, junto con las estrategias de disputa, en la medida en que lo<br />

hizo el nuevo contexto institucional de reconocimiento de derechos y el<br />

avance tecnológico. Este control sobre la información cartográfica se<br />

sigue considerando relevante como forma de ganar poder. Según Vidal,<br />

los indígenas adoptan como principio no mapear o referenciar más allá de<br />

lo que los mismos agentes externos también puedan mapear y georeferenciar<br />

por sus propios medios. Pues el dominio de la técnica no<br />

exime a los ejecutantes de una mirada crítica; y la exactitud no se equivale<br />

a decirlo todo en el mapa. En ese sentido, la información referente a<br />

recursos minerales, vegetales e hídricos debe ser dispensada o al menos<br />

minimizada. Al colocar los elementos de resistencia propios, en el mismo<br />

código hegemónico, “les hacemos el camino más fácil”. Ante esto, Vidal<br />

afirma la necesidad de una política de autonomía para “problematizar el<br />

mapa del territorio desde lo nuestro, desde lo propio, y así problematizar<br />

esos códigos de dominación”. Ante la necesidad de cambiar el código<br />

frente a la globalización del capitalismo, “requerimos más que mapas de<br />

representación, mapas problema”.<br />

En este control y uso de la información se va llevando a cabo un<br />

ejercicio de autonomía en el que, según Ch. Hale, la respuesta del para<br />

qué del mapa, adquiere otra dimensión, pasando del establecimiento de<br />

un lenguaje común para la relación puntual con el Estado, a una estrategia<br />

mayor de autonomía, que funcionaría con la lógica de que “cuanto<br />

menos se pone en el mapa, más ganamos en autonomía” y en este sentido<br />

es que llega a ser subversivo.<br />

A modo de conclusión<br />

<strong>La</strong>s dinámicas internas de los grupos <strong>social</strong>es que se han envuelto en<br />

los ejercicios cartográficos aquí discutidos apuntan hacia una variedad de<br />

usos que, además de la demarcación territorial, van desde el fortalecimiento<br />

organizativo, la reconstrucción histórica del territorio y el planeamiento<br />

y gestión del territorio y sus recursos. Sin embargo, conflictos<br />

internos como los de género y generacionales apenas fueron mencionados<br />

y sin lugar a dudas deben ser un camino a seguir explorando. Para M.<br />

Vidal la mayor participación que las mujeres han venido teniendo para<br />

tomar decisiones en los procesos colectivos de los Nasas no es ajena a<br />

conflictos y resistencias masculinas. En la experiencia boliviana los<br />

conflictos generacionales entre jóvenes y ancianos están ligados a la propiedad<br />

de la tierra y a los deseos de consumo que caracterizan el carácter<br />

moderno y urbano de nuevos estilos de vida.<br />

En Chile, I. Hirt explicitó que la participación en el proceso de mapeo<br />

fue sobre todo de hombres mayores, mientras que la mayoría de los<br />

jóvenes no mostraron mayor interés y se auto-segregaron, aludiendo que


Antropológica 114<br />

157<br />

se trataba “de cosas de los abuelitos”. <strong>La</strong>s mujeres estaban siempre<br />

presentes, pero, por lo general, no tenían el liderazgo en el proceso de<br />

mapeamiento (salvo en la comunidad de Quemchue), dado que, en<br />

general, tienen poca figuración en la vida pública y política mapuche.<br />

En cuanto a las relaciones hacía fuera, a pesar del contexto político y<br />

económico predominante, las experiencias muestran un panorama que,<br />

lejos de ser homogéneo para América <strong>La</strong>tina, está marcado por los<br />

contrastes de las diferencias locales. Los ejercicios de cartografía <strong>social</strong> se<br />

articulan con los procesos de reproducción <strong>social</strong> en cada uno de los<br />

contextos, evidenciando disputas por la apropiación y significación del<br />

territorio. <strong>La</strong>s experiencias cartográficas presentadas visibilizan dichos<br />

conflictos, los contextos, sujetos y estrategias que están en juego. En este<br />

sentido, hay que señalar que las cartografías <strong>social</strong>es reflejan los procesos<br />

conflictivos, toda vez que las formas de producción de la cartografía están<br />

inmersas en los medios de producción <strong>social</strong> del territorio y, por ende,<br />

uno de los fines de la cartografía <strong>social</strong> debería ser el de enunciar y<br />

explicitar los agentes productores y las formas de producir los mapas.<br />

En los ejercicios cartográficos es posible advertir tanto las disputas<br />

territoriales que, hacia el exterior, se desdoblan con el Estado, con comunidades<br />

vecinas y con promotores de proyectos desarrollistas en el contexto<br />

de liberalización económica. Los conflictos que se producen son de<br />

varios órdenes y dependen de las variaciones regionales y del tipo de<br />

emprendimiento económico. Es así como, especialmente en las experiencias<br />

brasileñas, agro-negocios de todo tipo, empresas extractivitas e<br />

instalaciones de obras de mega-infraestructura, entre otros, vienen contornando<br />

el carácter y especificidad de los diversos movimientos <strong>social</strong>es<br />

y las técnicas que éstos emplean para confrontar las estructuras de<br />

producción que amenazan su territorialidad.<br />

En ese sentido, la experiencia peruana también se enfocó en las<br />

luchas que indígenas del Amazonas han emprendido para la defensa de<br />

su territorio de empresas petroleras y exploradoras de maderas y minerales<br />

y en los diferentes usos que vienen siendo explorados para gestionar<br />

el territorio en los términos dictados por las tendencias desarrollistas.<br />

<strong>La</strong> experiencia de mapeo con los Jodï y Eñe'pa muestra una anticipación<br />

de las comunidades indígenas que prevén el “futuro economicista”<br />

que desde el Estado se viene diseñando para la Guayana venezolana y<br />

deciden llevar a cabo el proceso de demarcación territorial escogiendo los<br />

investigadores que les colaborarían. En este proceso, E. Zent remarcó la<br />

importancia de la representación del territorio, aunque la inquietud “¿Qué<br />

viene después del título?”, en ese caso, no tiene lugar todavía porque a<br />

cuatro años de terminado el proceso de demarcación no existía ninguna<br />

respuesta por parte de las instituciones responsables. Y sin embargo, el


158 Cartografía Social …<br />

título puede eventualmente resultar en una camisa de fuerza para los<br />

indígenas en territorios de inmensa riqueza biológica y mineral no<br />

exploradas todavía.<br />

El caso mapuche sobresale especialmente por la ausencia de una<br />

política pública que ofrezca respaldo jurídico a las demandas territoriales<br />

que, sin ningún tipo de acompañamiento internacional que interceda por<br />

ellas, reposan sin resolución. <strong>La</strong> experiencia boliviana es paradigmática y<br />

polémica exponiéndonos cómo las necesidades materiales en el altiplano<br />

continúan sin ser resueltas; y que aún después del reconocimiento étnico<br />

e incluso del título, los conflictos permanecen tanto por las dinámicas<br />

internas como por las presiones externas. Sin inmunidad frente al mercado,<br />

las comunidades se han visto conducidas hacia la búsqueda de<br />

mecanismos para la demarcación individual. Este caso nos pone de frente<br />

a la inquietud de Ch. Hale ¿Cuál es el balance idóneo entre la defensa de<br />

las depredaciones del mercado y la flexibilidad para las negociaciones<br />

inevitables con él?<br />

En otro sentido, el caso nicaragüense explicó las debilidades del<br />

proceso de titulación para los grupos étnicos del Caribe. A la fecha, los<br />

títulos entregados, que corresponden al 80% de las metas de titulación en<br />

las regiones autónomas, no han traído para las comunidades las anheladas<br />

mejoras materiales, y la pobreza extrema continúa para muchos de<br />

sus pobladores. Por otro lado, falta camino para que las autoridades<br />

étnicas sean reconocidas como tal por los mandatarios municipales, lo<br />

cual coloca en evidencia los conflictos de poder y representación política.<br />

Ya la complejidad del caso colombiano se expresó en las distintas<br />

situaciones, cada una resaltando diferentes aspectos del desarrollo de las<br />

cartografías <strong>social</strong>es. En primer lugar, Colombia (Costa Pacífica) comparte<br />

con Nicaragua (Regiones Autónomas de la Costa Caribe) los frutos de una<br />

política regionalizada para la definición de los sujetos de derechos territoriales,<br />

la cual significó un inédito reconocimiento a territorialidades<br />

ancestrales amenazadas por las economías de enclave, la explotación de<br />

recursos naturales y el desarrollo del narcotráfico. En otro sentido, los<br />

recientes cambios legislativos llevados a cabo en Colombia y Nicaragua<br />

colocaron en evidencia la ausencia de políticas para dar cuenta de las<br />

demandas de campesinos y mestizos que no se reconocen como sujetos<br />

étnicos o de derechos colectivos y dejó la inquietud sobre el camino a<br />

seguir para esos sujetos, antiguos protagonistas de luchas agrarias.<br />

El caso del Pacífico concretamente enunció que los títulos para<br />

comunidades negras más que una obsesión, es una urgente necesidad<br />

para detener la invisibilidad de los afrodescendientes y la destrucción de<br />

recursos, territorios y personas. Si bien no hubo cambios estructurales en<br />

la estructura agraria del país y las retaliaciones por parte de actores


Antropológica 114<br />

<strong>159</strong><br />

armados y proyectos agro-económicos sobre este espacio no terminaron<br />

de crecer, hubo sí un equilibrio de fuerzas y el reconocimiento sobre una<br />

presencia donde ya no es posible dar marcha atrás.<br />

Finalmente, la revisión de los paradigmas epistemológicos sobre tiempo,<br />

espacio y representación propuesta por Vidal coloca el desafío de la<br />

dilución de los saberes locales en pro de la técnica, el mapa y el mismo<br />

título. <strong>La</strong>s reflexiones sobre las diferentes concepciones espaciales y las<br />

necesidades de demarcar y titular territorios nos confronta con la retórica<br />

del diálogo de saberes, que en función de las negociaciones con el Estado<br />

debe plegarse al código oficial de éste. Este punto debería dejar de ser una<br />

preocupación en la medida en que el aprendizaje y dominio de un segundo<br />

lenguaje no implica el barrido de las concepciones espaciales que<br />

hacen parte de otros sistemas cosmológicos. De este modo el desafío de la<br />

autonomía pasa por dejar de reflexionar sobre qué lenguaje usar, sino qué<br />

palabras y cuáles contenidos poner en los mapas.<br />

Llevada al terreno cartográfico, la disputa territorial evidencia la lucha<br />

por la legitimidad en la definición de los conflictos, en su representación<br />

y en los usos que se le asignan a los mapas como productos asociados a<br />

las tramas territoriales particulares en las cuales se desarrolla el proceso<br />

cartográfico, lo que incluye los sentidos que le son atribuidos por parte de<br />

los sujetos colectivos que mapean.<br />

<strong>La</strong> evaluación de los impactos de estos procesos difícilmente puede<br />

ser categórica en la medida en que son, en su mayoría, procesos en<br />

desarrollo. Hubo resultados en el campo de la movilización político-<strong>social</strong><br />

que resultó en la incorporación de los derechos territoriales, lo cual se<br />

acopla tangencialmente a la lucha por la tierra. ¿Pero en qué medida esos<br />

derechos han conseguido frenar el proceso de concentración de tierra?. <strong>La</strong><br />

pregunta sobre qué viene después del título, urge en la medida en que<br />

ciertos asentamientos y territorios reproducen, sea por voluntad o por<br />

presión, los proyectos económicos del agro-negocio de caña de azúcar,<br />

soja y palma africana. Con razón se pregunta (intervención de Wendell<br />

Ficher, estudiante de doctorado del IPPUR, Universidad Federal de Rio de<br />

Janeiro, Brasil) hasta qué punto la consagración de esos derechos consigue<br />

ser la expresión de un nuevo modelo socio-territorial.<br />

Edwin Muñoz Gaviria 1 y Luz Stella Rodríguez Cáceres 2<br />

1 Doctorando en Planeación Urbano Regional del IPPUR, Universidad Federal de<br />

Rio de Janeiro y Becario de Capes–IEL Regional - Brasil. emugaia@hotmail.com<br />

2 Doctoranda en Geografía de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.<br />

lunsella@gmail.com

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