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C) Interés o inter esse 14) En el debate académico no se puede hoy afirmar sin riesgo que una obra literaria es buena o mala, desechable o maestra. Aunque calificativos de este tipo se prodigan en el ámbito privado de modo inevitable, han sido sustituidos por otro que debe su emergente fortuna a la fortuna de carecer de contrario. Decimos pues que una novela es interesante. Y cuando no es interesante, por eso mismo lo es. ¿No implica esta lectura del interés o interesada un cambio notable en nuestros modos de lectura? Donde antes ubicábamos el reclinatorio para leer a los próceres de la patria, no colocamos ahora—puesto que existe un interés—el confortable sillón verde que Julio Cortázar reprochara a los lectores pasivos. Tampoco la silla eléctrica que el narrador argentino pareciera recomendar al lector activo atravesado por el rayo. De tan activo e interesado el tipo de lector que propicia cierta academia—en otros ámbitos conviven y se yuxtaponen los demás tipos supraescritos—, es un lector no dispuesto a dudar sobre los presupuestos que le deciden a calificar una obra de interesante. Pero lo interesante de una obra de arte—el dibujo de un personaje femenino, la complicación de un mapa racial, la subversión de un constructo nacional—, ¿no debería resultar afectado por los demás propósitos que la obra encierra o libera o por el desideratum formal que a la postre la define, potencia sus intereses particulares o los desbarata: los excede? Lo contrario de: los resuelve. Lo contrario de: los supera. 32
Nuestros intereses, ¿no narran una novela que jamás leeremos? ¿El acto de leer no fue siempre, no sigue siendo, una acción que lejos de colmar nuestros intereses percutía contra ellos? ¿No es lo interesante lo que excede a nuestro interés? ¿Nos equivocamos si este modo de leer no presupone un lector, pagado de sí mismo, que se siente más interesante que la obra en cuestión? ¿La hora revolucionaria del lector que preconizara Roland Barthes—si bien él quiso invocar un lector-autor—no estaba en alguna medida ya entre nosotros desde la modernidad? ¿Cuál es la historia reciente de la lectura? ¿La historia de la lectura interesada no transcurre en paralelo, si no es su conclusión, a la moderna historia del desinterés por el arte? La siguiente cita de Giorgio Agamben pone el dedo en la llaga porque, desde nuestro punto de vista, esa llaga existe en los modos en que la academia enseña a leer en la actualidad: “Sólo porque el arte ha salido de la esfera del interés para convertirse simplemente en interesante, encuentra entre nosotros una acogida tan buena” (14). 15) En La genealogía de la moral Nietzsche arremetió contra la preferencia que Kant otorga al conocimiento y a la contemplación desinteresada—¡incluso ante estatuas desnudas!, bromea—en lo concerniente a la experiencia artística. Como todos los filósofos, afirma Nietzsche a martillazos, Kant reflexionó sobre el arte siempre desde la perspectiva del espectador, entendido además el espectador 33
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14) En el debate académico no se puede hoy afirmar sin riesgo que una obra<br />
literaria es buena o mala, desechable o maestra. Aunque calificativos de este tipo<br />
se prodigan en el ámbito privado de modo inevitable, han sido sustituidos por otro<br />
que debe su emergente fortuna a la fortuna de carecer de contrario. Decimos pues<br />
que una novela es interesante. Y cuando no es interesante, por eso mismo lo es.<br />
¿No implica esta lectura del interés o interesada un cambio notable en nuestros<br />
modos de lectura?<br />
Donde antes ubicábamos el reclinatorio para leer a los próceres de la<br />
patria, no colocamos ahora—puesto que existe un interés—el confortable sillón<br />
verde que Julio Cortázar reprochara a los lectores pasivos. Tampoco la silla<br />
eléctrica que el narrador argentino pareciera recomendar al lector activo<br />
atravesado por el rayo. De tan activo e interesado el tipo de lector que propicia<br />
cierta academia—en otros ámbitos conviven y se yuxtaponen los demás tipos<br />
supraescritos—, es un lector no dispuesto a dudar sobre los presupuestos que le<br />
deciden a calificar una obra de interesante. Pero lo interesante de una obra de<br />
arte—el dibujo de un personaje femenino, la complicación de un mapa racial, la<br />
subversión de un constructo nacional—, ¿no debería resultar afectado por los<br />
demás propósitos que la obra encierra o libera o por el desideratum formal que a<br />
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