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Virgilio Piñera y agrupados en torno a la revista Ciclón, de expresa pulsión antiorigenista), podríamos estar tentados de incluir a Lezama Lima en la lista de artistas desencantados primero y alienados después por el régimen castrista. Sin embargo, si escritores como Reynaldo Arenas alcanzan a aglutinar el espíritu de toda resistencia a cualquier forma de poder, comprobemos que el “caso Lezama Lima”, como siempre, no es tan sencillo ni evidente. 14) Marcadas por el honroso empeño de desacralizar la historia de Cuba previa al éxtasis revolucionario, recientes revisiones de las décadas de los cuarenta y cincuenta han señalado no sin razón que las escrituras—incluida la de Lezama— que intentaban conjurar la amenaza de la desintegración nacional y redimir el fantasma del retraso cultural cubano, no sólo prepararon el caldo de cultivo indirecto para una efervescencia “camp” (como hemos señalado hace muchas páginas), sino un horizonte de expectativas políticas “demasiados grandes” que los revolucionarios barbudos de Sierra Maestra lograron colmar. Aplicando la misma teleología que un Manfred Frank 33 empleara para los binomios Nietszche- Hitler e irracionalismo-nacional socialismo, ensayistas como Rafael Rojas o Duanel Díaz Infante han rastreado en el pasado cubano el trascendentalismo y el irracionalismo que facilitaran el “advenimiento” —y no sólo ya la toma violenta de poder—de Fidel Castro. En Mañach o la República y en Límites del origenismo Duanel Díaz señala el cariz dramático, la voluntad de alarma que se 192
deduce de los escritos del propio Mañach o de Cintio Vitier, “empeñados en contrarrestar la decadencia”, “transidos de nostalgia por el siglo XIX en parte idealizado, siempre anterior a la caída por la pendiente del choteo, la intrascendencia y el norteamericanismo” 34 . Es cierto que en 1991 Cintio Vintier define todavía así el atributo fundamental del período histórico en que se va a desarrollar la revista Orígenes (1944-1956): “la fe en la capacidad de la cultura para salvar la identidad nacional y la dignidad de la patria” (319). En Coloquio con Juan Ramón Jiménez (1938), un joven Lezama Lima escribe ya sobre la necesidad de edificar para Cuba una teleología insular o un mito de la insularidad que sacie las ambiciones de un país intimidado. En la editorial del número 21 de Orígenes de 1949 insiste en la misma dirección: Lo que fue para nosotros integración y espiral ascensional en el siglo XIX, se trueca en desintegración en el XX. ¿Por qué acaeció así? Las aspiraciones bolivarianas, las guerras del 68 y del 95, Martí, la propaganda autonomista, eran proyecciones que no han tenido par en el medio siglo subsiguiente. Y en verdad que eran necesarias, pues su ausencia motivó el desplome y la intimidación en el siglo XX. Prosigue Lezama Lima en el mismo texto: “Un país frustrado en lo esencial político, puede alcanzar virtudes y expresiones por otros cotos de mayor realeza”. ¿Cuáles eran esos cotos de mayor realeza?, debemos preguntarnos. Para Cintio Vitier no cabía duda: “La utopía (nunca llamada así) de la encarnación histórica de la poesía”, la construcción iniciada por José Martí, heredera y promotora de todos los irracionalismos del siglo XX, de un “Estado Poético”, de 193
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deduce de los escritos del propio Mañach o de Cintio Vitier, “empeñados en<br />
contrarrestar la decadencia”, “transidos de nostalgia por el siglo XIX en parte<br />
idealizado, siempre anterior a la caída por la pendiente del choteo, la<br />
intrascendencia y el norteamericanismo” 34 . Es cierto que en 1991 Cintio Vintier<br />
define todavía así el atributo fundamental del período histórico en que se va a<br />
desarrollar la revista Orígenes (1944-1956): “la fe en la capacidad de la cultura<br />
para salvar la identidad nacional y la dignidad de la patria” (319). En Coloquio<br />
con Juan Ramón Jiménez (1938), un joven Lezama Lima escribe ya sobre la<br />
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Lo que fue para nosotros integración y espiral ascensional en el<br />
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Prosigue Lezama Lima en el mismo texto: “Un país frustrado en lo<br />
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