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10.06.2013 Views

las nociones habituales de tiempo y espacio. Como todo y nada está perdido, el todo y la nada nos habitan fantasmalmente: cada presente dislocado rima, anticipa y recoge los presentes pasados y futuros porque “lo que nos sucede, les sucede a todos”. La Imagen lezamiana nos brinda una resistencia, un pararrayos, un imán, el espacio de todas las encrucijadas, que llevará la metáfora a todos los niveles donde pueda dislocarse la causalidad mecanicista: semántico, temporal, espacial, subjetivo. El Genitor por la Imagen quisiera construir sobre el vacío, puesto que la naturaleza se ha perdido, una realidad total e imposible, suplementaria, inconfigurable, veloz, una segunda naturaleza donde todo puede ser redimido, resucitado en un instante o imagen entendido/a como metáfora del tiempo presente y del ausente. La Imagen resucita el tiempo y, con el tiempo, al hombre, puesto que no puede desaparecer lo que nunca ha existido como naturaleza, como “uno”. Dice Lezama Lima: “Los puntos de la imago al actuar en el continuo temporal borran las diferencias del aquí y ahora, del antes creado y del después increado (311)”. Parafraseando a Benjamin y sus tesis para una nueva filosofía de la historia, aplicándolas a la teoría de la imagen lezamiana (que luego él llevó asimismo a la filosofía de la historia que subyace en La expresión Americana), podemos decir que la Imagen subvierte la noción moderna del tiempo, “el tiempo vacío y homogéneo del progreso”. La Imagen de lo no-configurable tiene por 104

objeto “una construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo pleno, tiempo-ahora” (188). El presente de la Imagen es un presente lleno o siempre por llenar, llenado sobre el vacío, heterogéneo o diseminado, pero siempre un tiempo-ahora. En palabras de Lezama Lima, “al ingurgitarse el continuo temporal en la instantaneidad del presente, se convierte en espacio, en metáfora, creado (316)”. La Imagen configura la fotografía de lo no-configurable, la estatua de la imposibilidad, que “relampaguea” y desaparece con “cada presente que no sienta mentado en ella” (Benjamin 180), una cita secreta entre el hoy, el ayer y el mañana, una supra-metáfora de máxima irradiación “aurática” respecto al tiempo-ahora de cada presente: “En el flujo (de la Imagen) en un instante se suman todos los fragmentos y se describe una parábola cuyo final se desconoce” (Lezama Lima 316). Puesto que la Imagen no es de nadie, es impropia hasta para el tiempo mismo, no debe sorprendernos ya que contenga un largo alcance mesiánico: si el “antes” y el “después” son ya metáforas de la duración del tiempo-ahora, la Imagen lezamiana redime el tiempo lleno de los que se fueron y de los que se irán, porque los vivos y los muertos, lo visible y lo invisible, comparecen también como metáforas del tiempo-ahora, un tiempo-ahora que, no olvidemos, no es configurable del todo. Sin llegar a la compulsión del Finnegans Wake de James Joyce, más cerca del Pedro Páramo de Juan Rulfo, Lezama Lima llena la Imagen hasta contravenir cualquier ley de la verosimilitud, vista ésta como convención de 105

las nociones habituales de tiempo y espacio. Como todo y nada está perdido, el<br />

todo y la nada nos habitan fantasmalmente: cada presente dislocado rima, anticipa<br />

y recoge los presentes pasados y futuros porque “lo que nos sucede, les sucede a<br />

todos”. La Imagen lezamiana nos brinda una resistencia, un pararrayos, un imán,<br />

el espacio de todas las encrucijadas, que llevará la metáfora a todos los niveles<br />

donde pueda dislocarse la causalidad mecanicista: semántico, temporal, espacial,<br />

subjetivo.<br />

El Genitor por la Imagen quisiera construir sobre el vacío, puesto que la<br />

naturaleza se ha perdido, una realidad total e imposible, suplementaria,<br />

inconfigurable, veloz, una segunda naturaleza donde todo puede ser redimido,<br />

resucitado en un instante o imagen entendido/a como metáfora del tiempo<br />

presente y del ausente. La Imagen resucita el tiempo y, con el tiempo, al hombre,<br />

puesto que no puede desaparecer lo que nunca ha existido como naturaleza, como<br />

“uno”. Dice Lezama Lima: “Los puntos de la imago al actuar en el continuo<br />

temporal borran las diferencias del aquí y ahora, del antes creado y del después<br />

increado (311)”.<br />

Parafraseando a Benjamin y sus tesis para una nueva filosofía de la<br />

historia, aplicándolas a la teoría de la imagen lezamiana (que luego él llevó<br />

asimismo a la filosofía de la historia que subyace en La expresión Americana),<br />

podemos decir que la Imagen subvierte la noción moderna del tiempo, “el tiempo<br />

vacío y homogéneo del progreso”. La Imagen de lo no-configurable tiene por<br />

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