Stony Brook University
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no puede evitar un mirada “camp” — “camp” inconsciente en este caso—, sobre<br />
la escena en cuestión, Lezama Lima nos vuelve a sorprender y a escurrírsenos<br />
entre las manos. De repente, tras varias páginas de pizarrón y Klee, escribe por fin<br />
un párrafo de un erotismo más reconocible que es, en sí mismo, otra declaración<br />
de intenciones. Veámos:<br />
Ynaca pasaba su rostro por todo el cuerpo de Cemí, sentía la sal de<br />
sus escamas sudorosas. Sentía cómo el sudor del diálogo amoroso<br />
nos convierte en peces. Ynaca restregaba su rostro en la humedad<br />
de la espalda de Cemí y saboreaba la sal como si chupara un<br />
pescado congelado. (343)<br />
El párrafo rompe el tono y clausura el acto sexual. Asoma una lírica<br />
bellísima: “el sudor del diálogo amoroso nos convierte en peces”. El lector quizás<br />
piensa: ¿Por qué no haberlo escrito todo así? La respuesta viene dada por la<br />
humorada final, otro giro de tuerca, un “camp” consciente que se burla de toda<br />
gravedad y de toda “lírica bellísima”: “como si chupara un pescado congelado”.<br />
No se trata de un estilo, como dijimos, sino una forma de formas o una astucia de<br />
los estilos. Lezama Lima es ese pez que se nos escapa entre los dedos:<br />
Ah, que tú escapes en el instante<br />
en que ya habías alcanzado tu definición mejor. (Poesía completa 29)<br />
Pero ni la escena ni la sorpresa han concluido. Acto seguido Ynaca Eco se<br />
levanta y busca unas semillas (en referencia ahora, como es frecuente en Lezama<br />
Lima, a la religión afrocubana 25 ), que regala a Cemí para aliviar el mal del asma.<br />
Después, con la misma solemnidad, le viste “pieza a pieza” y repite sus conjuros.<br />
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