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anterior a la significación y de la que la significación, la maestría en el lenguaje y la excelencia del autor, es capaz de expresar la presencia o esconderla, como en el psicoanálisis o el marxismo, hasta que su detective o comisario la infiera o descifre. Para el postestructuralismo el psicoanálisis se fundaría sobre una noción metafísica del inconsciente “porque ese término no se define más que en relación con la conciencia, concebida a su vez en relación a la presencia” (Derridabase 13). A su vez el marxismo se anclaría en un concepto de “materia” entendida como presencia sustancial, reapropiada e idealista. Las preguntas que nos arroja el postestructuralismo, entre otras, son: ¿Qué es lo consciente?, ¿qué es la materia?, ¿qué es el valor de uso? (Baudrillard), ¿qué es el significado?. No obstante podría objetarse a los excesos del postestructuralismo, tal y como subrayaron los propios Deleuze o Derrida, que postular la inexistencia del mundo más allá del rejuego de los significantes—algo que sucedía en algunos cuentos paródicos de Borges—, convierte a los defensores de esta idea en trasnochados e irrelevantes (o insignificantes) glosadores neoidealistas de Locke y Hume, dobles de “Funes el Memorioso” o en imposibles habitantes de Tlon. Pasar de la autarquía del significado a la dictadura del significante nos devuelve a la misma metafísica por haber intentado salir de ella. Porque todo intento de sobrepasar la metafísica de la presencia recurriendo a la performatividad del significante—o afimar que historia de la filosofía pertenece al género de lo fantástico—no haría sino retirar el significante del objeto que 24
pretende superar—la metafísica—y otorgarle a éste una dimensión nuevamente metafísica: la metafísica de la ausencia. De otra manera; si toda la historia de la filosofía o del significado pertenece al género de la fantástico, ¿cómo es aún ese género? ¿Qué significa fantástico aquí? En el debate que nos interesa, el llamado giro lingüístico del postestructuralismo no vendría únicamente a decir que lo que está en juego es la especificidad del discurso literario sino, formidable tabula rasa, la especificidad de todos los discursos, sin aclarar sin embargo si lo discursivo emerge sólo del rejuego incesante de significantes que brillan y se agotan en el instante de su enunciación. Más crucial nos parece que algún giro lingüístico podría afirmar que, puesto que todo afuera de la metafísica incurre en lo mismo que denuncia, es desde dentro de la metafísica—como quería Heiddeger—que debemos asestarle a ésta prudentes pero sucesivos golpes hasta que cada vez muestre su incapacidad para responderlos y su capacidad para hacer legibles y preñadas de promesas tales claudicaciones. Heidegger anota en su artículo “Superación de la Metafísica”: No podemos deshacernos de la Metafísica como nos deshacemos de una opinión. De ninguna manera se la puede dejar atrás como una doctrina en la que ya no se cree y que ya nadie defiende (...). Si esto es así, entonces sería vano pretender que, porque presentimos el final de la Metafísica, estamos ya fuera de ella. Porque la Metafísica, incluso superada, no desaparece. Regresa transformada y continúa dominando como distinción entre el ser y el ente, distinción que sigue en vigor. (171) 30 El giro lingüístico no debiera conducirnos de la metafísica de la presencia 25
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filosofía o del significado pertenece al género de la fantástico, ¿cómo es aún ese<br />
género? ¿Qué significa fantástico aquí?<br />
En el debate que nos interesa, el llamado giro lingüístico del<br />
postestructuralismo no vendría únicamente a decir que lo que está en juego es la<br />
especificidad del discurso literario sino, formidable tabula rasa, la especificidad de<br />
todos los discursos, sin aclarar sin embargo si lo discursivo emerge sólo del<br />
rejuego incesante de significantes que brillan y se agotan en el instante de su<br />
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puesto que todo afuera de la metafísica incurre en lo mismo que denuncia, es<br />
desde dentro de la metafísica—como quería Heiddeger—que debemos asestarle a<br />
ésta prudentes pero sucesivos golpes hasta que cada vez muestre su incapacidad<br />
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claudicaciones. Heidegger anota en su artículo “Superación de la Metafísica”:<br />
No podemos deshacernos de la Metafísica como nos deshacemos<br />
de una opinión. De ninguna manera se la puede dejar atrás como<br />
una doctrina en la que ya no se cree y que ya nadie defiende (...).<br />
Si esto es así, entonces sería vano pretender que, porque<br />
presentimos el final de la Metafísica, estamos ya fuera de ella.<br />
Porque la Metafísica, incluso superada, no desaparece. Regresa<br />
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