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como observador desinteresado, un hedonista castrado (Adorno 16) en lugar de como “una plenitud de singularísimas y poderosas vivencias, apetencias, sorpresas, embriagueces en el terreno de lo bello”. Pero el proyecto de Nietzsche, como subraya Deleuze, no dirige su crítica sólo contra Kant sino sobre todo contra una descendencia kantiana agotada en compromisos, prisionera de los síntomas, incapaz de observar las fuerzas de la voluntad, la vivencia, que les dan a éstos valor y sentido, y fundada en principios reactivos o nihilistas: “¿En qué se ha convertido la crítica después de Kant, desde Hegel a Feuerbach, pasando por la famosa crítica crítica? En un arte por el que el espíritu, la conciencia de sí mismo, el propio crítico se apropian de las cosas y de las ideas” (Deleuze 125) 34 . Continuando con la célebre monografía que Deleuze dedica a Nietzsche, la idea nietzscheana del arte es trágica y se basa en un principio fundante: el arte no es una operación desinteresada. El sentido crítico de ese principio se asienta, como siempre ocurre en el efervescente y afirmativo vitalismo nietzscheano, sobre su denuncia de cualquier concepción reactiva del arte: el arte como purgación médica en Aristóteles; el arte desinteresado y desde el espectador de Kant; el arte como calmante sexual en Schopenhauer; el arte como contemplación reflexiva en Hegel; el arte como sublimación de lo reprimido; el arte como reflejo del sustrato económico o como elíptica matriz ideológica; el arte como tensión entre poderes enfrentados, etc. Contra esas posiciones reactivas de entender el arte, se impone y se sigue 34
imponiendo la pregunta y la respuesta implícita de Nietzsche: “¿Quién mira lo bello de una manera desinteresada? El arte se juzga siempre desde el punto de vista del espectador, y de un espectador cada vez menos artista. Nietzsche reclama una estética de la creación, la estética de Pigmalión” (144). Porque, según Nietzsche, “aún no se ha entendido lo que significa la vida de un artista: la actividad de dicha vida sirviendo de estímulo a la afirmación contenida en la propia obra de arte” (145). El arte, podemos concluir, ha de salir del horizonte neutral de la esteticidad y entrar en la voluntad pigmaliana de poder o en la singular y arriesgada vivencia. Planteemos una pregunta impertinente. Si cabe ver en Nietzsche al padre del postestructuralismo y del giro lingüístico, el primer crítico de la crítica que hace de la filosofía el arte de la interpretación, ¿por qué ha sido la estética hegeliana y no la vivencia nietzscheana la que ha dominado y domina nuestra forma de acercarnos al arte y de leer la literatura en el ámbito académico? Al final no tenemos ni a uno ni a otro: nihilismo sin vivencia o trascendentalismo sin espíritu supremo. 16) En el universo platónico o premoderno, el arte ejercía un influjo tan inquietante que en ocasiones debía prohibirse por el bien de la estabilidad de la República o del Reino de Dios en la tierra. El arte comparecía como una experiencia sagrada compartida y, en consecuencia, el hombre del medioevo 35
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imponiendo la pregunta y la respuesta implícita de Nietzsche: “¿Quién mira lo<br />
bello de una manera desinteresada? El arte se juzga siempre desde el punto de<br />
vista del espectador, y de un espectador cada vez menos artista. Nietzsche reclama<br />
una estética de la creación, la estética de Pigmalión” (144). Porque, según<br />
Nietzsche, “aún no se ha entendido lo que significa la vida de un artista: la<br />
actividad de dicha vida sirviendo de estímulo a la afirmación contenida en la<br />
propia obra de arte” (145). El arte, podemos concluir, ha de salir del horizonte<br />
neutral de la esteticidad y entrar en la voluntad pigmaliana de poder o en la<br />
singular y arriesgada vivencia.<br />
Planteemos una pregunta impertinente. Si cabe ver en Nietzsche al padre<br />
del postestructuralismo y del giro lingüístico, el primer crítico de la crítica que<br />
hace de la filosofía el arte de la interpretación, ¿por qué ha sido la estética<br />
hegeliana y no la vivencia nietzscheana la que ha dominado y domina nuestra<br />
forma de acercarnos al arte y de leer la literatura en el ámbito académico? Al final<br />
no tenemos ni a uno ni a otro: nihilismo sin vivencia o trascendentalismo sin<br />
espíritu supremo.<br />
16) En el universo platónico o premoderno, el arte ejercía un influjo tan<br />
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