Stony Brook University

Stony Brook University Stony Brook University

dspace.sunyconnect.suny.edu
from dspace.sunyconnect.suny.edu More from this publisher
10.06.2013 Views

si estuviera muerto, la muerte hecha dos porciones desiguales por el ruido de una lancha, pero ese ruido como en la muerte, aumenta el grosor de la noche” (265). Como sucede siempre en la obra de Lezama Lima la forma y el contenido se corresponden. La Imagen, el presente-lleno en el que vivos y muertos, pasados, presentes y futuros, conviven, es experimentada por aquellos personajes iluminados que han accedido a un grado superior de conciencia que potencia y sacraliza la vida al ponerla en conversación con la muerte, que “aumenta el grosor de la noche” en tiempos de indigencia trascendental. Personajes como Cemí, Ynaca, Fronesis y Licario no sólo viven en la Imagen de la novela sino que se saben Imagen, espectros en un tiempo-ahora –y no sólo arquetipos, como vimos en la anterior sección. Son conscientes de la forma sin configurar que les aloja. Viven sin presencia, fantasmalmente, como ángeles rilkeanos a medias entre la vida y la muerte. Experimentan la Resurrección por la Imagen, el mesianismo sin mesianismo (“la ausencia de respuesta”, leemos en Paradiso), la muerte antes de la vida y la vida después de la muerte. Saben que resucitan porque ya se han desprendido en vida, por así decir, de la metafísica de la presencia, de todo lo que muere porque tampoco vive, de lo que quiere vivir sin contacto con la muerte, de la muerte como metafísica de la ausencia. No pierden la calma; dan la impresión de comprender todo lo humano desde la distancia de la muerte y de saborearlo con la intensidad de una supravida; apenas dudan y si dudan—como Fronesis ante Champollion—es sólo para recobrar el impulso; habitan un mundo encantado, una 112

ealidad sobrenaturalizada, sagrada, en medio de los escombros de la modernidad; caminan por la Habana o por París en estado de trance y de gracia; la muerte no les aterra porque “la muerte es un éxtasis” (410) que la vida anticipa. Mahomed, el nuevo amigo de Fronesis, entra también dentro de la categoría de los personajes iluminados, de los que pueden contemplar y disfrutar la Imagen que les habita. Por eso, cuando mueren sus padres, dice algo que nos recuerda a lo que el propio Lezama Lima experimentó en su infancia tras la temprana muerte de su padre: “Sabía que mi madre, mi padre y mi yo éramos ya la nada, y que sólo las imágenes dejaban sus sombras al pasar de la finitud mortal a la infinitud de la muerte” (210). Y más adelante, a modo de resumen de todo lo antedicho, transcribimos una larga cita tras la que podremos concluir que sólo la presencia nos lleva a la muerte, sólo el sujeto transcendente—paradojalmente— muere, el individuo firme, la identidad configurable, identificable y no espectral 13 . El sujeto moderno morirá “con toda su lepra” (398); morirá quien decida afianzar únicamente su diferencia; sólo muere quien está solo: Cuando llegué a mi casa, ofrecía un aspecto desusado. Los familiares de mi madre lloraban. Mi padre me apretó el cuello con cariño, sus manos estaban muy frías. Me llevó con mucha lentitud a la cama, donde me señaló a mi madre sin vida. Digo sin vida, por no poder usar la palabra muerte. Ese mismo día fue cuando más se agudizó en mí esa sensación de transparencia que me causaban mi padre y mi madre, me pareció que la región que ella ahora ocupaba era la misma de siempre. Su ausencia en días posteriores sólo lograba oírla más, verla más a mi lado, sentir que sus cuidados para mí se hacían de una delicadeza que me la hacían más visible. 113

si estuviera muerto, la muerte hecha dos porciones desiguales por el ruido de una<br />

lancha, pero ese ruido como en la muerte, aumenta el grosor de la noche” (265).<br />

Como sucede siempre en la obra de Lezama Lima la forma y el contenido<br />

se corresponden. La Imagen, el presente-lleno en el que vivos y muertos, pasados,<br />

presentes y futuros, conviven, es experimentada por aquellos personajes<br />

iluminados que han accedido a un grado superior de conciencia que potencia y<br />

sacraliza la vida al ponerla en conversación con la muerte, que “aumenta el grosor<br />

de la noche” en tiempos de indigencia trascendental. Personajes como Cemí,<br />

Ynaca, Fronesis y Licario no sólo viven en la Imagen de la novela sino que se<br />

saben Imagen, espectros en un tiempo-ahora –y no sólo arquetipos, como vimos<br />

en la anterior sección. Son conscientes de la forma sin configurar que les aloja.<br />

Viven sin presencia, fantasmalmente, como ángeles rilkeanos a medias entre la<br />

vida y la muerte. Experimentan la Resurrección por la Imagen, el mesianismo sin<br />

mesianismo (“la ausencia de respuesta”, leemos en Paradiso), la muerte antes de<br />

la vida y la vida después de la muerte. Saben que resucitan porque ya se han<br />

desprendido en vida, por así decir, de la metafísica de la presencia, de todo lo que<br />

muere porque tampoco vive, de lo que quiere vivir sin contacto con la muerte, de<br />

la muerte como metafísica de la ausencia. No pierden la calma; dan la impresión<br />

de comprender todo lo humano desde la distancia de la muerte y de saborearlo<br />

con la intensidad de una supravida; apenas dudan y si dudan—como Fronesis ante<br />

Champollion—es sólo para recobrar el impulso; habitan un mundo encantado, una<br />

112

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!