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El humor de Lezama Lima—sobre el que, insistimos, profundizaremos en el capítulo 3 desde la perspectiva del movimiento “camp”—, consigue el propósito de distanciar su obra del propio sistema que la sostiene, lo relativiza, a la vez que le da otra vuelta de tuerca consanguínea, sin embargo, al barroquismo del mismo: también el humor y la imposibilidad resultan sustancializados, redimidos. El humor de Lezama Lima actúa, entonces, según una dirección doble: la apoteosis de su obra, su mesianismo, el viaje a los infiernos, produce una irrisión como consecuencia de la inconmensurabilidad de la misma, porque no somos dioses, porque la tentativa está condenada al fracaso. Pero la irrisión produce asimismo una apoteosis porque aclara fugazmente la imposibilidad misma del sistema y la posibilidad, aun así, de sonreír ante su fracaso. Recurramos de nuevo a George Bataille para explicar este punto. Pensadores como Sigmun Freud o como Bergson intentaron sistematizar una teoría de la risa sin duda meritoria y de sutiles alcances, pero en 1953 George Bataille escribió un ensayo titulado “No-saber, risa y lágrimas” que logra conceder a la risa un heterodoxo valor trascendental más allá de su realidad fisiológica o psicológica. Para Bataille la risa se manifiesta como reacción ante lo desconocido, ante la sorpresa sofocante. Podemos hacer reír, sabemos cómo hacerlo, podemos definir con bastante precisión los diferentes temas de lo risible y su modus operandi, pero “¿podemos decir que conocemos de verdad lo 124

isible?”, se pregunta Bataille. Él mismo se contesta: la equivocación central de los que han querido hablar sobre la risa fue haber aislado lo risible. La risa o el humor que suscita la obra de Lezama Lima, podríamos decir después de Bataille, no comparece aislada, no está inserta en ninguno de los géneros cómicos al uso, no precisa de chistes, sino que la aparición del humor aparece directamente relacionada con la experiencia de lo sagrado, de lo desconocido, y con la experiencia de su fracaso, con la imposibilidad: el mito de Tántalo como gag cómico. No obstante, el ensayo al que nos estamos refiriendo va aún más lejos. Según Bataille—–opinión que suscribiría Borges—, la risa es “el dato primero y quizá incluso el dato último de la filosofía (119)”. En consecuencia, la risa será también el dato primero y último del sistema poético lezamiano o de todo sistema que tenga por objeto un reencantamiento del mundo en el que, en cuanto reencantado, los encantos del humor no pueden quedar excluidos, y en el que, en cuanto ese reencantamiento y sistema poético es imposible, sólo nos resta una risa que a su vez ilumina o encanta fugazmente. La experiencia de la risa al principio o al final de todo sistema, por tanto, no excluye al sistema mismo, tan sólo lo ahoga o lo distancia sin por ello empobrecerlo, más bien al contrario: “Podía retomar en mí, concluye Bataille, todos los movimientos de la experiencia religiosa, y confundirlos con la experiencia de la risa, sin que resintiera en nada esa experiencia religiosa como empobrecida (123)”. 125

isible?”, se pregunta Bataille. Él mismo se contesta: la equivocación central de<br />

los que han querido hablar sobre la risa fue haber aislado lo risible.<br />

La risa o el humor que suscita la obra de Lezama Lima, podríamos decir<br />

después de Bataille, no comparece aislada, no está inserta en ninguno de los<br />

géneros cómicos al uso, no precisa de chistes, sino que la aparición del humor<br />

aparece directamente relacionada con la experiencia de lo sagrado, de lo<br />

desconocido, y con la experiencia de su fracaso, con la imposibilidad: el mito de<br />

Tántalo como gag cómico. No obstante, el ensayo al que nos estamos refiriendo<br />

va aún más lejos. Según Bataille—–opinión que suscribiría Borges—, la risa es<br />

“el dato primero y quizá incluso el dato último de la filosofía (119)”. En<br />

consecuencia, la risa será también el dato primero y último del sistema poético<br />

lezamiano o de todo sistema que tenga por objeto un reencantamiento del mundo<br />

en el que, en cuanto reencantado, los encantos del humor no pueden quedar<br />

excluidos, y en el que, en cuanto ese reencantamiento y sistema poético es<br />

imposible, sólo nos resta una risa que a su vez ilumina o encanta fugazmente. La<br />

experiencia de la risa al principio o al final de todo sistema, por tanto, no excluye<br />

al sistema mismo, tan sólo lo ahoga o lo distancia sin por ello empobrecerlo, más<br />

bien al contrario: “Podía retomar en mí, concluye Bataille, todos los movimientos<br />

de la experiencia religiosa, y confundirlos con la experiencia de la risa, sin que<br />

resintiera en nada esa experiencia religiosa como empobrecida (123)”.<br />

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